9/15/2011

Aumentan suicidios de niñas en México

En México sólo hay 887 paidosiquiatras concentrados especialmente en las tres principales urbes: la capital mexicana, Guadalajara y Monterrey...
Laura Castellanos | El Universal

Elvia se envenenó a los 14 años en su casa de Cuentepec, población náhuatl enclavada entre montañas de Morelos, a una hora en coche de Cuernavaca. Ella ingirió unas tabletas plaguicidas de uso agrícola, del tamaño de una pastilla de menta, verdosas y pestilentes, el 20 de enero del 2007.

La mirada pesarosa de su madre, Rosa Sarmina, se ahonda al mostrar el retrato de la hija ausente: se aprecia a la joven indígena de cara redonda en su uniforme de secundaria, impecable y planchado. Elvia sonríe a la cámara, está llena de vitalidad.

La muchacha era “a veces alegre, a veces callada”, dice la señora. Iba a la escuela local de Cuentepec, población de poco más de 3,500 habitantes, primordialmente campesina, que sucumbe ante el desempleo, el alcoholismo, la drogadicción y la violencia intrafamiliar.

Elvia integra el grupo femenino de 10 a 14 años que según el censo 2010 del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) tiene la tasa de mayor crecimiento poblacional en suicidios de 1990 a 2009 en México. Aún mayor que la de adolescentes.

En términos absolutos, de acuerdo al INEGI, durante ese periodo hubo más suicidios de hombres (57,955) que de mujeres (11,493). Entre los hombres el mayor número de casos se registró en edades de los 20 a 24 años (11,482), y en las mujeres, entre los 15 y 19 años (2,658).

En la franja de 10 a 14 años hubo 1,482 casos de niños y 842 de niñas. La brecha entre ambos géneros es la menor de todos los grupos de edades suicidas. Si bien el número de suicidios de niñas es pequeño en relación a la cifra total, registra el ritmo de crecimiento más alarmante de 1990 a 2009.

En tal periodo los suicidios en la población general crecieron en México a una tasa promedio de 5% anual. Pero el grupo de niñas púberes alcanzó la tasa de 11.7% anual, la mayor de todos los grupos de hombres y mujeres. Rebasa la de hombres de 20 a 24 años (4.1%), mujeres de 15 a 19 años (6.5%) y dobla la de niños de 10 a 14 años (5.5%).

Si se consulta la clasificación general de muertes violentas (homicidio, accidentes, suicidios) de 1990 a 2009, el ritmo de crecimiento de casos de suicidios de niñas de 10 a 14 años también es el mayor de todos los grupos, va de 1.5% a 17%. Es decir, una de cada 100 niñas muertas violentamente en 1990 se suicidó, mientras que el número brincó a 17 de cada 100 en 2009.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que en la mayoría de los países hay un subregistro de 50% en los casos de suicidio, por lo que el número de niñas suicidas podría ser mayor.

Cuando no pueden controlar la ansiedad

La nueva tendencia al alza de esta conducta suicida femenina también se reporta en el Hospital Psiquiátrico Infantil Doctor Juan N. Navarro. En los últimos cinco años los casos “han crecido en el grupo de menor edad”, dice la doctora Armida Granados, jefa de Enseñanza y Capacitación.

Granados observa que dicha tendencia se presenta particularmente en niñas con sintomatología psiquiátrica que viven “pobreza, abuso sexual, maltrato físico o consumo de sustancias” a temprana edad.

El Psiquiátrico Infantil, el único especializado en su tipo en el país, atiende principalmente a pacientes de origen popular de la capital y la provincia, y es centro de referencia del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Hospital de PEMEX.

La especialista dice que de las 3,088 consultas atendidas en la sala de urgencias en 2010, 40% correspondieron a conductas suicidas. De ese total, 69% fueron casos de mujeres y el resto de varones.

Históricamente se registran más intentos de suicidio por parte de mujeres que de hombres. Pero la tendencia emergente muestra que del total de casos de mujeres con intento de suicidio atendidas en urgencias en 2010, las niñas de 13 a 15 años representaron 61% de los casos, cifra superior al 37% de casos de adolescentes de 16 a 17 años con 10 meses, la edad límite de admisión para pacientes en el Hospital.

La doctora señala además que desde hace seis años se presentan casos de niñas con autolesiones: “se cortan no con fines suicidas, sino de manejo de emociones”. Ellas no pueden controlar la ansiedad o intentan llamar la atención del otro. En los últimos tres años, tales casos se han incrementado “por lo menos al doble”.

