9/14/2011

Los revolucionarios egipcios expulsan al embajador de Israel

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
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El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (cuarto desde la derecha), encabeza una reunión semanal de gabinete en Jerusalén el domingo 4 de septiembre. Ese día Netanyahu expresó su negativa a presentar disculpas a Turquía por el ataque del año pasado a la flotilla que intentaba romper el bloqueo a la franja de Gaza en que fueron muertos varios de los activistas participantesFoto Ap

Cuando los estrategas israelíes festejan las balcanizaciones en el gran Medio Oriente, está emergiendo un común patrón conductual que ya habíamos detectado: las revoluciones árabes se posicionan contra Israel.

Hoy la moda de los revolucionarios árabes de la nueva generación consiste en exigir la expulsión de los embajadores israelíes, entre los pocos de estos países que se han atrevido a reconocer a la entidad sionista a contracorriente histórica, como es el caso significativo de Egipto (la principal potencia poblacional, cultural y militar árabe), cuando los contestatarios jordanos exigen imitar a turcos y egipcios. Las revoluciones árabes podrán derrocar a sus sátrapas pero no pueden aniquilar su propia historia, a riesgo de autonegarse y erradicar su identidad transmilenaria.

Aunque Turquía no sea un país árabe, en la fase de la diplomacia creativa de la tripleta Gul-Erdogan-Davutoglu (respectivamente su presidente, su primer ministro y su canciller), días antes del incendio de la embajada israelí en El Cairo, ya había degradado su relación con la entidad sionista (su anterior aliado estratégico) y había expulsado al embajador israelí (Bajo la Lupa, 4/9/11) como consecuencia de tres asuntos nodales: 1) el infanticidio de palestinos en Gaza que sacudió las conciencias de toda la región; 2) la pignoración unilateral de los pletóricos yacimientos de gas por Israel en sus límites con Líbano y Chipre (por extensión, con Siria) bajo la coartada del bloqueo inhumano de Gaza; y 3) el asesinato de nueve pacifistas turcos del barco Mavi Marmara en aguas internacionales por los sionistas: un verdadero casus belli, como acaba de expresar el primer ministro Erdogan (previamente a su gira triunfal por Egipto, Libia y Túnez), quien se comportó con suma prudencia reactiva.

Dos expulsiones denigrantes de dos embajadores israelíes en una semana –una oficial, de Turquía, y otra forzada, de los revolucionarios egipcios de la histórica Plaza Al-Tahrir– no habla nada bien de la inexistente diplomacia de la dupla fundamentalista del sionismo jázaro Netanyahu-Lieberman.

¿Cómo pedirle actuar con diplomacia a un ex vendedor de electrodomésticos confesamente islamófobo, palestinófobo y mexicanófobo (literal), el premier Bibi Netanyahu –coautor del manual de guerra global del Grupo PNAC (ver Bajo la Lupa, 11/9/11): Una ruptura limpia: una estrategia para garantizar el reino–, y a un anterior guarura (literal) de cabarets, Avigdor Lieberman (un caso clínico de misantropía)?

Ulrike Putz, del portal alemán Der Spiegel (12/9/11), desde Jerusalén comenta que las relaciones de Israel con Turquía están arruinadas, el plan palestino para buscar el reconocimiento de la ONU para su propio Estado, la embajada de El Cairo fue invadida: Jerusalén se encuentra bajo la máxima presión.

Ya decíamos que el problema de la dupla ultrafundamentalista Netanyahu-Lieberman es su ingratitud, en referencia al asilo de los muy respetables sefarditas (nuestros primos hermanos semitas, a diferencia de los jázaros, quienes son centroasiáticos conversos a la religión judía), desde el siglo XV en Turquía (cuyo número hoy anda en alrededor de 20 mil en Estambul, similar al monto de Teherán).

