Lecciones del domingo
Detrás de la Noticia | Ricardo Rocha
1ª.- ¿Goliza priísta? Según se quiera ver. Por supuesto que desde la óptica tricolor, ganar ocho o tal vez nueve gubernaturas de doce posibles es un resultadazo, un nocaut efectivo, una goliza peor que la de Alemania a Argentina. Quién negaría la hazaña electoral de refrendarse en Quintana Roo, Tamaulipas, Veracruz, Chihuahua e Hidalgo; casi casi también en Durango; y recuperar de las garras panistas Tlaxcala y Aguascalientes y de las fauces perredistas Zacatecas. El público estalla en una cerrada ovación y hasta hace la ola en el estadio. Pero poco después ha de venir una chifliza gigantesca por otros resultados del mismo domingo. Cómo explicar que bastiones dinosáuricos como Puebla, Oaxaca y Sinaloa y en una de esas Durango les hayan sido arrebatados de las manos. Vaya, ni con la asesoría de Maradona podrían justificarse.
2ª.- Gobernadores expulsados. Eso han hecho las mayorías en varios estados de la República . Como en los casos del góber precioso en Puebla, del horroroso en Oaxaca y del ganancioso en Sinaloa. A Marín, Ulises y a Aguilar Padilla los electores les sacaron tarjeta roja porque no quisieron volver a verlos ni en pintura. Ni a ellos ni a sus herederos políticos.
3ª.- Los candidatos también juegan. Por supuesto que si se combinan gobernadores que han acumulado un montón de tarjetas amarillas con candidatos incondicionales pero deslavados o incómodos como el poblano López Zavala, el oaxaqueño Eviel y el sinaloense Vizcarra, la fórmula es desastrosa. En sentido contrario, hubo candidatos que supieron imponerse a todas las adversidades: como Mariano González en Tlaxcala, que ganó a pesar del góber panista local y la candidata amiga del Presidente; o de Miguel Alonso en Zacatecas, quien pudo triunfar no obstante las inquinas de su excorreligionaria, la góber jactanciosa Amalia García.
4ª.- El PRI hasta el silbatazo final. Los que auguraron que el 2010 sería el prólogo del arrasamiento en el 2012 se equivocaron. Hay que contar los votos obtenidos incluso donde se aseguró que iban a arrollar y ganaron apenitas.
5ª.- Las alianzas y el juego de conjunto. Oportunistas, aberrantes, vergonzosas y descastadas. Sí. Pero las alianzas PAN-PRD y anexas funcionaron. Ahora hay que ver cuánto duran y en qué términos.
6ª.- Las encuestas son como las vuvuzelas. Cada quien se compra la que puede y al principio produce un sonido muy simpático. Pero después se multiplican y es tanta la estridencia que terminan por deformar la observación del partido. Hasta que caen los goles de a de veras
1ª.- ¿Goliza priísta? Según se quiera ver. Por supuesto que desde la óptica tricolor, ganar ocho o tal vez nueve gubernaturas de doce posibles es un resultadazo, un nocaut efectivo, una goliza peor que la de Alemania a Argentina. Quién negaría la hazaña electoral de refrendarse en Quintana Roo, Tamaulipas, Veracruz, Chihuahua e Hidalgo; casi casi también en Durango; y recuperar de las garras panistas Tlaxcala y Aguascalientes y de las fauces perredistas Zacatecas. El público estalla en una cerrada ovación y hasta hace la ola en el estadio. Pero poco después ha de venir una chifliza gigantesca por otros resultados del mismo domingo. Cómo explicar que bastiones dinosáuricos como Puebla, Oaxaca y Sinaloa y en una de esas Durango les hayan sido arrebatados de las manos. Vaya, ni con la asesoría de Maradona podrían justificarse.
2ª.- Gobernadores expulsados. Eso han hecho las mayorías en varios estados de la República . Como en los casos del góber precioso en Puebla, del horroroso en Oaxaca y del ganancioso en Sinaloa. A Marín, Ulises y a Aguilar Padilla los electores les sacaron tarjeta roja porque no quisieron volver a verlos ni en pintura. Ni a ellos ni a sus herederos políticos.
3ª.- Los candidatos también juegan. Por supuesto que si se combinan gobernadores que han acumulado un montón de tarjetas amarillas con candidatos incondicionales pero deslavados o incómodos como el poblano López Zavala, el oaxaqueño Eviel y el sinaloense Vizcarra, la fórmula es desastrosa. En sentido contrario, hubo candidatos que supieron imponerse a todas las adversidades: como Mariano González en Tlaxcala, que ganó a pesar del góber panista local y la candidata amiga del Presidente; o de Miguel Alonso en Zacatecas, quien pudo triunfar no obstante las inquinas de su excorreligionaria, la góber jactanciosa Amalia García.
