5/19/2010

Crimen y venganza

Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)

En algún lugar utópico, donde imperan la justicia y el honor, se defienden los derechos inalienables de los seres humanos; pero en el mundo real, gobernado por estirpes de tiranos y fascistas, las utopías están recluidas en el calabozo de los sueños... Una de los proyectos de la posmodernidad es la instauración de un orden global con la capacidad moral y la competencia suficiente para perseguir y castigar excesos autoritarios y abusos del poder.

En un entorno globalizado, la ley se aplicaría universalmente. En esta lógica, el Tribunal Penal Inte
rnacional (TPI) nació con el objetivo de juzgar a las personas que han cometido crímenes de genocidio, de guerra y de lesa humanidad, entre otros, y tiene su sede en La Haya, Holanda. El TPI elige a sus miembros por sus méritos y se intenta que estén representados los principales sistemas jurídicos del mundo. Recientemente, el juez español Baltasar Garzón recibió una invitación del TPI para integrarse como asesor externo de la institución al ser experto en crímenes contra la humanidad. En 1998, Baltasar Garzón ordenó la detención de Augusto Pinochet, acusado de la desaparición de ciudadanos españoles en Chile durante la dictadura del general (1973-1990.

En el 2000, Garzón acusó al ex militar argentino Ricardo Miguel Cavallo, detenido en México, de los delitos de terrorismo, genocidio y torturas, presuntamente cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada Argentina durante la dictadura militar (1976-1983).
Pero los méritos del juez Baltasar Garzón, reconocidos en el TPI y en el mundo entero, son la causa de un proceso judicial en su contra. Los herederos del fascismo lo acusan de prevaricación: perseguir y condenar crímenes de lesa humanidad cometidos en el franquismo sin tener las facultades para ello.

Este proceso injusto y vengativo ensombrece el ideal de una justicia de observancia universal con la autoridad moral y ética para castigar los crímenes contra la humanidad en cualquier parte del planeta. La permanencia de adeptos y herederos del franquismo, y de cualquier totalitarismo, inhiben el surgimiento de la justicia universal.


Y las amenazas son latentes: inexplicablemente persisten y se expanden tendencias xenofóbicas; la discriminación racial no es el credo exclusivo del neo-nazismo, en la criminalización por cuestiones étnicas se registra un peligroso resurgimiento, como lo confirma la ley SB1070 en Arizona. No sé… tal vez, los seres humanos portamos un gen que se activa de cuando en cuando. Un gen que nos predispone al dominio, al abuso de los débiles y a la maldad. Sólo así se explica la constante repetición de aberraciones y masacres en un mundo gobernado por las estirpes de tiranos y fascistas que recluyen las utopías en el calabozo de los sueños…

Laura M. López Murillo es Lic. en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.

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