MÉXICO, D.F., 20 de mayo (apro).- Conozco personas, amigas, de origen europeo, que se sorprenden por nuestra vida cotidiana. En sus países “hay ciudadanía”, no hay corrupción popular, no se usa el tráfico de influencias, allá nadie puede librarse de un agente de tránsito con una “mordida” y, fuera del terrorismo en Irlanda y en España, son casos aislados, o aparecen algunos crímenes contra migrantes coreanos o latinoamericanos, depende del país.
En sus países ninguna diputada electa renunciaría para dejar a su marido el puesto y ninguna funcionaria tendría la desfachatez de despedir de un jalón a un grupo de trabajadoras, en muchos casos colaboradoras en las instituciones de género.
Tienen razón en una cosa: por supuesto que hay más tradición ciudadana y la gente paga impuestos, casi toda o toda, cosa impensable en México. Y tienen razón en el sentido de que existen mejores niveles de vida que en nuestros pobres países.
Tienen razón. En sus países hay verdaderas universidades y se desarrolló la ciencia y la tecnología. Tienen razón en sorprenderse de nuestras costumbres y tradiciones, allá las perdieron hace mucho tiempo.
Por eso extraña tan profundamente que España, en la presidencia de la Unión Europea, viole los principios básicos de esa Unión, de exigir a sus socios respeto a los Derechos Humanos y democracia para vincularse empresarial y políticamente.
En México hay un foco rojo. Los europeos no pueden dejar de mirarlo. Cada tercer día hay algún crimen de gran envergadura.
Periodistas, políticos locales y funcionarios de todos los niveles son perseguidos, asesinados, secuestrados, “levantados” por comandos, y la población civil sufre las consecuencias en decenas de vidas pérdidas.
Ahora, en su sesión solemne, evitaron dar oídos a “habladurías”, esas que dejaron inertes a Bety Cariño y Jyri Jaakkola, éste de origen finlandés, el 17 de abril pasado en San Juan Copala, Oaxaca.
Extraña que esos gobiernos “civilizados” desconozcan que en México la espiral de violencia fue desatada precisamente por el gobierno. Igualito a George W. Bush luego del ataque a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, del que ahora conocemos todas sus mentiras.
De la misma forma, Calderón inició una guerra contra el crimen organizado en diciembre de 2006, para ponerse una chaqueta militar y aliarse con las fuerzas armadas a fin de legitimar su mandato.
El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue el primero en felicitarlo, en julio de 2006, sin el recato diplomático que se acostumbra. Desde luego que ahora son socios, España y México, porque es el capital la razón principal, eso de los derechos humanos es puro cuento.
España, hay que decirlo cuantas veces sea necesario, es el principal inversionista europeo en México y el segundo después de Estados Unidos. El monto de la inversión de nuestros antiguos conquistadores es de 35 mil millones de dólares.
Alemania tiene en nuestra región sus ensambladoras de autos, y en Brasil y México han garantizado, incluso, disminuir los derechos laborales para que éstas crezcan.
La inversión y el interés por nuestra región desde los europeos, legitiman la espiral de violencia en México, esa que, dice Calderón a los europeos, es menor en número de muertes que la de Colombia o Brasil.
Me da risa. Parece que Héctor Aguilar Camín, historiador y conocido por su influencia editorial en la revista Nexos, comentarista del monopolio televisivo, ha instruido cabalmente a Calderón: ¿importa el número o la calidad y sentido del crimen?
Por ser menos muertos, tarea que se empeña en difundir Aguilar Camín a través de todos los medios, en caso de que así lo prueben las estadísticas, ¿es lo mismo un finlandés asesinado por represión a una caravana por la paz y una defensora de Derechos Humanos, en la misma caravana, que un borracho pendenciero?, para usar las palabras de Aguilar Camín, quien dice que hay mucho malviviente en los alrededores de las ciudades y que los medios “construyen y se fascinan con la violencia”.
Y el día 17 de mayo, ungido Calderón en la Unión Europea como “paladín” y socio, dijo que el problema de la violencia es pura percepción. Aguilar Camín le echa la culpa a los medios. Y los desaparecidos de los medios y sus jefes amenazados ¿a quién le pueden echar la culpa?
Lo que apena es constatar lo obvio. El dinero y el poder es lo que priva en cualquier bloque europeo, asiático o americano. ¿Y los líderes africanos? Son los del poder, que adentro, como en España, no han permitido abrir la justicia para los crímenes impunes del régimen de Francisco Franco.
Me apena que “civilización” y” ciudadanía” no sean lo mismo para unos y otras. Realmente alguien como Aguilar Camín diría: y, bueno, ¿quién se acuerda de lo hecho por Francisco Franco? Claro, ¿quién se acuerda de los crímenes de nuestros próceres en México? ¿Y de las invasiones a nuestro territorio en el siglo XIX por franceses y norteamericanos, que sólo por extravagancia documentó profusamente Gastón García Cantú?
El dinero, señores y señoras, es lo que cuenta. Claro, quienes de Europa vienen, en calidad intelectual o de apoyo, abren tamaños ojotes, y ¿cómo es que en este país –refriéndose a México– son tan machos los hombres? Bueno, seguro que no saben en Finlandia, me contó la mexicana Edmé Domínguez, investigadora que vive en aquel país de Europa del Norte, que las mamás ya no están tranquilas cuando las chicas salen el fin de semana: pueden violarlas y rara vez se encuentra a los culpables.
En fin, una sola cosa en la que es necesario pensar: los derechos humanos están en manos de Lutero, en su defensa se invierten millones de dólares, miles de personas trabajan por ellos, son especialistas, lo hacen de tiempo completo y no pasa nada. De ahí se demuestra que sólo la fuerza social organizada, por sí misma, podrá recuperarlos y defenderlos, los gobiernos no.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario