8/07/2018

López Obrador y Trump: ¿enemigos íntimos o amigos mortales?


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FOTO: Diego Simón Sánchez /cuartoscuro.com

El Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es impredecible: se sulfura con sus aliados mientras le prodiga elogios a sus adversarios políticos. Cierto, ha amenazado a Irán -quizá porque alguna veta de coherencia le hace falta a su mandato, muy posiblemente pensando un país con quien sí o sí tiene que llevar una buena relación para impulsar su agenda en Medio Oriente, esto es, Israel. Dicho esto, en Europa muchos se preguntan cómo es que Trump puede regañar a sus homólogos de Alemania y Francia y hasta a su aliada la Gran Bretaña, mientras que, por otra parte, se reúne con el líder norcoreano y tras un encuentro con el mandatario ruso Vladímir Putin en Helsinki, lo elogia y casi lo define como amigo -ante el enojo del establishment político, de inteligencia y militar estadounidenses. Así las cosas, Trump se enemista con países amigos -ahí está el encontronazo con el carismático Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau-. En cambio, nunca habla mal de Rusia. Y por si fuera poco, elogia a Corea del Norte.

Con este telón de fondo, tras los comicios presidenciales celebrados en México el pasado 1 de julio, Trump no ha dejado de vituperar al virtual Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. En el más puro estilo casandrino de “Los Simpson”, dijo saber de López Obrador desde hace tiempo y que estaba seguro de que en algún momento llegaría a ser Presidente de México. No bien se supo de la aplastante victoria de López Obrador en los comicios del pasado 1 de julio, Trump instruyó a lo más granado de su gabinete para viajar a México y reunirse con él. Las imágenes de Mike Pompeo -extitular de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), hoy investido como Secretario de Estado- al lado de López Obrador le dieron la vuelta al mundo y casi nulificaron las de la reunión que más por cortesía el dream team -o nightmare team, según se vea- estadunidense sostuvo con el todavía Presidente Enrique Peña Nieto.

A primera vista, podría tratarse de una estrategia de Trump encaminada a cerrar tratos lo más pronto posible con el próximo mandatario mexicano, tomando ventaja de su aparente inexperiencia en temas de política internacional. Es decir, tal vez es un “madruguete.” Han transcurrido los días y las semanas y Trump mantiene y refrenda cada que puede, una buena opinión respecto a López Obrador. Este, a su vez, ha respondido favorablemente a la deferencia, al punto de exaltar las similitudes entre ambos personajes. Esta luna de miel sorprende a propios y extraños. La pregunta es si, a partir del 1 de diciembre, los elogios mutuos continuarán o si, por el contrario, aflorarán las inevitables confrontaciones que todos los gobiernos mexicanos han tenido históricamente con Estados Unidos. ¿Enemigos íntimos o amigos mortales?

México ciertamente no es un país enemigo de la Unión Americana. Existe una agenda sumamente amplia que da cuenta de la complejidad de la relación bilateral, pero ante la que, invariablemente, las autoridades mexicanas casi siempre han sido proactivas y proclives a negociar. Las asimetrías entre ambas naciones, así lo requieren, como también la creciente interdependencia. Estados Unidos sabe que su bienestar y seguridad nacionales pasan por México. Este, a su vez, entiende que los vínculos con Washington son los más importantes respecto al resto del mundo y que un estornudo al norte del Río Bravo, se traduce en una pulmonía fulminante para México. A final de cuentas, ambas naciones entienden la importancia de privilegiar los acuerdos por encima de los conflictos que existen, si bien los desacuerdos también son importantes y necesarios, porque, sin ellos, no habría posibilidad de negociar o replantear todo aquello que no marcha bien.

En su carta a Donald Trump, López Obrador fue oportuno al interpretar de manera impecable, música para los oídos del mandatario estadounidense. Este ha hecho del muro y del tema migratorio una prioridad de su gobierno y el virtual Presidente electo le hizo saber que lo importante es fomentar el desarrollo y la prosperidad de los mexicanos para que no se vean obligados a salir y buscar oportunidades en la Unión Americana. Políticamente, lo dicho por López Obrador le viene bien a Trump, quien en noviembre próximo deberá enfrentar los comicios legislativos de medio término, cuyos resultados serán seguramente, una suerte de referéndum sobre la manera en que los estadunidenses valoran la presidencia del controvertido empresario. Puesto que el muro y la migración son una piedra angular de la presidencia de Trump, que el virtual Presidente electo de México apunte en su carta la necesidad de detener la salida de miles de mexicanos de manera indocumentada a la Unión Americana, es algo que sienta las bases para un diálogo entre ambos. ¡Bingo!

