Enrique Calderón Alzati
La propuesta de Andrés Manuel de iniciar una cuarta transformación nacional, como necesidad fundamental para mejorar las desastrosas condiciones en que vive hoy la mayoría de la población, constituye un gran desafió para todos los mexicanos comprometidos con el futuro de nuestro país, pues al analizar desapasionadamente los resultados de las tres grandes transformaciones por él referidas, nos encontramos con que ellas estuvieron lejos de cumplir sus objetivos, en virtud de la ignorancia que ha prevalecido a lo largo de nuestra historia como nación independiente: la primera de ellas iniciada por el padre de la patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, culminó con una alianza entre Vicente Guerrero el valioso jefe del ejército insurgente y los jefes del ejército realista; Agustín de Iturbide y Antonio López de Santa Anna contra el cual combatían, lo cual dio como resultado más de 32 años de luchas intestinas con miles de muertos, que llevaron al país a perder la mitad de su territorio a manos de los estadunidenses, mientras la Iglesia católica acaparaba las riquezas de la nación. Al analizar las causas de este desastre, nos encontramos de manera principal con la ignorancia del pueblo y de varios de sus líderes.
En el caso de la segunda transformación, iniciada con la rebelión de Juan Álvarez mediante el Plan de Ayutla, las Leyes de Reforma orientadas a recuperar los bienes de la nación en las manos del clero, que ningún beneficio producían, llevaron al país a una serie de guerras internas seguidas por la intervención francesa; los resultados fueron igualmente diferentes a sus objetivos originales, cuando a la muerte de Benito Juárez, el país quedo en manos de Porfirio Díaz, quien luego de 30 años de dictadura dejo como resultado un país asolado por la pobreza, la inequidad y la injusticia, similar a lo que hoy sucede, siendo nuevamente la ignorancia de la población y del dictador mismo, las causas centrales del problema.
Aunque diferente en sus resultados, seguramente debidos a los esfuerzos realizados en materia educativa por los gobiernos de la revolución, la tercera transformación iniciada por Francisco I. Madero, tuvo igualmente un costo muy alto, en virtud de los hechos que siguieron a la toma del poder del presidente Madero, quien fue él mismo su primera víctima, junto con su vicepresidente, seguidos por las centenas de miles de mexicanos muertos durante los 10 años siguientes, siendo sus logros más importantes por sus implicaciones, la promulgación de la Constitución de 1917 y las acciones de Lázaro Cárdenas de repartición de tierras a los campesinos, la recuperación del petróleo como patrimonio nacional y la creación de las instituciones del México moderno. Tales logros sin embargo se fueron diluyendo con el tiempo, para llegar a la crisis actual de corrupción, de impunidad, de pobreza y de descomposición social, que vuelve a hacer necesario otro cambio de gran calado.
Un análisis somero de las transformaciones mencionadas, nos indica que sus principales problemas estuvieron ubicados en dos factores principales: La ignorancia centenaria del pueblo mexicano, incluyendo la de muchos de sus líderes y responsables de esas transformaciones, así como algunas lagunas existentes en nuestras leyes, las cuales hicieron posible que los objetivos iniciales de esas transformaciones, fuesen alterados y puestos al servicio de quienes luego se hicieron del poder en sustitución de sus iniciadores.
Es por ello que la propuesta y desafío de una cuarta transformación planteada por quien será el próximo presidente de la República, debe ser acompañada de un gran esfuerzo de todos los hombres y mujeres de nuestro país, orientada a mejorar la educación y a terminar con la ignorancia, para asegurarnos de que en esta ocasión sus efectos sean sólidos y duraderos y que sus costos, sean los más reducidos posibles.
En relación con la educación sabemos que al inicio de la guerra de Independencia, las personas que sabían leer y escribir se reducía a algunos curas, monjas y jefes del Ejército, que en total no llegaba a 0.1 por ciento de la población; 50 años después, en el tiempo que se lograron imponer las Leyes de Reforma, este porcentaje no había cambiado mucho, manteniéndose abajo de uno por ciento, siendo el caso que aún los que dominaban la lectura eran personas igualmente supersticiosas e ignorantes y según el censo de 1910, sólo 2 por ciento sabía leer y escribir, y si bien los gobiernos de la Revolución que se sucedieron a partir de 1924 pusieron especial énfasis en la educación, los niveles de ignorancia real siguieron siendo un problema importante que seguramente se ha incrementado en el sexenio de Peña Nieto, tanto por el fracaso de su reforma educativa, como por el escaso interés de los diversos gobiernos estatales, por la educación.
La cuarta transformación a la que ahora nos convoca Andrés Manuel, es desde luego necesaria e importante para terminar con la corrupción, restablecer el sistema de justicia, hoy corroído hasta sus cimientos y recuperar la paz y la seguridad para los hogares mexicanos, pero no menos importante es asegurar que la historia de las transformaciones anteriores no se repita, dando lugar a nuevos vicios y daños que regresen al país a su situación actual.
Por ello es absolutamente necesario que la educación constituya desde ahora la gran prioridad del nuevo gobierno y que así mismo se encomiende a una comisión legislativa a preparar una propuesta para enriquecer las leyes de manera que el poder del pueblo se convierta en algo real, mediante un mandato contundente a quienes conforman el Congreso y asimismo para asegurar que los funcionarios electos de ahora en adelante, cumplan con sus compromiso constitucionales con la sociedad.
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