Maciek Wisniewski
caza de brujasneomacartista– dependen más de qué tanto uno toma en serio la propia retórica trumpista, tal vez una mirada analítica atrás a su primera presidencia sería útil para pensar en el presente.
En este sentido, el trabajo de Corey Robin, profesor de ciencia
política en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), alumno del
gran historiador marxista Arno J. Mayer (n9.cl/dnp2k), especialista en el movimiento conservador y autor, entre otros, de La mente reaccionaria: el conservadurismo desde Edmund Burke hasta Donald Trump (2011/2017) –libro que en buena medida predijo a Trump
(n9.cl/860rz)–, constituye una interesante y sobria mirada.
Uno de los principales ejes de su análisis es el afán de pensar en la
anatomía política de Trump como producto particular del conservadurismo
estadunidense que estaba destinado a producirlo
. En una explícita negativa a analizarlo mediante las comparaciones históricas al fascismo
y contrario a muchos analistas conservadores-liberales que lo veían como una aberración
−con tal de preservar la inocencia su propio campo−, para Robin, Trump desde los inicios ha representado lo más exitoso de la política masiva de privilegios en Estados Unidos contemporáneo
, el meollo de toda la política conservadora, siendo a la vez una continuación e innovación de ella (n9.cl/lm1q8).
Si bien los conservadores, subraya Robin, siempre están interesadosen preservar
algo o regresar a los viejos tiempos
–como Trump con su MAGA
y el afán de retornar hoy a la Edad Dorada
de William McKinley (1897-1901)–, su objetivo a menudo son también las propias élites que se han vuelto demasiado cómodas con sus privilegios
, los sentimientos que Trump instrumentalizó a la perfección durante la campaña de 2024 contra la gerontocracia demócrata.
Por otro lado, lo que desde los inicios era nuevo en él, era su
voluntad –al menos retóricamente–, de desafiar el fundamentalismo de
mercado desde la derecha. Por supuesto, no ha hecho nada sustancial
respecto a esto, pero introdujo una retórica populista que no se ha
visto en la derecha estadunidense desde hace un buen tiempo
, escribía Robin, algo que igualmente se observa en su segundo mandato.
Como gran hombre de negocios
, el estatus sobre el cual desde
los inicios ha capitalizado, exponiendo de paso involuntariamente esta
tradición como fraude y engaño (n9.cl/xrk07), no sólo ha tenido la osadía
de denunciar los estragos del libre comercio
sobre los estadunidenses, sino la globalización –hoy en ocaso–, como transa
,
vista así siempre desde la izquierda. Sus aranceles han sido pensados
explícitamente como una panacea a ella, pero de paso revelaron igual que
Trump es incapaz de comprender los conceptos abstractos de la economía
o los mercados
que al final se rebelaron contra él y lo forzaron a dar marcha atrás
(algo que, de paso, confirmó el análisis básico marxista acerca del
Estado y quién realmente gobierna en él).
Por otro lado, la negativa de Robin de comparar a Trump con el fascismo
, residía siempre en la llamada cuestión de las instituciones
:
mientras la narrativa dominante –tanto durante su primer mandato como
ya durante el presente– es que el trumpismo “destruye las instituciones
que son ‘buenas’ y hay que defenderlas a toda costa”, para Robin “las
cosas peores y más terribles que ha hecho Estados Unidos casi nunca han
sucedido a través de la destrucción de las instituciones, sino a través
de ellas y mediante las propias prácticas y ‘principios políticos’
estadunidenses” (n9.cl/g5o7e0).
Así, los problemas principales de la democracia en ese país tienen en
sus ojos raíces estructurales en el orden constitucional anticuado y
antidemocrático que privilegia el gobierno de minoría
−la
verdadera fuente del poder de los republicanos− y que, al no nutrirse
tanto de la demagogia ni del populismo de masas, sino del constitucionalismo faccioso
, es algo, en efecto, casi todo lo contrario del fascismo
(n9.cl/vd9p4).
De allí que igualmente hablar hoy de una crisis constitucional
, como subraya por ejemplo el jurista Samuel Moyn (n9.cl/8bj9b), es una manera de evitar de hablar de la política y la retórica de que las instituciones y/o las cortes nos van a salvar
–el tipo de análisis que durante la primera presidencia de Trump fustigaba duramente también Robin (n9.cl/ij5jte)–, oscurece que han sido ellas y todo el orden constitucional vigente que en realidad facilitaron su auge.
Si bien queda claro que esta vez Trump llegó al poder con más
experiencia, otro equipo y más determinación, el punto principal de
Robin es que, a lo largo de su primer gobierno, no consolidó el control
sobre el Estado ni estuvo particularmente interesado en ello (n9.cl/iraby),
es digno de recordar. Hoy las iniciativas como DOGE son destructivas,
pero no consolidadoras y −de modo sintomático−, Trump en sus primeros
cien días no ha aprobado ninguna ley (sic), apoyándose sólo en las,
fácilmente reversibles, órdenes ejecutivas, tal como lo hizo
anteriormente. La mayoría de ellas, como bien apuntaba en su momento
Robin, eran tan retóricas como sus propios discursos
–como hoy una que... puso fin
a los popotes de papel–, y que en realidad no ordenaban ni ejecutaban ninguna gran cosa
.
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