A la Mitad del Foro
Saturnalia sangrienta
Sesenta muertos hubo ese mismo día en el ensangrentado territorio de la nación. Felipe Calderón hizo una pausa en su participación en la cumbre climática y declaró heroica la muerte de un tercer maestre caído en la batalla. Abierta la caja de Pandora mediática, las primeras planas del amarillismo desplegaron imágenes del capo sinaloense muerto por las fuerzas armadas. Y la vergüenza enrojeció el rostro de los mexicanos. El agravio es al imperio de la ley. El estado de derecho no es un estado de ánimo. Policías y Ministerio Público se ocultaron bajo polvorientos archivos; los jueces que debieron ordenar los cateos y las aprehensiones de los indiciados nada hicieron, nada harán, nada, nada.
Los lectores cautivos de la nota roja política supieron finalmente por qué aparecen los soldados y fuerzas del orden con los rostros cubiertos en los foto-dramas cotidianos de la guerra contra el crimen organizado: el presidente Calderón dio a conocer el nombre del tercer maestre muerto en combate; y se le rindieron honores en funerales a los que asistieron familiares y vecinos: su madre recibió la bandera nacional que había cubierto el féretro mientras el clarín tocaba silencio. Y en plena fiesta de histeria mediática, un diario publicó los rostros de los familiares del héroe muerto, con un círculo en torno a cada rostro: eran el blanco. Por la noche llegaron los matarifes a sueldo a Paraíso, Tabasco, y asesinaron con sevicia a la madre y a otros tres familiares de Melquisedet Angulo Córdova, el tercer maestre muerto en Cuernavaca.
El abogado Gómez Mont había convocado a los medios para asegurar a los avergonzados mexicanos que no había culpable alguno de la publicación del montaje y manipulación que alteraron la escena del crimen para presentar el cadáver del capo con los pantalones caídos y el cuerpo cubierto por billetes y joyas. El presidente Calderón expresó solidaridad con el dolor de la familia del héroe muerto. Y de inmediato proclamó que no cedería ante la violencia criminal. Nadie se lo ha pedido. Nadie espera que la república se rinda y deje el poder soberano en las manos sucias de narcotraficantes y en las manicuradas de sus socios financieros, operadores del lavado de miles de millones de dólares.
Pero ha fracasado la estrategia inconsulta de la guerra contra el crimen organizado. Los bienintencionados retoman la fantasía de la legalización de las drogas: el libre mercado lo resuelve todo; cura sus propios males. Quien lo dude, pregúntele a Agustín Carstens y a los del sistema plural de partidos que aplaudieron su designación de gobernador del Banco de México. Aunque siempre habrá algún aferrado a la terca realidad que aplique al del catarrito, a Paco Gil y el resto de la cofradía lo dicho por John Lanchester en Héroes y ceros, al suicidarse Wall Street: Los individuos en el poder creyeron que sabían más de lo que sabían. Los banqueros, evidentemente, sabían demasiado de matemáticas y no lo suficiente de historia. O quizás no sabían lo indispensable de ambas
.
La policía nacional que no tenemos, que estamos muy lejos de haber integrado, capacitado, puesto en acción, va quedando entre las buenas intenciones que empedraron el camino de este infierno. Demasiado poder para quien no puede o no quiere ejercerlo sujeto al dictado de la norma: únicamente las facultades expresas que la ley señala. Demasiadas ambiciones desatadas al convertir el control policiaco en combate, en batalla de la guerra contra el crimen organizado. El Ejército obedece al mando civil. Pero se le ha puesto en entredicho. En las calles, el derramamiento de sangre; en los corredores de Palacio, las murmuraciones y sospechas, fundadas o no, que se dejan correr en la embriaguez mediática: ...hay X oficiales involucrados, indiciados
, se divulga con estulta inconciencia.
Los gestos de valiente, las frases retadoras, el discurso guerrero, reflejan inconciencia o desconcierto. No hace mucho que el abogado Gómez Mont rozó el ridículo al retar a los capos: ¡Vengan por nosotros, aquí los esperamos! Las condolencias presidenciales por la familia asesinada en Paraíso, Tabasco, no liberan de la irresponsabilidad de haber cedido a la tentación mediática. Hay que rescatar a la soberanía secuestrada por el narco y los poderes fácticos, desde la clerigalla retadora y oscurantista, hasta la oligarquía erigida en tutora del gobierno. Hay que acatar el imperio de la Ley.
El titular del Poder Ejecutivo ha de ceñirse a lo que ordena el artículo 29 de la Constitución: En los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, de acuerdo con los titulares de las secretarías de Estado, los departamentos administrativos y la Procuraduría General de la República, y con aprobación del Congreso de la Unión y, en los recesos de éste, de la Comisión Permanente, podrá suspender en todo el país o en lugar determinado las garantías que fuesen obstáculos para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación; pero deberá hacerlo por un tiempo limitado por medio de prevenciones generales y sin que la suspensión se contraiga a determinado individuo. Si la suspensión tuviese lugar hallándose el Congreso reunido, éste concederá las autorizaciones que estime necesarias para que el Ejecutivo haga frente a la situación, pero si se verificase en tiempo de receso, se convocaría sin demora al Congreso para que las acuerde
.
El titular del Ejecutivo puede suspender garantías individuales, pero necesita la aprobación del Congreso de la Unión
. Tanto que de estar en receso las cámaras, la Comisión Permanente convocaría sin demora al Congreso para que las acuerde
. Más claro no canta un gallo. Felipe Calderón puede utilizar a las Fuerzas Armadas para combatir al crimen y hacer frente a la perturbación grave de la paz pública, a la violencia del narco que ha puesto a la sociedad en grave peligro o conflicto
, pero necesita la aprobación del Congreso, solicitar las autorizaciones que el Poder Legislativo estime necesarias.
La barbarie impera, ruedan cabezas y siembran cuerpos degollados en Michoacán, Guerrero, Chihuahua, Sonora, Sinaloa, Tamaulipas, Morelos. Y la cruel paradoja de Paraíso, Tabasco. En la sierra y en el llano; en las ciudades del desempleo y la desesperanza donde incuba el huevo de la serpiente; en el llano seco del hambre y la procreación de generaciones nómadas; en las aulas abandonadas, sin pupitres, sin pizarrones, sin maestros. Y sin comida para las criaturas que así no podrán liberarse del yugo de la pobreza que se multiplica geométricamente.
Es hora de acatar el mandato de la ley, que es el del pueblo soberano. Suyo es el monopolio de la violencia, pero el gobierno ha de aplicar la violencia legal, o se convertirá en reflejo de la violencia criminal. Espejito, espejito...
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