12/07/2019

La Violencia contra las Mujeres y el Patriarcado Liberal

El Comité de la CEDAW aprobó su Recomendación General No. 19, sobre Violencia contra las Mujeres en 1992. En 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración contra la Violencia hacia las Mujeres y más adelante al seno del Organismo Regional (OEA) se aprobó la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, “Convención de Belém do Pará”. Y nuestro país aprueba todas la Convenciones y Declaraciones, las firma y ratifica las que así proceden.
La Recomendación General No. 19 del Comité de la CEDAW establece, entre otras cosas, que:
“…La violencia contra la mujer, que menoscaba o anula el goce por la mujer de sus Derechos Humanos y libertades fundamentales en virtud del derecho internacional o de convenios específicos de Derechos Humanos, constituye discriminación, tal como se entiende en el artículo 1 de la Convención”. Estos derechos y libertades comprenden, entre otros:
a)         el derecho a la vida;
b)         el derecho a no ser sometido a torturas o a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes;
c)         el derecho a la protección en condiciones de igualdad con arreglo a normas humanitarias en tiempo de conflicto armado internacional o interno;
d)         el derecho a la libertad y la seguridad de las personas;
e)         el derecho a la protección igual de la ley;
f)         el derecho a la igualdad en la familia;
g)         el derecho al nivel más alto posible de salud física y mental;
h)         el derecho a condiciones de empleo justas y favorables” …
Artículos 2 f), 5 y 10 c)
Las actitudes tradicionales según las cuales se considera a la mujer como subordinada o se le atribuyen funciones estereotipadas perpetúan la difusión de prácticas que entrañan violencia o coacción, tales como la violencia y los malos tratos en la familia, los matrimonios forzosos, el asesinato por presentar dotes insuficientes, los ataques con ácido y la circuncisión femenina.
Esos prejuicios y prácticas pueden llegar a justificar la violencia contra la mujer como una forma de protección o dominación de la mujer. El efecto de dicha violencia sobre la integridad física y mental de la mujer es privarla del goce efectivo, el ejercicio y aun el conocimiento de sus Derechos Humanos y libertades fundamentales. Si bien en esta observación se hace hincapié en la violencia real o las amenazas de violencia contra la mujer, sus consecuencias estructurales básicas contribuyen a mantener a la mujer en un papel subordinado, a su escasa participación en política y a su nivel inferior de educación y capacitación y oportunidades de empleo. 
Estas actitudes también contribuyen a la difusión de la pornografía y a la representación y otro tipo de explotación comercial de la mujer como objeto sexual, antes que como persona. Ello, a su vez, contribuye a la violencia contra la mujer.
Artículo 6
En el artículo 6 se exige a los Estados que adopten medidas para suprimir todas las formas de trata de mujeres y explotación de la prostitución de la mujer.
La pobreza y el desempleo aumentan las oportunidades para la trata de mujeres. Además de las formas establecidas, hay nuevas formas de explotación sexual, tales como el turismo sexual, la contratación de trabajadoras domésticas de países en desarrollo para trabajar en los países desarrollados y los casamientos concertados entre mujeres de los países en desarrollo y extranjeros. Estas prácticas son incompatibles con la igualdad de derechos y con el respeto a los derechos y la dignidad de las mujeres y ponen a éstas en situaciones especiales de riesgo de sufrir violencia y malos tratos.
La pobreza y el desempleo también obligan a muchas mujeres, incluso a niñas, a ejercer la prostitución. Las mujeres en condición de prostitución son especialmente vulnerables a la violencia, debido a su condición ilícita, que las marginaliza. Necesitan la protección de la ley contra la violación y la violencia de la misma manera que otras mujeres.
Las guerras, los conflictos armados y la ocupación de territorios conducen frecuentemente a un aumento de la prostitución, la trata de mujeres y los actos de agresión sexual contra la mujer que requiere la adopción de medidas especiales protectoras y punitivas…”
Sin embargo, la violencia contra las mujeres no disminuye, sino que aumenta, ya que en lo que va de 2019, se han registrado más de 3 mil casos de feminicidio; nuestro país cuenta con el primer lugar mundial en violaciones. En 2010, las Naciones Unidas reportó, de acuerdo con la Secretaría de Salud, que en nuestro país se comenten 120 mil violaciones contra mujeres al año. Esto significa que aquí cada 4 minutos, alguna mujer sufre una violación sexual. Esto sin contar con las miles de mujeres y niñas desaparecidas y las miles de víctimas de trata y explotación sexual.
Tan grave es el problema de violencia contra las mujeres en nuestro país y en nuestra Ciudad que la OMS declaró que enfrentábamos una pandemia, y la falta de acciones y respuestas, los altos niveles de impunidad provocaron una reacción rabiosa y decidida de las mujeres, especialmente de las jóvenes, en varias ciudades del país, pero sobre todo en la Ciudad de México.
Pese a todo esto, la respuesta es la cancelación del financiamiento para los Refugios y para las Organizaciones de la Sociedad Civil que protegen y asisten a víctimas de las violencias machistas, la respuesta es, por ejemplo, el Congreso de la Ciudad de México queriendo reglamentar la prostitución, los vientres de alquiler y con la Ley Olimpia, que sanciona la difusión de imágenes íntimas de las mujeres y las niñas sin su consentimiento y queriendo reconocer el sexting como un Derecho Humano, como si no viviéramos en un sistema patriarcal, que a través del poder y la violencia somete y sojuzga a las mujeres.
Estos son ejemplos claros de valor que el patriarcado liberal que hoy está ubicado en el poder, percibe sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres, como objetos que se pueden comerciar. Para mí, los cuerpos de las mujeres y las lesbianas no tienen por qué exhibirse, ni con consentimiento, ni sin consentimiento, y el valor de las mujeres no puede radicar en sus cuerpos, porque, al final los cuerpos se acaban, es mucho más importante lo que saben y pueden hacer, sus habilidades y capacidades, su valor para enfrentar la vida, todo lo demás se acaba con los años.
La violencia contra las mujeres es una clara muestra del desprecio por las mujeres, de que se nos sigue considerando inferiores, que no valemos, el patriarcado ha encontrado formas y modalidades insospechadas de violencias para recordarnos quién tiene el poder.
Se requiere educar en igualdad, abatir los escandalosos niveles de impunidad de la justicia machista y patriarcal, se requiere que las mujeres nos amemos, nos aceptemos y nos respetemos, pero también que nos aprendamos a cuidar, y si el Estado no nos cuida, cuidémonos unas a otras.

CIMACFoto: Hazel Zamora Mendieta

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