“Uste’ chínguele más”
FRAGUA
En un número anterior de FRAGUA ya hemos explicado uno
de los cuentos que tejían los voceros del gobierno, apegándose al
libreto usual de la burguesía moderna: la “competencia” nos va a sacar
de jodidos, va a eliminar los monopolios, la ineficiencia y
paulatinamente, creará empleos para todo el mundo. Excepto, claro, para
los huevones, los que están cambiando de trabajo o uno que otro reacio
que no acepta los salarios que ofrecen y se cotiza demasiado.
Si
hace unos meses usaron esa historia para cantar victoria por una falsa
reducción en el precio de la gasolina y perfumar el atraco de la reforma
energética (y siguieron prometiendo futuras rebajas antes de que
volviera a subir el litro), ahora utilizan un cuento parecido para
tratar de convencernos de que la devaluación del peso frente al dólar no
afecta a la mayoría de los mexicanos.
¿Observa que aumenta
el precio de las verduras? Está en un engaño. ¿Siente que sus costos de
vida aumentan? Déjese de supersticiones. Como dijera en su tiempo
Carlos Salinas, “todo ha sido una fantasía”. Un poco más cauteloso, Luis
Videgaray dice que el encarecimiento del dólar solamente afecta el
precio de “bienes durables”. En otras palabras, si próximamente no tiene
que comprar lavadora, licuadora o algún artículo del estilo, es decir,
que sea de importación, no tiene de qué preocuparse. Según este
cuento, el precio del dólar afecta la deuda del gobierno, la deuda de
las empresas y el costo de bienes de importación, pero no aquello que
usted compra todos los días para mantener a su familia. ¿O acaso usted compra en dólares? ¿Paga deudas en dólares? ¿Paga maquinaria en dólares? No, ¿verdad? Así que despreocúpese y siga chingándole porque el dinero nadie se lo regala y en unos meses todo regresará a la normalidad.
El cuento se basa en uno de los libretos más utilizados por economistas, funcionarios y burócratas neoliberales.
Según este cuento, si el dólar sube, poco a poco, y debido a la
competencia, los productos mexicanos, que son más baratos con respecto
al dólar, se venderán más; las empresas que exportan al extranjero
querrán contratar a más gente para producir y vender más, con ello
entrarán más dólares al país y algún día el dólar regresará a su precio
anterior. Así, según esta historia, aunque al principio algunos
(usted no, no se preocupe) tengan que apretarse el cinturón por la
devaluación, a la larga a todos nos va a beneficiar, siempre que tengamos funcionarios bien entrenados que sepan cómo sobrellevar una devaluación.
Sin embargo, los precios de la comida han aumentado notablemente con la
última devaluación, como con todas las anteriores, tal como han
documentado varios periódicos y como seguramente habrá notado en sus
bolsillos. La explicación oficial niega lo que vemos frente a nuestras narices. ¿Qué está pasando entonces?
En primer lugar, toda la producción de comida dentro del territorio
nacional, gestionada de manera capitalista, está sujeta a la lógica del
mercado mundial y asume costos tasados en dólares. Las grandes
productoras y comercializadoras de granos y verdura, esas que coyotean a
los campesinos (los verdaderos productores directos), rentan, compran o
toman por la fuerza tierras ejidales y comunales para explotarlas con
trabajo asalariado. Por lo general, piden préstamos para adquirir
maquinaria, contratos de transporte y exportación, costos de registro y
administración, etcétera. El fertilizante y los tractores para la
producción industrial de vegetales son importados y se pagan en dólares;
en muchos casos, las empresas contratan seguros que las cubren por si
una cosecha no se da o no se vende, y estos suelen pagarse en dólares. Si
aumenta el dólar, aumenta el costo de producción de la comida; éste se
mide en dólares, aunque esté producida dentro del territorio nacional y
con el trabajo de campesinos y jornaleros mexicanos. Los capitalistas,
tanto los coyotes como los productores, no se quedan contentos con
ganancias reducidas o con pérdidas. Si ese es el caso, encarecen el
precio de sus productos con tal de sacar ventaja. Por eso usted
tiene que pagar de 5 a 10 pesos más por un kilo de jitomates de pronto.
En otras palabras, los platos rotos los paga usted.
Además de
esto, las comercializadoras suelen jugar con el precio del alimento: si
piensan que va a subir, tratan de esperar lo más que puedan antes de
vender; si se pudren algunas toneladas en el proceso no importa, es
preferible a perder la oportunidad para un buen negocio. Por si fuera
poco, cuando sube el dólar, muchas comercializadoras prefieren mandar
la mayor parte de su producto a Estados Unidos, donde se paga mejor con
el dólar encarecido. Eso quiere decir menos alimento a mayor precio. El punto es comprar barato y vender caro, la alimentación de la gente les tiene sin cuidado.
Otra razón por la que dicho libreto neoliberal es pura fantasía es que
la mayor parte de lo que se exporta desde México no es más que
ensamblaje de productos importados. Cerca del 85% del valor de lo
que nuestro país exporta en un año proviene de empresas como General
Motors, Chrysler, Ford, Volkswagen, Nissan, Hewlett Packard, Nokia,
Daewoo, LG, Panasonic, Samsung, BlackBerry, Toshiba; todas ellas,
empresas extranjeras que hacen el ensamblado de sus productos en México.
Cuando el gobierno anuncia que han aumentado las exportaciones,
quiere decir que se ensamblando más productos extranjeros en México.
Los salarios de los empleados mexicanos de dichas empresas son hasta 15
veces más bajos que en Estados Unidos por el mismo trabajo. En este
proceso pasa un capital colosal por el país, pero nada nos dice del
tamaño real de la economía mexicana. Casi todas las inversiones
provienen de fuera y las ganancias vuelven hacia allá. Un aumento en las
exportaciones mexicanas nunca aumentará el precio del peso con respecto
al dólar dentro de la economía neoliberal.
Cuando el peso
se devalúa, implica que cada hora de trabajo que usted desempeña ahora
tiene un valor de cambio menor, es decir, vale menos que antes y vale
menos que una hora de trabajo en Europa, Japón o Estados Unidos. Prácticamente toda la canasta básica se produce con insumos importados y tasados en dólares. ¡Hasta las verduras! La devaluación disminuye el valor de su salario y de su esfuerzo como trabajador.
En el fondo, el
problema no es sólo la devaluación, sino que nuestra capacidad para
trabajar esté sometida, en calidad de mercancía, a los caprichos de
grandes empresas que operan en el mercado global para servirse la rebanada más grande.
Nota:
Este artículo fue publicado como parte de la sección ECONOMÍA del No. 19 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 25 de julio 2016.
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