4ª.- El PRI hasta el silbatazo final. Los que auguraron que el 2010 sería el prólogo del arrasamiento en el 2012 se equivocaron. Hay que contar los votos obtenidos incluso donde se aseguró que iban a arrollar y ganaron apenitas.
5ª.- Las alianzas y el juego de conjunto. Oportunistas, aberrantes, vergonzosas y descastadas. Sí. Pero las alianzas PAN-PRD y anexas funcionaron. Ahora hay que ver cuánto duran y en qué términos.
6ª.- Las encuestas son como las vuvuzelas. Cada quien se compra la que puede y al principio produce un sonido muy simpático. Pero después se multiplican y es tanta la estridencia que terminan por deformar la observación del partido. Hasta que caen los goles de a de veras
Los primeros resultados
Alejandro Encinas Rodríguez
Tras la elección del pasado domingo se ha generalizado la tentación de presentar conclusiones globales para utilizar mediática y políticamente los primeros resultados a favor no sólo de los contendientes sino de los intereses más disímbolos. Pero debe hacerse un análisis objetivo de lo que hasta ahora ha acontecido. Por ello, a reserva de disponer de los resultados oficiales y de su litigio, adelanto las siguientes consideraciones:
1. Ante los signos ominosos que precedieron la elección —el asesinato del candidato del PRI en Tamaulipas, la violencia en Oaxaca, el cinismo de los gobernadores negando delitos que evidencian distintas grabaciones, la pérdida de autonomía de los órganos electorales—, ésta se desarrolló sin violencia gracias a la participación ciudadana, la presencia de observadores y la estructura de defensa del voto que inhibieron la capacidad de operación de la mapachería.
2. Los procesos que vivimos este 4 de julio son locales, que si bien se celebran el mismo día, obedecen a dinámicas regionales con condiciones y características propias. Si bien es importante quién gana la gubernatura, falta analizar los resultados puntuales, los porcentajes de cada partido y el contrapeso que ejercerán en los congresos locales y en los municipios, por lo que no marcan una tendencia nacional.
3. La buena noticia, incluso para quienes cuestionamos las coaliciones, es que perdieron dos de los caciques más autoritarios del sindicato de gobernadores: Ulises Ruiz y Mario Marín. La mala, es la permanencia de Fidel Herrera y Miguel Ángel Osorio en Veracruz e Hidalgo. Ya caerán.
4. La mayor parte de los medios de comunicación y el PRI insistirán en que el dinosaurio está vivo y listo para restaurar el viejo régimen, lo cual no se sostiene con los resultados, ya que el PRI pierde al menos tres gubernaturas —falta Durango. Calderón y el PAN pierden Aguascalientes y Tlaxcala, y ciudades como Tijuana, Mexicali y en general las elecciones locales en Baja California, y el PRD pierde un bastión emblemático en el centro norte del país: Zacatecas.
5. Por ello no caben análisis superficiales, como de quienes afirman que regresó el PRI. Por el contrario, asistimos a elecciones en estados en su mayoría gobernados por el PRI en los que se ha mantenido un férreo control sobre su estructura corporativa, a la que distintos gobernadores, en especial Peña Nieto en todos éstos, y Humberto Moreira en Zacatecas, canalizaron fuertes sumas de recursos, tanto públicos como de dudoso origen; entidades en donde los órganos electorales se han debilitado y perdido autonomía. Se debe entender además que lo que propició el cambio en las entidades ganadas por la coalición obedeció a un fenómeno donde la ciudadanía apoyó a candidatos que rebasaron las filas partidarias.
O como el de Paredes, quien sostuvo: “El PRI ganó contundentemente y nos ubica como la primera fuerza del país”. ¿Y los estados que perdió? ¿Y los 11.5 millones de mexicanos que dejará de gobernar? ¿Y los porcentajes de la oposición que generarán contrapesos en los congresos locales? ¿Y las ciudades y municipios que perdió?
O el de César Nava, quien festejando dijo que el PAN “aumentó en 50% la población que gobernará”. ¿Y los estados y ciudades que perdieron? ¿Y qué acaso los estados ganados no los ganó la coalición?
6. En el caso del PRD, más allá del gusto que da la derrota a los cacicazgos más acendrados, se avecina una discusión entre quienes sostendrán que las coaliciones fueron un éxito y deben promoverse en los próximos procesos locales y quienes las van a descalificar. Este debate debe darse sin tapujos ni fratricidios. En el centro de esta discusión debe colocarse Zacatecas, que ganó efectivamente el PRD, las declinaciones de candidatos perredistas en favor del PRI en Baja California y Tlaxcala, las incapacidades orgánicas que algunos estados alientan corrupción y pragmatismo, la necesidad de reencontrar su identidad ideológica de cara a la sucesión presidencial y cómo garantizar que en los estados donde se ganó la gubernatura se conformen gobiernos de transición democrática y no se reproduzca la mala experiencia del zeferinismo.
