David Brooks
Paul Ryan, compañero de fórmula del aspirante republicano a la Casa
Blanca, Mitt Romney, ha declarado que le gusta el sonido de la banda
Rage Against the Machine, pero no sus letras, a lo que Tom Morello, el
guitarrista del grupo, ha respondido que a él no le gustan ni el sonido
ni las letras del político. En la imagen, el representante federal en
su faceta de cazadorFoto Ap
Esta
es una elección que aún no tiene ruta sonora. Las campañas han probado
con rock, country, un poco de salsa mezclada con norteño y, a veces,
algo light para no interrumpir cocteles sólo para millonarios interesados en la
democracia, aunque, dadas las perspectivas y la calidad del debate, tal vez deberían recurrir a un blues muy simple. Algo que, con cada día de discursos y ataques, maniobras y promesas, se oiga “le dicen lunes tormentoso/pero el martes está igual de peor…”
Eso sí, los candidatos presidenciales y otros políticos y sus
estrategas intentan imponer su música, a veces en contra de los deseos
de los músicos, e invitar a músicos (y otras
estrellas) que ellos saben que inspiran mayor confianza y respeto entre el electorado que ellos.
En las campañas electorales, escoger la música para identificar al
candidato es parte clave de la estrategia, es la expresión de su
mensaje. También lo que escuchan los candidatos es algo que se utiliza
para efectos propagandísticos. Pero a veces hay contradicción entre
políticos y músicos.
Paul Ryan, quien acaba de ser seleccionado por el candidato
presidencial republicano Mitt Romney como aspirante a la
vicepresidencia, o sea, su compañero de fórmula, es un representante
federal conservador que promueve anular el incremento en gastos de
defensa y algunos de los programas sociales prioritarios de este país,
y reducir los impuestos de los más ricos. Ya había expresado que una de
sus bandas favoritas era Rage Against the Machine (el nombre se puede
traducir como Furia contra la máquina). Para Tom Morello, el gran
guitarrista de la banda y participante en luchas sindicales, en el
movimiento Ocupa Wall Street y en los otros movimientos indignados del
mundo, quien en su guitarra tiene grabado
armen a los sin techo, esto fue too much.
Es entretenido el amor de Paul Ryan por Rage Against the Machine, ya que él es la encarnación de la máquina contra la cual nuestra música ha estado enfurecida durante dos décadas, escribió en un artículo publicado en Rolling Stone.
Ryan dice que le gusta el sonido de Rage, pero no la letra. Bueno, a mí no me gusta el sonido de Paul Ryan ni sus letras. Le pueden gustar las bandas que quiera, pero su visión de trasladar ingresos de manera más radical al 1 por ciento es antitética al mensaje de Rage. Me pregunto cuál canción de Rage es su favorita. ¿Es esa en la que condenamos el genocidio de los indígenas estadunidenses? ¿O la que golpea al imperialismo estadunidense?....Morello señala que entiende que Ryan está lleno de furia, furia contra las mujeres, los inmigrantes, los trabajadores, los gays, los pobres, el medio ambiente, pero eso sí, no siente ninguna rabia contra los más ricos. Al final se burla sugiriendo que tal vez Ryan es un infiltrado que de verdad entiende la música de Rage, y que al ser elegido
llenará Guantánamo con los empresarios criminales que están financiando su campaña... y después los torturará con música de Rage 24 horas al día, siete días a la semana.
Morello
no es el primero en sufrir algo así. Vale recordar que su gran amigo
Bruce Springsteen, con quien colaboró en su último disco, tuvo que
pedir que el santo de los republicanos, Ronald Reagan, dejara de usar
su gran canción Born in the USA como uno de sus himnos de
campaña; la gente de Reagan simplemente no escuchaba la letra y pensaba
que era un himno patriótico cuando era una rola furiosa contra las
secuelas de la guerra de Vietnam para los veteranos y el alma
estadunidense.
También esta semana Silversun Pickups exigió que la campaña de Romney suspendiera de inmediato el uso de su canción Panic Switch.
Les ha pasado lo mismo a muchos más en años recientes: David Byrne
tuvo que demandar que el ex gobernador de Florida Charlie Crist dejara
de usar su rola con Talking Heads Road to Nowhere en su campaña electoral. Tom Petty demandó que la candidata republicana Michele Bachmann dejara de usar su canción American Girl.
Jackson Browne y Foo Fighters tuvieron el mismo lío con la campaña de
John McCain hace cuatro años. Bobby McFerrin solicitó que George Bush
padre dejara de usar Don’t Worry, Be Happy. Sting también, contra George Bush hijo. La lista es larga.
A la vez, los músicos también figuran para apoyar campañas tanto con
su música como con su presencia. La lista de músicos que apoyan
explícitamente la campaña de Barack Obama es larga: en 2008 fueron
prominentes: Springsteen, John Mellencamp, Black Eyed Peas, Jay-Z, y
hasta Pete Seeger. Springsteen ha dicho que está un poco decepcionado
de Obama y que no participará de la misma manera este año. Pero se han
sumado: David Byrne, Marc Anthony, Lady Gaga, Mick Jagger, Alicia Keys,
BB King, Beyonce Knowles, Ricky Martin, Barbra Streisand, y hasta hay
una agrupación de DJs por Obama.
El talento del lado de los candidatos republicanos (no todos con
Romney) es, pues, de menor calidad según este crítico, pero igual jalan
a sus bases: Kid Rock, Gene Simmons (de Kiss), el rapero Prodigy, Joe
Perry (Aerosmith) y Dave Mustaine de Megadeth, quien recientemente se
ha sumado a las posiciones de la ultraderecha cristiana fundamentalista
y ha dicho que Obama estaba detrás de las recientes matanzas en
Colorado y Wisconsin para promover la prohibición de las armas
Hay toda una historia de músicos famosos y presidentes: Frank
Sinatra y Marilyn Monroe con John F. Kennedy, Elvis y Nixon, Fleetwood
Mac y Clinton, así como también detrás de candidatos presidenciales
independientes, como el caso de Patti Smith, Ani DiFranco y Eddie
Vedder con Ralph Nader.
Tal vez la contienda electoral debería volverse una obra musical. O tal vez sería mejor idea hacer un concurso como una
batalla de las bandas, y que el público votara por el mejor elenco musical.
Por lo menos así uno podría bailar en lugar de escuchar el sonido y
la letra de los políticos. Y tal vez de repente, como jazz, algo
brotaría para romper con el ruido escandaloso y crear un nuevo
concierto en el cual todos estén invitados a ser los compositores.
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