Índira Cato
Imagen de la película. |
MÉXICO,
D.F. (proceso.com.mx).- Sólo un grande puede hablar de un grande. Dos
maestros del cine participan en este filme, uno como protagonista y el
otro como director y guionista (junto con sus dos hijas).
Se dice que la realidad supera a la ficción. Pues en Qué extraño llamarse Federico, ninguna supera a la otra, sino que se nutren.
En esta película Ettore Scola narra instantes profundos de la dolce vitta del gran Federico Fellini, entrecruzada con la suya, hasta un punto tan personal que no imaginamos. Comparten gustos, formación, época, y el maravilloso don de contar historias con su magia irreverente. Tan italiana.
Cuando era un joven anónimo, allá por los años 40, Fellini viajó de Rimini a Roma a trabajar en el Marc’ Aurelio, una revista de sátira política, muy famosa en Italia desde hacía veinte años. ¿De dónde podía salir un hombre tan divertido y politizado, si no de una revista de humor con crítica política?
Mientras tanto, el pequeño Ettore le leía las tiras de esta misma publicación a su abuelo ciego, en un primer contacto ausente con Federico, inolvidable recuerdo de vida que lo haría seguir sus pasos, primero a la caricatura y más tarde dentro del séptimo arte.
Es muchos años después cuando Scola es el que llega a pedir trabajo a la redacción del Marc Aurelio, cuando ya Fellini se había convertido en director de cine, triunfador y amoroso, y sólo acude a la revista para invitar a todos a dar la vuelta en su nuevo carrazo.
Scola (Un día especial, Nos amábamos tanto) copia la magia de Fellini (Amarcord, 8 ½, Los Payasos, Julieta de los espíritus, Ensayo de Orquesta) y de él aprende a construir cualquier lugar en CineCittà, los estudios de cine romanos, su casa y refugio durante gran parte de su vida. En ellos recrea sus recuerdos en un elegante blanco y negro en los que alguna vez fueron los coloridos sets utilizados por éste. Los reproduce en las paredes que lo acompañaron durante toda su carrera.
En esta preciosa y precisa cinta-homenaje, plena de instantes fílmicos que sólo reabren la herida de la nostalgia, la risa y el arte se conjuntan para hablar de dos de los gigantes apabullantes del cine italiano en el siglo XX.
Qué extraño llamarse Federico se presenta en la 56 Muestra de la Cineteca a partir de esta semana. No hay que perderse la oportunidad, quién sabe cuándo la volveremos a tener.
Se dice que la realidad supera a la ficción. Pues en Qué extraño llamarse Federico, ninguna supera a la otra, sino que se nutren.
En esta película Ettore Scola narra instantes profundos de la dolce vitta del gran Federico Fellini, entrecruzada con la suya, hasta un punto tan personal que no imaginamos. Comparten gustos, formación, época, y el maravilloso don de contar historias con su magia irreverente. Tan italiana.
Cuando era un joven anónimo, allá por los años 40, Fellini viajó de Rimini a Roma a trabajar en el Marc’ Aurelio, una revista de sátira política, muy famosa en Italia desde hacía veinte años. ¿De dónde podía salir un hombre tan divertido y politizado, si no de una revista de humor con crítica política?
Mientras tanto, el pequeño Ettore le leía las tiras de esta misma publicación a su abuelo ciego, en un primer contacto ausente con Federico, inolvidable recuerdo de vida que lo haría seguir sus pasos, primero a la caricatura y más tarde dentro del séptimo arte.
Es muchos años después cuando Scola es el que llega a pedir trabajo a la redacción del Marc Aurelio, cuando ya Fellini se había convertido en director de cine, triunfador y amoroso, y sólo acude a la revista para invitar a todos a dar la vuelta en su nuevo carrazo.
Scola (Un día especial, Nos amábamos tanto) copia la magia de Fellini (Amarcord, 8 ½, Los Payasos, Julieta de los espíritus, Ensayo de Orquesta) y de él aprende a construir cualquier lugar en CineCittà, los estudios de cine romanos, su casa y refugio durante gran parte de su vida. En ellos recrea sus recuerdos en un elegante blanco y negro en los que alguna vez fueron los coloridos sets utilizados por éste. Los reproduce en las paredes que lo acompañaron durante toda su carrera.
En esta preciosa y precisa cinta-homenaje, plena de instantes fílmicos que sólo reabren la herida de la nostalgia, la risa y el arte se conjuntan para hablar de dos de los gigantes apabullantes del cine italiano en el siglo XX.
Qué extraño llamarse Federico se presenta en la 56 Muestra de la Cineteca a partir de esta semana. No hay que perderse la oportunidad, quién sabe cuándo la volveremos a tener.
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