El caso de la presidenta del Parlamento griego
CADTM
Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
En el paroxismo de la crisis que sacude Grecia asistimos al
desencadenamiento de un sexismo extremadamente violento contra las
mujeres. Y esto pasa en el escenario político, a la vista de todo el
mundo. Pensamos que ese sexismo extremo y violento que está empezando a
tomar las dimensiones de una verdadera epidemia, difiere sensiblemente
del viejo sexismo cotidiano que conocimos en un pasado reciente más
pacífico, antes de la actual crisis de la deuda.
Pero analicemos de qué se trata. Días tras día, desde hace siete meses,
todas las declaraciones de la presidenta del Parlamento griego aparecen
prácticamente en todos los grandes medios del país, periódicos y
canales de televisión incluidos, títulos como «Ayer un nuevo delirio de
Zoé». Esta monotonía de los «delirios de Zoé» es interrumpida
frecuentemente por títulos de la prensa llamada «popular» del tipo «el
marido de Zoé no puede calmarla» o «Zoé está para el psiquiatra». En
plena campaña electoral para las elecciones del 20 de septiembre, los
principales canales de televisión (privados) han inventado una sección
especial en sus programas por cable que día tras día presenta lo que
circula en los medios sociales sobre Zoé. Naturalmente siempre se trata
de caricaturas, a menudo obscenas, imágenes o dibujos de la presidenta
deformados a voluntad y cuya autoría no está –por supuesto- del todo
garantizada…
Pero hay algo peor. Desde hace largos meses
incluso los diputados no dudan en atacar públicamente a Zoé con frases
como «orangutana insatisfecha» mientras otros apelan a su marido,
capitán de la marina mercante, para que «desembarque enseguida para
calmarla».
La presidenta del Parlamento griego mostró, en
plena sesión del Parlamento, la portada del periódico que apelaba a su
marido para «tranquilizarla».
La enumeración de esas
agresiones verbales y sexistas de las que es víctima la presidenta del
Parlamento podría continuar durante mucho tiempo, pero el objetivo de
este artículo es otro. En realidad el caso de Zoé Konstantopoulou es
importante porque es un símbolo de toda una ofensiva sesixta violenta
de los diversos poderes (políticos, partidistas, mediáticos, mafiosos…)
contra las mujeres insumisas que persisten en reivindicar sus derechos
y los derechos de los oprimidos (1). Así, a partir del momento en el
que Zoé se impuso como símbolo de la oposición al memorando que ha
arruinado a Grecia, fue denigrada, vilipendiada, humillada, calumniada…
en resumen, satanizada por todos los que se alinean tras la troika. Y
los ataques contra ella son tan continuos, organizados, coordinados y
sistemáticos que aparecen como una auténtica estrategia de guerra cuyo
objetivo es eliminar a la presidenta del escenario político.
Sería un error atribuir este «fenómeno sexista extremo» a
comportamientos machistas individuales debidos a la casualidad o a
mentalidades anacrónicas. Se trata de una caza de brujas contemporánea.
Es más bien esto y no lo que pretendía la sección de política feminista
del (viejo) Syriza cuando publicó un comunicado con el título «El
ataque sexista contra Konstantopoulou nos reenvía a estereotipos
anacrónicos».
¿Pero qué es lo que vincula la caza de brujas
de los albores del capitalismo con el actual fenómeno de sexismo
violento que fácilmente podría derivar en una caza de brujas
contemporánea?
La caza de brujas apareció en Europa entre
finales del siglo XV y principios del XVI, cuando el capitalismo hizo
su aparición (2). La caza de brujas se caracterizaba por la
satanización sistemática de mujeres presentadas como brujas en un
período histórico de crisis –análogo al actual de la explosión de la
crisis de la deuda- marcado por revueltas y resistencias que tenían a
las mujeres en primera línea.
Hoy como entonces vivimos en
medio de una reorganización de las fuerzas de producción y reproducción
a costa de las mujeres. Este es un hecho totalmente ignorado por los
protagonistas de la escena política.
En la época de la caza
de brujas las mujeres estaban excluidas del trabajo, del conocimiento,
de la propiedad de la tierra. Estaban enclaustradas, encerradas en la
casa y en el dormitorio.
