El Comité de la
CEDAW aprobó su Recomendación General No. 19, sobre Violencia contra las
Mujeres en 1992. En 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la
Declaración contra la Violencia hacia las Mujeres y más adelante al seno del
Organismo Regional (OEA) se aprobó la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, “Convención de Belém
do Pará”. Y nuestro país aprueba todas la Convenciones y Declaraciones,
las firma y ratifica las que así proceden.
La Recomendación
General No. 19 del Comité de la CEDAW establece, entre otras cosas, que:
“…La violencia
contra la mujer, que menoscaba o anula el goce por la mujer de sus Derechos Humanos
y libertades fundamentales en virtud del derecho internacional o de convenios
específicos de Derechos Humanos, constituye discriminación, tal como se
entiende en el artículo 1 de la Convención”. Estos derechos y libertades
comprenden, entre otros:
a) el derecho a la vida;
b) el derecho a no ser sometido a torturas
o a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes;
c) el derecho a la protección en
condiciones de igualdad con arreglo a normas humanitarias en tiempo de
conflicto armado internacional o interno;
d) el derecho a la libertad y la seguridad
de las personas;
e) el derecho a la protección igual de la
ley;
f) el derecho a la igualdad en la familia;
g) el derecho al nivel más alto posible de
salud física y mental;
h) el derecho a condiciones de empleo
justas y favorables” …
Artículos 2 f), 5
y 10 c)
Las actitudes
tradicionales según las cuales se considera a la mujer como subordinada o se le
atribuyen funciones estereotipadas perpetúan la difusión de prácticas que
entrañan violencia o coacción, tales como la violencia y los malos tratos en la
familia, los matrimonios forzosos, el asesinato por presentar dotes
insuficientes, los ataques con ácido y la circuncisión femenina.
Esos prejuicios y
prácticas pueden llegar a justificar la violencia contra la mujer como una
forma de protección o dominación de la mujer. El efecto de dicha violencia
sobre la integridad física y mental de la mujer es privarla del goce efectivo,
el ejercicio y aun el conocimiento de sus Derechos Humanos y libertades
fundamentales. Si bien en esta observación se hace hincapié en la violencia
real o las amenazas de violencia contra la mujer, sus consecuencias
estructurales básicas contribuyen a mantener a la mujer en un papel
subordinado, a su escasa participación en política y a su nivel inferior de
educación y capacitación y oportunidades de empleo.
Estas actitudes
también contribuyen a la difusión de la pornografía y a la representación y
otro tipo de explotación comercial de la mujer como objeto sexual, antes
que como persona. Ello, a su vez, contribuye a la violencia contra la mujer.
Artículo 6
En el artículo 6
se exige a los Estados que adopten medidas para suprimir todas las formas de
trata de mujeres y explotación de la prostitución de la mujer.
La pobreza y el
desempleo aumentan las oportunidades para la trata de mujeres. Además de las
formas establecidas, hay nuevas formas de explotación sexual, tales como el turismo
sexual, la contratación de trabajadoras domésticas de países en desarrollo para
trabajar en los países desarrollados y los casamientos concertados entre
mujeres de los países en desarrollo y extranjeros. Estas prácticas son
incompatibles con la igualdad de derechos y con el respeto a los derechos y la
dignidad de las mujeres y ponen a éstas en situaciones especiales de riesgo de
sufrir violencia y malos tratos.
La pobreza y el
desempleo también obligan a muchas mujeres, incluso a niñas, a ejercer la prostitución.
Las mujeres en condición de prostitución son especialmente vulnerables a la
violencia, debido a su condición ilícita, que las marginaliza. Necesitan la
protección de la ley contra la violación y la violencia de la misma manera que
otras mujeres.
Las guerras, los
conflictos armados y la ocupación de territorios conducen frecuentemente a
un aumento de la prostitución, la trata de mujeres y los actos de agresión
sexual contra la mujer que requiere la adopción de medidas especiales
protectoras y punitivas…”
Sin embargo, la
violencia contra las mujeres no disminuye, sino que aumenta, ya que en lo que
va de 2019, se han registrado más de 3 mil casos de feminicidio; nuestro
país cuenta con el primer lugar mundial en violaciones. En 2010, las
Naciones Unidas reportó, de acuerdo con
la Secretaría de Salud, que en nuestro país se comenten 120 mil violaciones
contra mujeres al año. Esto significa que aquí cada 4 minutos, alguna mujer
sufre una violación sexual. Esto sin contar con las miles de mujeres y
niñas desaparecidas y las miles de víctimas de trata y explotación sexual.
Tan grave es el
problema de violencia contra las mujeres en nuestro país y en nuestra Ciudad
que la OMS declaró que enfrentábamos una pandemia, y la falta de acciones y
respuestas, los altos niveles de impunidad provocaron una reacción rabiosa y
decidida de las mujeres, especialmente de las jóvenes, en varias ciudades del
país, pero sobre todo en la Ciudad de México.
Pese a todo esto,
la respuesta es la cancelación del financiamiento para los Refugios y para las
Organizaciones de la Sociedad Civil que protegen y asisten a víctimas de las
violencias machistas, la respuesta es, por ejemplo, el Congreso de la Ciudad de
México queriendo reglamentar la prostitución, los vientres de alquiler y con la
Ley Olimpia, que sanciona la difusión de imágenes íntimas de las mujeres y
las niñas sin su consentimiento y queriendo reconocer el sexting
como un Derecho Humano, como si no viviéramos en un sistema patriarcal, que a
través del poder y la violencia somete y sojuzga a las mujeres.
Estos son ejemplos
claros de valor que el patriarcado liberal que hoy está ubicado en el poder,
percibe sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres, como objetos que se
pueden comerciar. Para mí, los cuerpos de las mujeres y las lesbianas no tienen
por qué exhibirse, ni con consentimiento, ni sin consentimiento, y el valor de
las mujeres no puede radicar en sus cuerpos, porque, al final los cuerpos se
acaban, es mucho más importante lo que saben y pueden hacer, sus habilidades y
capacidades, su valor para enfrentar la vida, todo lo demás se acaba con los
años.
La violencia
contra las mujeres es una clara muestra del desprecio por las mujeres, de que
se nos sigue considerando inferiores, que no valemos, el patriarcado ha
encontrado formas y modalidades insospechadas de violencias para recordarnos
quién tiene el poder.
Se requiere educar en igualdad, abatir los escandalosos niveles de
impunidad de la justicia machista y patriarcal, se requiere que las
mujeres nos amemos, nos aceptemos y nos respetemos, pero también que nos
aprendamos a cuidar, y si el Estado no nos cuida, cuidémonos unas a
otras.
CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta
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