Por Otros medios
Emir Sader* / América Latina en Movimiento
Revolución 3.0
(1 de mayo, 2014).-Entre sus propuestas
de desregulación, el neoliberalismo puso fuerte énfasis en la de
“flexibilización laboral”. Estas palabras atrayentes – así como la de
“informalización” – lo que esconden es la precarización de las
relaciones de trabajo, es el trabajo sin contrato.
Esta fue uno de las trasformaciones más
importantes del neoliberalismo. Junto a ella, promovió la desaparición
de las temáticas del mundo del trabajo. El alza del desempleo y del
trabajo precarizado son justificados por lo que llaman de “desempleo
tecnológico”, alegando que la tecnología necesita menos mano de obra,
produciendo más con menos trabajadores, dados los aumentos de
productividad.
Se plantea al trabajador la disyuntiva
de seguir empleado, pero bajando la productividad y la competitividad
de la empresa y del mismo país o salir del mercado para mejorar su
calificación y retornar después. En verdad no hay el tal “desempleo
tecnológico”.
Cuando hay aumento de productividad,
significa que se puede producir la misma mercancía en menos tiempo,
pongamos, la mitad del tiempo. No se deduce inmediatamente de ahí que
se debe expulsar trabajadores. Hay tres alternativas: o se produce el
doble de la misma mercancía y se mantiene a todos los trabajadores
empleados. O se produce la misma cantidad de mercancías y se disminuye
la jornada de trabajo por la mitad. Entonces – lo que suele ocurrir –
es que se sigue produciendo la misma cantidad de mercancías y se echa a
la mitad de los trabajadores.
No es la tecnología la que echa a los
trabajadores. Es la lucha de clases, es quien se apropia del desarrollo
tecnológico, que puede servir sea para disminuir la jornada de trabajo
o para aumentar las ganancias de los empresarios.
Cuando se inventó la luz eléctrica, la
primera consecuencia no fue mejor el bienestar en la casa de las
personas, sino la introducción de la jornada nocturna de trabajo. La
culpa no la tuvo Thomas Edson, sino la apropiación de ese invento para
extender la jornada y la super explotación de los trabajadores.
Desde que se hizo la crítica al
paradigma de la centralidad del trabajo, como visión reduccionista
respecto a las otras contradicciones, se ha impuesto una tendencia
opuesta, la de hacer del trabajo una actividad menor, sin
trascendencia. Exactamente cuándo, como nunca antes, la gente vive de
su trabajo. En actividades heterogéneas, diversificadas, a menudo con
el mismo trabajador en varios empleos a la vez. Pero trabajan hombres y
mujeres, enfermos, jóvenes y niños, blancos y negros: todos o casi
todos viven de su trabajo.
Sin embargo, el tema del trabajo casi
ha desaparecido, incluso en el pensamiento social, donde la sociología
del trabajo pasó, en pocas décadas, de las ramas más buscadas a una más
entre otras. La mídia invisibiliza la actividad que más ocupa a más
gente en el mundo: la actividad laboral. Como si la tecnología hubiera
reducido el trabajo a una actividad virtual, sin esfuerzo físico, sin
desgaste de energías, sin la super exploración de jornadas agotadoras e
interminables.
Para completar, intentan pasar el primero de mayo como Día del trabajo y no del trabajador.
*Emir Sader, sociólogo y cientista
político brasileño, es coordinador del Laboratório de Políticas
Públicas da Universidade Estadual do Rio de Janeiro (Uerj).
Foto: Carlos Marentes
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