Faltan los resultados definitivos. Por lo pronto, lo más importante es que se frenó el intento de restauración autoritaria del viejo régimen.
alejandro.encinas@congreso.gob.mx
Coordinador de los diputados federales del PRD
Tras la elección del pasado domingo se ha generalizado la tentación de presentar conclusiones globales para utilizar mediática y políticamente los primeros resultados a favor no sólo de los contendientes sino de los intereses más disímbolos. Pero debe hacerse un análisis objetivo de lo que hasta ahora ha acontecido. Por ello, a reserva de disponer de los resultados oficiales y de su litigio, adelanto las siguientes consideraciones:
1. Ante los signos ominosos que precedieron la elección —el asesinato del candidato del PRI en Tamaulipas, la violencia en Oaxaca, el cinismo de los gobernadores negando delitos que evidencian distintas grabaciones, la pérdida de autonomía de los órganos electorales—, ésta se desarrolló sin violencia gracias a la participación ciudadana, la presencia de observadores y la estructura de defensa del voto que inhibieron la capacidad de operación de la mapachería.
2. Los procesos que vivimos este 4 de julio son locales, que si bien se celebran el mismo día, obedecen a dinámicas regionales con condiciones y características propias. Si bien es importante quién gana la gubernatura, falta analizar los resultados puntuales, los porcentajes de cada partido y el contrapeso que ejercerán en los congresos locales y en los municipios, por lo que no marcan una tendencia nacional.
3. La buena noticia, incluso para quienes cuestionamos las coaliciones, es que perdieron dos de los caciques más autoritarios del sindicato de gobernadores: Ulises Ruiz y Mario Marín. La mala, es la permanencia de Fidel Herrera y Miguel Ángel Osorio en Veracruz e Hidalgo. Ya caerán.
4. La mayor parte de los medios de comunicación y el PRI insistirán en que el dinosaurio está vivo y listo para restaurar el viejo régimen, lo cual no se sostiene con los resultados, ya que el PRI pierde al menos tres gubernaturas —falta Durango. Calderón y el PAN pierden Aguascalientes y Tlaxcala, y ciudades como Tijuana, Mexicali y en general las elecciones locales en Baja California, y el PRD pierde un bastión emblemático en el centro norte del país: Zacatecas.
5. Por ello no caben análisis superficiales, como de quienes afirman que regresó el PRI. Por el contrario, asistimos a elecciones en estados en su mayoría gobernados por el PRI en los que se ha mantenido un férreo control sobre su estructura corporativa, a la que distintos gobernadores, en especial Peña Nieto en todos éstos, y Humberto Moreira en Zacatecas, canalizaron fuertes sumas de recursos, tanto públicos como de dudoso origen; entidades en donde los órganos electorales se han debilitado y perdido autonomía. Se debe entender además que lo que propició el cambio en las entidades ganadas por la coalición obedeció a un fenómeno donde la ciudadanía apoyó a candidatos que rebasaron las filas partidarias.
O como el de Paredes, quien sostuvo: “El PRI ganó contundentemente y nos ubica como la primera fuerza del país”. ¿Y los estados que perdió? ¿Y los 11.5 millones de mexicanos que dejará de gobernar? ¿Y los porcentajes de la oposición que generarán contrapesos en los congresos locales? ¿Y las ciudades y municipios que perdió?
O el de César Nava, quien festejando dijo que el PAN “aumentó en 50% la población que gobernará”. ¿Y los estados y ciudades que perdieron? ¿Y qué acaso los estados ganados no los ganó la coalición?
6. En el caso del PRD, más allá del gusto que da la derrota a los cacicazgos más acendrados, se avecina una discusión entre quienes sostendrán que las coaliciones fueron un éxito y deben promoverse en los próximos procesos locales y quienes las van a descalificar. Este debate debe darse sin tapujos ni fratricidios. En el centro de esta discusión debe colocarse Zacatecas, que ganó efectivamente el PRD, las declinaciones de candidatos perredistas en favor del PRI en Baja California y Tlaxcala, las incapacidades orgánicas que algunos estados alientan corrupción y pragmatismo, la necesidad de reencontrar su identidad ideológica de cara a la sucesión presidencial y cómo garantizar que en los estados donde se ganó la gubernatura se conformen gobiernos de transición democrática y no se reproduzca la mala experiencia del zeferinismo.
Faltan los resultados definitivos. Por lo pronto, lo más importante es que se frenó el intento de restauración autoritaria del viejo régimen.
alejandro.encinas@congreso.gob.mx
Coordinador de los diputados federales del PRD
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