9/25/2016

Escenarios posibles hasta 2018



Guillermo Almeyra
La Jornada
Morena basa su estrategia en que la división en la oligarquía gobernante la hará aceptar elecciones limpias y entregar el gobierno al que obtenga más votos. Con todo respeto para los dirigentes de Morena, algunos de los cuales son mis amigos, creo que ese escenario es irrealista, que los milagros no existen y que esas esperanzas ilusorias podrían llevar a enormes decepciones y hasta al fin de Morena misma.
Veo, por el contrario, otros escenarios posibles, que expongo siguiendo el orden que creo más probable y con la salvedad de que, obviamente, no son los únicos:
Gana Trump, el imbécil fascista. Cae el dólar. Guerra comercial con China, que vende parte de sus activos estadunidenses y agrava la crisis en EU. China sufre serias consecuencias internas y arrastra a los otros países que, por irrisión, son llamados emergentes. Sube el euro, lo que afecta las exportaciones europeas y aumenta el desempleo (y el peso de la derecha) en toda Europa. La política aislacionista y proteccionista de Trump podría llevar la guerra económica contra China a extremos peligrosísimos. Aumenta la desenfrenada contaminación ambiental. Ataques a Cuba y Venezuela. Con respecto a México, el muro de Trump, como todos desde la Gran Muralla China, resulta ineficaz, pero la política racista reduce el número de mexicanos en Estados Unidos y por consiguiente el envío de remesas. Las medidas antiTLC encarecen aún más los alimentos en México, que perdió hace rato su soberanía alimentaria. El gobierno de Peña aumenta su sumisión y entrega todo lo que le piden. La respuesta a la generalizada protesta social es más represión, más ilegalidad y, por supuesto, la persistencia del fraude electoral. El desastre es tan grave que incluso podría haber una intentona de oficiales jóvenes, asqueados por la entrega al imperialismo y por lo que les hacen hacer.
Gana Hillary Clinton, que da luz verde a Israel para que ataque a Irán. Estados Unidos no hace nada ante la contaminación ambiental. Tras una elección marcada por las abstenciones, se crean las condiciones para el surgimiento de un tercer partido, más radical, socialdemócrata, de jóvenes y de oposición real. Siguen la clásica política de Estados Unidos y las promesas jamás cumplidas de Obama sobre la emigración, Guantánamo y el respeto a la independencia de los países latinoamericanos. Tal política es incompatible con la posible existencia en México de un gobierno de un partido calificado desde ya como populista. México, un semiEstado en descomposición, es útil a Estados Unidos sólo como colonia dirigida por un gobierno nativo fraudulento.
La lucha en defensa de los derechos democráticos se extiende desde Chiapas, Oaxaca, Guerrero y parte del México central al resto del país. Comienza la unificación de los diferentes movimientos sociales y políticos de la resistencia y se perfilan líderes ya no meramente locales o corporativos, sino con mayor alcance político nacional. Éstos se apoyan en la democracia directa, en el territorio de los diferentes movimientos de masa por motivos locales: contra la destrucción ambiental, el robo de agua, la violencia de los delincuentes apañados por el Estado, la minería depredadora, los ataques a las conquistas sociales y laborales. Se desarrollan gérmenes de doble poder frente al Estado y grupos de autodefensa impulsados por asambleas ciudadanas, o sea, nace un poder de base frente al del capitalismo y sus agentes estatales. Se fractura la intelectualidad y los jóvenes, ligados con los sectores populares –maestros rurales, jóvenes profesores, estudiantes originarios de familias trabajadoras–, empiezan a diferenciarse de los intelectuales más viejos e instalados en el sistema que defienden la idea de la reforma de las instituciones y se oponen a la destrucción del Estado para construir otro sistema. Estos sectores más radicales rompen también con las visiones del nacionalismo estrecho y xenófobo y comienzan a darse cuenta de que cuando hacen huelga 150 millones de trabajadores en India, eso ayuda a su lucha en México y merece, al menos, un saludo solidario. Las amenazas inmediatas a Cuba, a Venezuela y la comprensión, gracias a los ejemplos argentino y brasileño, de la impotencia de los llamados gobiernos progresistas, colaboran también a la radicalización de esa intelectualidad colectiva nueva y a su formación política. Aunque en lo inmediato este tercer escenario parece ilusorio, no hay que descartarlo porque los motores del cambio social y de la subjetividad de sus protagonistas están en el exterior, en la mundialización, en la prolongada crisis capitalista, en la utilización de ésta por las clases dominantes para reconstruir y elevar su tasa de ganancia mediante la explotación y la opresión. Cualquier gran acontecimiento mundial podría provocar un estallido en México, donde los salarios reales caen sin cesar y la represión es ciega e intolerable.
En tal caso, la oligarquía, derrotada, podría incluso tener que hacer elecciones limpias y que recurrir a un gobierno de Morena. Pero no para un cambio político y económico, sino para tratar de evitarlo. Es decir, para que Morena frene, canalice hacia el Estado y controle el proceso salvando el capitalismo. Ya vería posteriormente cómo retomar el aparato estatal cedido transitoriamente para salvar el sistema tal como hizo la oligarquía argentina en los 70, cuando llamó a Perón –a quien había obligado a exiliarse 18 años antes– para que salvase el orden social amenazado por las movilizaciones de los trabajadores peronistas mezclados con la izquierda revolucionaria. Pido a los compañeros de Morena que mediten y vean que esta posibilidad está implícita en la oferta de López Obrador a Peña Nieto y en la frasecita sobre los escombros. El que no ansía construir un mundo libre sobre los escombros de la cárcel que es el Estado opresor probablemente tiene algo en común con los carceleros.

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