En su difundida carta a Trump, López Obrador le propone una relación bilateral integral, centrada, de manera prioritaria, en cuatro agendas: comercio, migración, desarrollo y seguridad. En realidad, sobre seguridad la carta dice poco y se aboca más bien en el comercio, donde refrenda la reactivación de las negociaciones para concluir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) 2. 0 a la brevedad; donde recuerda que hay más mexicanos en EU y más estadounidenses en México que en cualquier otro lugar del mundo, lo que lo lleva a insistir en la importancia de respetar los derechos humanos de ambos -se infiere, independientemente de su condición migratoria-; y donde termina enfatizando la importancia de impulsar el desarrollo en México, incluyendo la participación estadounidense en diversos proyectos, que puedan elevar el nivel de vida de los connacionales para que no tengan que buscarlo en otro lugar.

Nada dice la carta sobre la crisis de seguridad que enfrenta México y la corresponsabilidad de Estados Unidos en ella. No hay una sola línea sobre el tráfico ilícito de armas a lo largo de la frontera común, las cuales llegan fácilmente a manos de la delincuencia organizada y la dotan de poder de fuego frente al Estado mexicano. Nada hay de la necesidad de tratar al consumo de estupefacientes más allá de una visión criminal, esto es, como un grave, gravísimo problema de salud pública en ambas naciones. No hay ni un asomo del problema del lavado de dinero que acontece en ambos territorios, menos aún de medidas para su combate. Es decir, el tema de la agenda de seguridad entre México y Estados Unidos, posiblemente por ser tan espinoso, fue apenas citado en la carta, pero López Obrador no profundizó en él como sí lo hizo en cambio en los demás tópicos.

Llama la atención que el virtual Presidente electo explique a Trump el “proyecto de nación” que impulsará en el país. Prácticamente le hizo un informe de lo que será su presidencia, reiterando sus promesas de campaña, como si esta fuera llevada ahora a la Unión Americana con Trump como testigo de honor. Es muy factible que López Obrador apueste a los millones de mexicanos residentes en aquel país, una diáspora que, de estar mejor organizada, podría ser crucial en la relación entre ambas naciones. Pero lo más sorprendente es que se toque el tema del “proyecto de nación” cuando México no lo tiene. Vaya, hay quien dice que el proyecto de nación actual es el que diseñó Carlos Salinas de Gortari durante su presidencia, cuando apostó a una integración con EU, entre otros instrumentos, con el TLCAN. Queda entonces la duda del proyecto de nación al que se refiere el virtual Presidente electo. Primero, porque a Salinas de Gortari como a muchas otras figuras políticas contemporáneas las denostó y calificó, hasta el cansancio, como “la mafia en el poder.” Por supuesto que tras el 1 de julio, López Obrador moderó sus críticas a los regímenes previos y el actual, pero aparentemente parecería existir un divorcio cada vez más visible, entre el López Obrador candidato y el López Obrador virtual Presidente electo. Segundo, López Obrador no ha dado a conocer ningún proyecto de nación. Un discurso de “primero los pobres” no es un proyecto de nación. Tercero, si López Obrador quiere genuinamente dar prioridad a las políticas sociales, combatir la pobreza y la desigualdad y otras tantas cosas, no puede deslindar al desarrollo de la agenda de seguridad. Y en este segundo tema, no parece haber mucha claridad de López Obrador en torno a cuestiones tan elementales como su seguridad personal, los servicios de inteligencia, la fuerza aérea y, en general, las fuerzas armadas. Todo ello forma parte de la seguridad, pero además, ésta se vincula con el desarrollo, como queda de manifiesto en diversos flagelos que han puesto en aprietos al país como la propia delincuencia organizada, las epidemias, los fenómenos naturales, etcétera. Para decirlo pronto: cualquier proyecto de nación que se precie de serlo, deberá mirar al largo plazo y encontrar la fórmula para trabajar, de manera paralela y simultánea, en la relación simbiótica entre desarrollo y seguridad. Hasta ahora, López Obrador le debe a los mexicanos un diseño claro y correctamente estructurado de lo que él define como proyecto de nación -amén de que preocupa que no haya perfilado su estrategia de seguridad.

Un detalle que llama la atención en esta coyuntura de la carta a Donald Trump es el siguiente: López Obrador decidió no asistir a la Cumbre de la Alianza del Pacífico, un conglomerado de naciones latinoamericanas con las que México mantiene relaciones cordiales, a pesar de haber sido invitado a ella por el aun mandatario Peña Nieto. Su participación habría enviado la señal de que Estados Unidos le importa, pero que América Latina es igualmente prioritaria. Pero no. López Obrador canceló su participación con el argumento de que aún no es declarado Presidente electo. Esto es un error grave: sienta las bases de lo que posiblemente será la política exterior y el trato a América Latina durante su mandato. ¿Será que en aquella larga conversación telefónica que sostuvieron López Obrador y Trump el 2 de julio, el segundo le planteó que no se acercara a América Latina a riesgo de comprometer la relación México-Estados Unidos? No sobra decir que urge verdaderamente que López Obrador se reúna con otros mandatarios, tanto latinoamericanos como de otras naciones a la brevedad. No vaya siendo que Estados Unidos lo chamaquee.

Postdata: Estados Unidos no tiene amigos, sólo intereses.
julio 25, 2018

- María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México

https://www.alainet.org/es/articulo/194507  

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