Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Reaparece el más distinguido y tenaz bufón del país, justo cuando antes de arribar al octavo mes del gobierno de Enrique Peña sólo queda un recuerdo demasiado pálido de la “luna de miel” entre gobernantes y gobernados, entre aquél y los tres partidos más votados, y harto publicitada por el duopolio de la televisión; el futuro del Pacto por México no abandona la zona de incertidumbre tras la jornada electoral; crecen las dudas sobre la viabilidad de las reformas energética y fiscal, las más caras para los propietarios de México y de la aldea global; además la economía se adentra en la desaceleración y todos los pronósticos de crecimiento anual se ajustan a la baja; la protesta social se multiplica a lo largo y ancho de la geografía nacional; también el agobio ciudadano por el crimen organizado no baja en forma significativa y los golpes propinados a los cárteles, como la detención de Miguel Ángel Treviño (Z-40), no calan en la percepción ciudadana ni en la baja de los ilícitos de tipo federal.
A Vicente Fox es preciso reconocerle el mérito de la oportunidad para distraer y provocar risas, carcajadas, cuando el cuerpo social y también el de cada uno, se llena de tensiones que es preciso liberar por el camino que enhorabuena brinda el marido de Martha Sahagún.
Sorprende, sin embargo, que Fox Quesada no acaba de enterarse por qué lo denominan El Alto Vacío desde antes de que gobernara Guanajuato (1995-99). Y en tales circunstancias todo es posible esperar del exjefe de Jorge Castañeda (novel presidente, por el lado del gobierno de Peña Nieto, del Consejo Estratégico franco-mexicano), incluso que ha sido el mejor mandatario que ha tenido la nación, “me los llevo de calle a todos, incluido (Benito) Juárez”, dijo a Fernando del Collado el domingo 14 (Milenio). Tan grande es Vicente Fox (1.92 m) que sólo su esposa lo apoyó en su última puntada, los dirigentes de Acción Nacional de plano guardaron silencio.
La conquista de la gubernatura de Baja California por los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática, tanto en las urnas como en las negociaciones con los emisarios de Los Pinos, o más en la mesa que con votos, no dejó satisfechos a Gustavo Madero y Jesús Zambrano. Ahora piden más para permanecer en el Pacto por México y su anexo, denominado domingueramente adendum, y que dicen incumplieron el Revolucionario y el primer priísta del país. Entre las cinco condicionantes destacan: una exhaustiva investigación de los comicios del 7 de julio en las 14 entidades, incluyendo el uso ilegal de recursos públicos para financiar campañas de candidatos y partidos, y fincar responsabilidades a quienes hayan violado la ley; un periodo extraordinario en agosto para “una nueva generación de reformas electorales” que impidan “vicios y excesos” como los ocurridos recientemente.
Otra condicionante que ahora hacen suya los coordinadores de los grupos parlamentarios de los dos partidos en las dos cámaras, es “no aprobar la reforma energética y hacendaria del gobierno de Enrique Peña Nieto si no se convoca a un periodo extraordinario en el que se apruebe una reforma político-electoral que acote a los gobernadores”.
Tan difícil y sombrío se pone el panorama para el mexiquense de Atlacomulco que algunos de los intelectuales sistémicos (Leo Zuckermann y Héctor Aguilar, además del que ya tiene nueva chamba gubernamental) se esforzaron con lucidez, el lunes 15, por bajarle de tono a las enormes expectativas que sembraron desde Televisa durante siete meses y medio. Y seguramente pronto nos recordará Joaquín López-Dóriga su máxima: Si le va mal al presidente, le va mal a México.
Acuse de recibo
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