Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Ni como broma, salvo su mejor opinión, es recomendable que el presidente Andrés Manuel afirme: “Añado otra cosa, ya estoy chocheando también, tengo fuerza, aquí está mi compañero beisbolista, estoy bateando arriba de 300 (…)”
En primer lugar porque para bromear es preciso saber hacerlo y no pareciera ser el caso. Es para recordarse que cuando el semanario Proceso usó en la portada una foto que no le favorecía porque lo mostraban “chocheando”, al decir de López Obrador, se molestó. Y los editores de cualquier medio tienen y deben tener plena libertad para definir contenidos, agenda informativa, portadas, imágenes, todo. Y ningún empresario periodístico o los directivos tienen por qué favorecer en las fotografías que publican a los hombres y mujeres del poder político, como tampoco a los del poder económico (financiero y bursátil), criminal, religioso y mediático, a los poderes fácticos, pues, a pesar de que por lo general no los tocan ni siquiera con el pétalo de una crítica porque son anunciantes o mecenas.
Veamos los significados. “Chochear. Verbo intransitivo. “Tener debilitadas o disminuidas las facultades mentales a causa de la avanzada edad. 2. Coloquial. Extremar una persona el amor, el cariño o la simpatía que siente por alguien o algo hasta el punto de comportarse como si tuviese debilitadas las facultades mentales.”
Menos todavía es aconsejable el uso de fórmulas en broma cuando la troika partidista decadente (PAN, PRI y PRD) y empresariales –muchos de los muy pocos dueños de México ya fueron acotados por Obrador, e indignados están por ello–, se encuentran a la casa de los gazapos presidenciales y dispuestos a su uso abusivo en las campañas mediáticas, incluidas las redes sociales, descontextualizándolos si es necesario.
Ahora mismo circula un anuncio en el que el PRI se presenta cínicamente como “Revolucionarios” y en el que usan la imprecisión presidencial de que el gobierno de la Cuarta Transformación también protege la vida de los hombres y mujeres del crimen organizado, lo cual siendo humanitariamente correcto –la vida de cualquier ser humano por encima de ideologías, condiciones sociales, razas, religiones, preferencias sexuales, quehaceres (tanto legales como ilegales) debe estar protegida por el Estado mexicano–, pero sería más preciso decir que el gobierno trabaja para disminuir la letalidad en los enfrentamientos con las bandas delincuenciales, y no como lo practicaban un día sí y otro también durante el gobierno de la dupla política y presuntamente criminal de Felipe Calderón Hinojosa y Genaro García Luna.
A veces da la impresión de que el tabasqueño de Tepetitán (Macuspana) no aquilata suficientemente el valor y la trascendencia de sus juicios y opiniones no sólo por su condición de presidente de México, también por el hasta hoy imbatible liderazgo social y político que desempeña, y que lo llevó por enésima ocasión a ser el segundo mandatario en la aldea global con más apoyo ciudadano en su país, sólo después de Narendra Modi, primer ministro de India, el segundo país más poblado de la Tierra y una de las principales economías del orbe, mismo que cuenta con un vigoroso movimiento social que impugna sus políticas denominadas neoliberales.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, es preciso registrar que se avecinan batallas políticas y mediáticas en las que las afirmaciones con inexactitudes presidenciales serán usadas en su contra, así como de la transformación que encabeza y el relevo generacional cada vez más próximo.
Acuse de recibo
De acuerdo con la información proporcionada por el presidente Andrés Manuel en varias mañaneras, 120 millones de dólares pagó el gobierno del pillastre Felipe Calderón por un terreno ubicado a 100 kilómetros de Mazatlán, Sinaloa, propiedad de los herederos de Antonio Toledo Corro, exsecretario de la Reforma Agraria y exgobernador de Sinaloa (John Deere, le apodaban por sus negocios con la trasnacional). El difunto era muy generoso con sus novias (mal llamadas “amantes” porque éstos son los que se aman), con base a los recursos públicos que administraba o mejor dicho derrochaba, pues les regalaba casas en exclusivas zonas residenciales... Del extraordinario volumen El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo, de Irene Vallejo (Penguin Random House Grupo Editorial, 2021, 458 páginas): Hace 3 800 millones de años existen los organismos vivos. 2.5 millones de años, animales muy parecidos a los humanos. Hace 300 000 años domesticaron el fuego y 100 000 años conquistaron la palabra. Entre el año 3 500 y 3 000 AC, los primeros signos fueron trazados en el barro por genios sumerios anónimos en Mesopotamia. En el siglo XX, cinco milenios después, la escritura fue una “habilidad extendida”. El arte de amar, del poeta Ovidio, fue el primer libro censurado, consta de tres volúmenes o libritos. El autor, Ovidio, fue exiliado por Augusto (página 214, 273 y 281).
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