Hasta un ultrasionista inveterado como Jeffrey Goldberg (quien encabezó en los oligopólicos y desinformativos multimedia sionistas la cruzada nihilista de la dupla anglosajona contra Irak) no tiene más remedio que develar la molestia del entonces secretario del Pentágono, Bob Gates, quien fustigó a Netanyahu y a Israel de aliados ingratos (The Atlantic, 6/9/11, y Veterans Today, 11/9/11). Gates se lamenta de que pese a toda la ayuda a Israel, Estados Unidos no había recibido nada a cambio. ¡Qué iluso!

Peor aún: Barak Ravid (Haaretz, 6/9/11) revela que Gates considera a Netanyahu como un peligro para Israel.

El inextricable problema radica en que los fundamentalistas sionistas consideran que tienen a Estados Unidos en el bolsillo y hacen unilateralmente lo que se les pega la gana sin considerar los severos daños que ocasionan por doquier (incluyendo ciegamente a sus aliados pasados y presentes), gracias a la exagerada influencia que ejerce el lobby AIPAC (ver el libro clásico El lobby israelí y la política exterior de EU, de John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, dos académicos de altas polendas), ya no se diga su control de Hollywood, el Congreso y los multimedia de Estados Unidos (v. gr. la tóxica televisora Fox News y el circuito SKY de la dupla Rothschild-Murdoch), así como la banca de los sionistas de Wall Street y la Reserva Federal (la dupla Greenspan-Bernanke).

Entre el Grupo PNAC y el lobby AIPAC, Estados Unidos está siendo arrastrado a su desgracia global, como juiciosamente comprenden los estrategas del Pentágono.

Críticas severas contra el unilateralismo israelí, notoriamente perjudicial a los intereses de Estados Unidos, ya habían sido proferidas por el general David Petraeus, hoy flamante director de la CIA. ¿Cuánto tiempo más tolerarán los militares de Estados Unidos las exacciones de la dupla Netanyahu-Lieberman, al riesgo de ser arrastrados en su suicido a fuego lento?

No podían faltar los peregrinos cálculos del centro de pensamiento texano-israelí Stratfor (12/9/11) cuyo analista Kamran Bokhari, después de amarrar navajas entre Turquía y Egipto por el liderazgo musulmán, alucina que a la junta militar de El Cairo le conviene la situación para posponer las elecciones. ¡Como si pudieran!

Otro periodista israelí, Herb Keinon, del ultrasionista The Jerusalem Post, vinculado al Grupo PNAC (12/9/11) maneja la teoría conspirativa de que detrás de la casi ruptura con Israel se encuentra la exploración gasera de Chipre en conjunción con la entidad sionista. Vale la pena detenerse sobre este espinoso asunto gasero multinacional en otra ocasión y que expone el unilateralismo de Israel que colisiona con los yacimientos marítimos de gas de Egipto, Gaza, Líbano y Turquía en la parte oriental del mar Mediterráneo, hoy en ebullición. ¿Dejarán Turquía y Egipto que Israel se adueñe militarmente del gas ajeno, que siempre expusimos se encontraba detrás de su guerra fallida en Gaza?

Otro analista israelí, Gideon Levy, comenta en forma juiciosa (Haaretz, 11/9/11) que Israel paga su guerra en 2008 contra Gaza con las crisis con Turquía y Egipto. Se quedó corto. A partir de Gaza –la mayor cárcel viviente del mundo, según Benedicto XVI– y su inhumano bloqueo, la entidad sionista se aisló más de su estado natural de por sí patético a escala universal (un Estado paria, ex canciller Tzipi Livni dixit).

Más allá del lastimoso aislamiento de Israel, que pasa por una fase autodestructiva, lo notorio es la alianza estratégica que se está forjando entre Egipto y Turquía cuando el premier Erdogan ha sido entronizado por los revolucionarios de la plaza Al Tahrir como el protector del Islam, en su versión sunita, y a la cual se puede sumar creativamente la teocracia chiíta de Irán –que mantiene estupendas relaciones tanto con Ankara como idilios regenerativos con la junta militar faraónica– para construir un triángulo militar que cambiaría dramáticamente el mapa geopolítico del Medio Oriente a inicios del siglo XXI. ¡Lo que falta por ver!

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