Por Sara Lovera
Periodista desde hace 40 años, fundadora de Comunicación e Información
de la Mujer AC(CIMAC), fue directora del suplemento Doble Jornada, y
actualmente es corresponsal de Servicio de Noticias de la Mujer de
Latinoamérica y del Caribe(SEMlac) en México; integrante del Consejo
del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal; conduce y codirige
Mujeres en Movimiento y participa en la Mesa Periodistas de Capital 21,
el canal por internet de la Ciudad de México. Es editorialista de
Antena Radio, MujeresNet, Cuadernos Feministas, y Proceso digital. En
2005 fue nominada al Premio Nobel de la Paz.
La columnista reflexiona sobre el papel
patriarcal de los medios de comunicación, el involucramiento de
Televisa en el tema de la violencia hacia las mujeres y su tratamiento
como si apenas la descubriera.
En las últimas semanas el consorcio Televisa ha "descubierto" con
sorpresa y mucha información de qué tamaño es la violencia contra las
mujeres, en aspectos menos dramáticos que el homicidio y tremendamente
cotidianos como el abuso de pareja, la trata con fines de prostitución
y el contorno del desarrollo de estas violencias.
Es lo mismo que sucedió con el homicidio de mujeres en Ciudad
Juárez, reportado por Esther Chávez desde 1993 y que cobró gran
difusión sólo y hasta cuando los diarios de Estados Unidos lo
reportaron. Después supimos, digo la opinión pública, que el fenómeno
del feminicidio es común, por desgracia, en nuestra sociedad
occidental, no sólo en todo el país sino en todo el mundo, con
diferencias de impacto, y características diversas: pero existe y
muchas mujeres pierden la vida todos los días a manos de un enemigo
llamado patriarcado, discriminación y el supuesto de que las mujeres
valemos menos que los hombres, no importa edad, condición social, clase
o etnia.
Considerar a las mujeres sólo como cuerpos intercambiables, sin
derechos en la práctica cotidiana de las relaciones sociales o de
pareja; consideradas casi no humanas en distintas comunidades, usado su
cuerpo para vender en muchas campañas publicitarias, vistas sólo como
instrumentos del placer de los otros, es un asunto largamente tratado,
investigado y denunciado por las feministas. En la época reciente, hace
más de 30 años. Los medios masivos frecuentemente no lo reportan y les
ha importado poco, no es noticia, no se profundiza sobre sus causas y
menos ponen en discusión el carácter patriarcal de la sociedad mexicana.
Elsa Conde, quien fue diputada por el Partido Alternativa Social
Demócrata, hace poco más de seis años, realizó en 1994 por encargo de
la recién fundada entonces Comisión de Derechos Humanos del Distrito
Federal, un estudio sobre la trata de mujeres que llegaban a la zona de
la Merced en el primer cuadro de la ciudad de México, descubrió cómo
esto tenía que ver con los "usos y costumbres" de un pueblo llamado
Tenancingo, Tlaxcala. Es decir hace casi 20 años.
Hoy es espectacular la conducta que ha puesto en escena el ex
ministro de la Corte, Genaro Góngora Pimentel, cuando allá por 1981
existió un grupo llamado Madres Libertarias, que con abundante
información planteó lo que sucedía entre las parejas, donde los hijos
son botín de guerra interna y la manera como los juzgados familiares se
asociaban con los hombres, ya sea para que se evadiera la
responsabilidad paterna para pagar alimentos en la separación o una
horrenda historia de cómo con el poder se hacían de la patria potestad
de sus hijos, sólo para "vengarse de sus parejas", mayoritariamente
mujeres.
¿Qué quiero decir? Que los fenómenos de maltrato a las mujeres, uso
y abuso de sus cuerpos, para grandes o pequeñas industrias de
prostitución han producido la trata de personas una de las más crueles
formas de esclavitud, en una época que queremos pensar de avance
democrático y científico. Que ese horror existe y no hay mecanismos de
justicia capaces de detenerlo. Ahora, cómo son los hombres quienes se
acercan a estos problemas, el asunto llega a la pantalla chica, con un
halo de estupor. Bienvenida esta difusión y planteamiento del problema.
Ya era hora.
Lo que llama la atención, y hay que hacer hincapié, es que se
presentan como casos aislados. Pude ver cómo un periodista que logró
colocar su investigación en la revista "Nexos" es presentado como el
gran descubridor de la cadena de trata de Tlaxcala al país, donde las
jóvenes enganchadas de ninguna manera ejercen la prostitución como un
asunto de decisión personal sino porque han sido engañadas, maltratadas
y esclavizadas. Ahora también son exportadas a Estados Unidos y es ahí
donde se ha dado la voz de alarma, mientras que en México, además de
una Ley en proceso de operación (es de 2012), podría encarar el
problema. El tema es que en México nuestro signo es la impunidad.
Es obvio que no podemos desestimar esta "toma de conciencia" que de
pronto aparece en la televisión monopólica, encargada sistemáticamente
de reafirmar el papel subordinado de las mujeres en sus imágenes y
contenidos de la programación cotidiana que llega hasta el más
recóndito lugar de la República Mexicana.
Habría que pedir a los sorprendidos integrantes de la comentocracia,
como se llaman a sí mismos, si serán capaces de quitar a sus
informaciones el amarillismo y la sorpresa, como si hubiera en este
país un solo Góngora Pimentel, e ir, con todas las herramientas con las
que cuentan, a relatar este horror que sucede tras cada puerta de
muchos "hogares" en México; si serán capaces de quitar la cara de
sorpresa y el tono de victimización de las mujeres, algunas, unas
cuantas, que insinúan son una pequeña porción de la población femenina,
para ir más allá y como sabemos, realmente coadyuvar a mitigar el
fenómeno de la violencia contra las mujeres.
Poderosos como son, podrían empujar, por ejemplo, la declaración de
Alerta de Género en lugares precisos donde la investigación feminista y
de derechos humanos ha mostrado hasta el cansancio que son lugares
donde se ha rebasado cualquier frontera de la violencia contra las
mujeres, donde las asesinan sin justicia cotidianamente; donde crecen
las violaciones sexuales y la trata con fines de prostitución.
Por supuesto que hay que dar la bienvenida a sus sorpresas. Acaban
de descubrir estos horrores que frecuentemente denunciamos desde el
quehacer feminista; los observatorios de violencia, las decenas o
centenas de grupos sociales mixtos y de mujeres que documentan, día a
día, estos horrores sin tener los espacios deseados de difusión; las
televisoras reciben decenas de invitaciones para conocer los estudios
de montones de académicas que van del análisis global al estudio de
casos: uno por ejemplo el de Atenco o el tema tremendo de las mujeres
desaparecidas y torturadas; los miles y miles de expedientes que no se
resuelven en los juzgados familiares y de tipo penal.
Correr la cortina para que en el país esto tome forma, obligue a la
responsabilidad y al cumplimiento de nuestras leyes, sería un comienzo.
Vamos a ver hasta dónde son capaces de llegar, las fuentes existen,
los casos todos son para sorprendernos, la manera como se sigue
pensando a las mujeres es nuestra ofensa cotidiana. Pensemos.
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