Hoy se las caza, se las saca de la
vida pública y se las empuja a trabajar gratis en el hogar desempeñando
diversos servicios públicos que antes asumía el Estado del bienestar
ahora liquidado por las políticas neoliberales de austeridad. Y las
enormes sumas que se ahorran se destinan, obviamente, al pago de la
deuda pública…
No es una casualidad que fuera en la época de
la caza de brujas cuando aparecieron estereotipos bien conocidos como
«las mujeres a la cocina». Las mujeres que no tenían miedo a decir en
público lo que pensaban, que tenían confianza en sí mismas, eran
condenadas y calificadas de «mujeres coléricas e irritantes que
perturban la paz y encienden disputas públicas». Ser una mujer y
ocuparse de asuntos públicos se consideraba un crimen y la culpable
merecía la hoguera.
Si esto os recuerda un poco la
cotidianidad de nuestra época de austeridad y autoritaria no os
equivocáis. En la Grecia actual de ruinas humanas y sociales, todos los
que defienden a los verdugos y sus políticas inhumanas (medios,
partidos políticos neoliberales, políticos corruptos, centros de poder
más o menos ocultos, organizaciones patronales e incluso el crimen
organizado) utilizan a fondo y más que nunca el sexismo más abyecto
para quebrar a las mujeres que se ponen al frente de las luchas contra
las políticas de austeridad o del sistema-deuda, que se atreven a
defender a los inmigrantes, a los refugiados, la naturaleza, a las
innumerables víctimas de las políticas bárbaras que se están aplicando.
Aparece una estrategia semejante a la utilizada por el crimen
organizado para imponer su «ley» -la ley del amo, del chulo- en el
sistema de explotación de las esclavas del sexo, el tráfico sexual.
Consiste en utilizar el miedo, la violencia, las torturas e incluso la
muerte para quebrar cualquier resistencia, para destruir el alma y el
espíritu, la dignidad y la autoestima, para disciplinar los cuerpos de
las mujeres con el fin de que se sometan sin condiciones a sacrificarse
en el altar de la maximización de los beneficios del entramado de la
prostitución.
Dicho esto solo podemos sentirnos impresionadas
negativamente por la actitud de una institución como la Secretaría
General para la Igualdad de Géneros del Gobierno de Tsipras, presunta
defensora de todas las mujeres víctimas de ataques sexistas, que se
queda totalmente impasible ante el auténtico linchamiento sexista del
que es víctima la presidenta del Parlamento griego. Esta impresión
negativa se vuelve todavía mayor cuando recordamos que la víctima de
este linchamiento político es un personaje público de primer orden e
incluso dirigente de un partido del que también son miembros la
secretaria general para la Igualdad de Géneros y el primer ministro
Alexis Tsipras. Pero las «sorpresas» llegan al summum cuando sabemos
que esa misma secretaría general se volcó en actuar y condenar el
ataque sexista de una publicación cuya víctima fue la rumana Delia
Velculescu, representante del Fondo Monetario Internacional, al frente
de la actual versión de la troika que impone sus dictados a Grecia.
Nos detenemos un poco más en esta historia porque es emblemática de
nuestros tiempos neoliberales. Pensamos que para defender eficazmente
nuestros derechos como mujeres es necesario el renacimiento de una
corriente feminista radical que emergerá de la lucha de las mujeres
contra la durísima realidad social de este principio del siglo XXI,
contra el sistema deuda y los fundamentalismos patriarcales de todo
tipo. Hay que conseguir que renazca una corriente feminista que rompa
con la corriente «de la identidad» que solo se interesa por las
políticas de identidad de género y olvida la relación de la vida de
millones de mujeres, en tanto que género, con la lucha de clases, así
como otras desigualdades y discriminaciones.
Conclusión. El
sexismo desencadenado en la actualidad en Grecia es espantoso porque es
un arma que sirve para dividir las luchas y aniquilar la resistencia de
todas las personas. Dicha resistencia, por lo tanto, no concierne
únicamente a las mujeres, sino a todas las personas. Y mucho más allá
de las fronteras griegas.
Notas
(1) Ver el artículo de Sonia Mitralia Violencia contra las mujeres: Un arma estratégica en manos del poder en tiempos de guerra social .
(2) Calibán y la bruja , de Silvia Federici.
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