Sin embargo, pese a estos datos,
contrario a lo que se piensa, la violencia contra las mujeres ofende, indigna,
sí, pero no en contra de quienes la ejercen sino en contra de quienes la
denuncian y tratan de impedirlo. Eso nos ubica en un escenario hostil y
violento no solo a las víctimas sino también a las defensoras, a las que
marchan, y a las abogadas que son en su mayoría quienes deciden acompañar a las
víctimas en el largo camino de la búsqueda de la justicia.
Sé bien que son dos temas, dos
aspectos de un mismo problema, por un lado, la violencia contra las mujeres y
esas estadísticas de horror, saber que solo en un municipio del Estado de
México, en Ecatepec, en los últimos 4 años (de 2015 a 2019) asesinaron
a mil 258 mujeres, de las cuales sólo 53 son considerados como feminicidio,
esto según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública (SESNSP), de ellos, mil 256 fueron con arma de fuego, arma blanca u
“otro elemento”.
En tanto, en el mismo período de tiempo
aproximadamente un
total de mil 193 mujeres fueron sido asesinadas en Argentina. En el país
sudamericano, según reporta la Agencia EFE, se produce un asesinato de mujer
cada 30 horas. Solo en la que va de 2019 -hasta el 20 de mayo- se registraron
133 casos de feminicidio, de los que 121 fueron muertes de mujeres y los otros
12 “vinculados”, de niños o niñas relacionados con ellas.
Este dato de horror para la vida de
ambos lugares nos pone en contexto de lo que las mexicanas están afrontando en
términos numéricos. El municipio de Ecatepec tiene un total de un millón 677
678 mil habitantes, de los cuales 863 mil 201 son mujeres. En el país del sur
estamos hablando de una población total de 44 millones 560 mil habitantes, con 22
millones 714 mil 452 mujeres.
La proporción es de horror, no
queda la menor duda. El riesgo de ser mujer en el municipio de Ecatepec es
desproporcionado en relación con el número de casos de feminicidio por número
de mujeres que habitan esa superficie territorial.
El comparativo sólo de las cifras
de feminicidio o muertes violentas de mujeres es de terror, no faltan los
argumentos que “justifiquen” y aleguen que es “por el número de habitantes”,
por esa razón recurrí a buscar el dato de cuántos habitantes en total y cuántas
son mujeres, para desarmar esos comentarios que he oído a lo largo de los
últimos días que cité esas cifras.
Pero lo que subyace, lo que hay
detrás de esas resistencias y esos argumentos de justificar los asesinatos de
mujeres, es el desprecio por la vida de las mujeres, algo que ha contaminado y
contagiado tanto a hombres como a mujeres, sólo basta leer los comentarios de
las personas que justifican la violencia y que incluso llaman a replicarla
contra las mujeres que protestan, contra las “feminazis”, contra las defensoras
y las abogadas que acompañan a mujeres víctimas, contra las mujeres que viven
libremente o que reclaman su derecho a una vida libre de violencia.
Desafortunadamente no estamos en un
país en el que la violencia que ofenda e indigne es la que viven las mujeres,
más bien es más común encontrar a personas -insisto, hombres y mujeres- que se
ofenden e indignan contra las mujeres que reclaman la vida libre de violencia y
se atreven a pensar que son personas, que tienen derechos y que los pueden
ejercer.
Aunque parezca increíble, basta
repasar que en a algunas personas se les tiene que recordar que no son
“privilegios” los que tienen las mujeres al acudir a denunciar la violencia y
ser escuchadas y que se haga algo frente a esa violencia, o que reclamen
desalojar al agresor, o que pidan una pensión y separarse de sus parejas
violentas y misóginas, es inaudito que se refieran a estos hechos como “falso
empoderamiento, que lo hacen porque son “privilegios” o porque como se “sienten
que tienen la razón”, un repertorio que en realidad revela sus propias
misoginias y fobias hacia las mujeres en una sociedad que nos enseña
naturalmente a despreciar la vida de las mujeres y las niñas, incluso a las
propias mujeres.
Al menos a mí no me sorprende, pero creo justo que el problema se
agudiza porque dentro de más esfuerzos que hacemos las mujeres por salir
de la violencia de este mundo, peor es el escenario pues el sistema
social violento y patriarcal se resiste e impide bajo todos sus
mecanismos que las mujeres rompamos ese ciclo mortal de violencia en el
hogar, en las calles, en las instituciones y en los trabajos donde
hombres y mujeres violentos y misóginos harán todo lo posible por
desalentarnos y hacernos permanecer en ese ciclo, en esa alianza de
guardianas del patriarcado y pactos patriarcales de encubrimiento mutuo,
ejerciendo toda la violencia posible contra las mujeres.
CIMACFoto: César Martínez López
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