9/13/2011

Salinas, Cepeda y Calderón


Utopía


Eduardo Ibarra Aguirre



Dice Carlos Salinas que no dijo lo que dicen que dijo. Es de sabios recular para no ofrecer un servicio al debate político del país, en particular entre el presidente que más quitó al país por vías más ilícitas que lícitas para favorecer a sus amigos y socios, y Andrés Manuel López Obrador. Mas resulta inaceptable como argumento que no interviene en asuntos electorales, cuando desde su absolutista presidencia –ganada bajo múltiples sospechas de fraude a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano– y hasta nuestros días es un factor político presente en todas las contiendas, incluida la de julio de 2012.

La oficina del “jefe de la mafia del poder en México” (AMLO dixit) explica que “Con sus gastados señalamientos inquisitoriales trata de recobrar la visibilidad perdida, a partir del lenguaje destructivo que le es característico contra un grupo de personajes relevantes de la vida pública nacional”. Y sentencia que el debate no ocurrirá, porque, “a diferencia del señor López Obrador, el expresidente Salinas no participa ni participará en las luchas electorales en curso”. Sólo apadrina a Enrique Peña Nieto.

Millones de ciudadanos usan el lenguaje que deplora Salinas de Gortari, también denominado “el genocida de Dublín” por sus políticas de aniquilación física de los adversarios de su sexenio. Vamos, ya ni siquiera sus otrora intelectuales orgánicos lo llaman “el villano favorito”, ingratos como son porque están al servicio del presidente en turno con independencia de los programas. Hoy es Felipe Calderón –empatado con Salinas por las abundantes impugnaciones a su elección–, y mañana el que llegue a Los Pinos.

El mismo día 12, el obispo de Ecatepec y uno de “Los 300 líderes más influyentes de México”, declaró sin morderse la lengua que lo distingue: “Yo le pediría al que salga presidente de México, primero que sea eficaz, que sea eficiente, que se preocupe por el pueblo y que no se clave mucha lana, con eso me conformo. Yo no le pediría nada a los aspirantes, nomás que no digan mentiras”, recomendó Onésimo Cepeda, el que enfrenta una querella judicial por “un préstamo” que otorgó por más de 130 millones de dólares en efectivo y acaso por ello mismo recomienda “robar poquito”, no tanto como en 1988-1994 en que se superó y con creces el antecedente de Miguel Alemán Valdés.

Otro de “Los 300 líderes…” auguró que “el día que los ciudadanos sean los políticos, ese día México será el proyecto de nación que todos queremos”. Seguramente Calderón Hinojosa no ignora que si tal circunstancia mediara, su sueño infantil de presidir a los mexicanos no lo padeceríamos, tampoco que los políticos de los que forma parte –con todo y que muchos resultan impresentables– son ciudadanos que se dedican profesionalmente a la política, otros lo hacen desde los poderes fácticos por medio de intermediarios, mientras otros que agotaron sus trayectos partidistas se colocan la cachucha de ciudadano, como dictan las formas “políticamente correctas”.

La desmesura de Calderón llegó al punto de postular que “Los 300 líderes…” deben “tomar al país en sus manos”, que hace falta “su participación en la toma de decisiones”, pues “sería más padre (sic), se los aseguro, que esos 300 líderes fueran diputados y lo decidieran en el Congreso”. Es decir, los dueños de México, sus ejecutivos, funcionarios públicos y comunicadores seleccionados por una publicación. Alucina, también, cuando asegura que las alzas a las gasolinas “no dañan el bolsillo de la gente”.

Otros que son ignorados por “Los 300 líderes…”, pero con los pies en la tierra, marchan por el sureste y anuncian el endurecimiento del discurso para el próximo día 23, pues “no hay conciencia de la gravedad del crimen organizado” en México.

Acuse de recibo

Francisco Salinas Ríos “refuta” Del gabinetazo al de la amistad (12-IX-11): “Calderón confirma que nunca tuvo rumbo ni él ni su gobierno. No hizo un pacto para enderezar el desvío que provocó Vicente Fox (mejor dicho Martha Sahagún), lo que además de haber legitimado su elección como jefe del Ejecutivo –que no presidente– podría haber contado con un apoyo no sólo partidario sino nacional para llevar al país a un destino mejor que el que tuvimos, y no haber iniciado una lucha solitaria contra el narcotráfico y el crimen organizado –que es verdad no empezaron con él sino que venían ya desde los 60 y 70 y bien articulado con el poder político– y no solamente contra el cártel del Golfo y Los zetas, sin atacar a la Federación que dirige Joaquín Guzmán Loera, (…) parecería que habría un acuerdo para que el crimen organizado y el narcotráfico tuviera un solo frente sin competencia. En fin, combatir crimen y narco era una tarea que debía haber sido pactada y no de un solo hombre. Además, no es suficiente acabar sino que hay que crear: lucha contra la farmacodependencia, investigación (…) y simultáneamente un programa de fomento al empleo con apoyos a las empresas e infraestructura, no sólo caminos sino ferrocarriles tan abandonados. Espero no cansarte con esta refutación”.

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