Elvia se suicidó en su casa cuando el pueblo estaba en plena fiesta, el Día de San Sebastián. Sólo hay dos fiestas patronales al año en Cuentepec, motivo por el cual una pequeña feria se instala en la plaza, y las muchachas, tradicionalmente encerradas por sus familias debido al alto índice de alcoholismo y drogadicción en la calle, salen acompañadas.

Elvia quería estrenar un pantalón nuevo para la fiesta. Se lo pidió a la mamá, que vende comida. “No tengo dinero, otro día te lo compro”, le respondió Rosa Sarmina. La familia fue a la plaza. Elvia miró el castillo de fuegos artificiales, estaba “nomás parada, nomás callada”, recuerda la mamá. Al regresar a su casa se envenenó.

La vulnerabilidad de las niñas

El mundo médico se divide ante el fenómeno del suicidio. La corriente mayoritaria lo adjudica a sintomatología psiquiátrica. “85% de los que tienen alguna conducta suicida tienen padecimientos psiquiátricos atendibles”, dice el doctor Joaquín Pereira, jefe de investigación de los servicios de atención psiquiátrica de la Secretaría de Salud.

La otra corriente encuentra voz en el francés Emile Durkheim, uno de los padres de la sociología, autor del libro El suicidio. Durkheim lo ve como un problema fundamentalmente social, más que biológico o psicológico. El suicidio para él es “consecuencia y prolongación de un estado social” adverso y desintegrador.

La mayoría de los estudios de conducta suicida se enfocan a adolescentes y adultos urbanos. Las investigaciones sobre las motivaciones del suicidio en la niñez, en las poblaciones rurales o con enfoque de género son escasas. “Y no existen estudios en población indígena”, cuenta Pereira.

La doctora Corina Benjet, especialista en salud mental de género del Instituto Nacional de Psiquiatría, piensa que si bien no hay estudios de suicidios en la niñez y la adolescencia indígena, comparten motivos con los casos suicidas del resto de la población de la misma edad. “Viven una situación de mucho sufrimiento, y no es tanto que quieren dejar de vivir, quieren dejar de sufrir”, dice.

La especialista explica que si bien la mayoría de las niñas suicidas presentan sintomatología psiquiátrica, los principales detonadores son “el abuso sexual, la descomposición social, la fragmentación familiar; la violencia en la familia, la comunidad y el país, y una sensación de desesperanza en el ambiente”.

Benjet dice que los cambios hormonales de la pubertad también influyen en la conducta suicida de las niñas, pues les llega la menstruación e inicia la prevalencia femenina a la depresión, que será mayor a la del varón a lo largo de la vida.

Con la menstruación el cuerpo de las niñas se desarrolla, sus senos crecen, y ellas pueden sentirse observadas e incómodas. Simultáneamente las familias restringirán su vida social y les darán nuevas responsabilidades al ya identificarlas con el rol tradicional femenino.

En resumen, con la pubertad las niñas biológicamente se sentirán más deprimidas y socialmente más estresadas por ser centro de atención y de mayor control familiar. Su estado anímico se agrava por los detonantes citados.

Así Benjet explica que “los pensamientos sobre suicidio en las niñas empiezan a los 10 años, los planes e intentos suicidas alrededor de los 12 años, y el pico de mayor riesgo es el de los 15 años”.

Los hombres usan métodos suicidas más letales, como el ahorcamiento y el uso de armas de fuego, por lo que consuman el hecho con más eficacia y sus casos son numéricamente mayores. En el caso de las niñas, recurren generalmente a cortes de venas y envenenamiento.

Como las púberes están en proceso de identidad y pertenencia a algún grupo, un evento que sería insignificante para otros, como la no invitación a una fiesta, una ruptura en el noviazgo o un fracaso escolar, pueden provocar crisis insuperables, agrega Benjet. En el caso de Elvia, el detonante fue no poder estrenar un pantalón.

La punta del iceberg

El mismo año que Elvia se suicidó lo hicieron una muchacha y un muchacho en Cuentepec, ambos también estudiantes de secundaria. Cada uno por su lado ingirió la pastilla utilizada para que el maíz no se pique, de nombre Aluminium Phospide 20 Fumigation. El envase con estas pastillas cuesta 35 pesos.

Sin embargo, el suicidio de Elvia y el de la otra muchacha no se registraron en las cifras oficiales. Según el INEGI, en 2007 sólo se suicidó un niño del grupo de entre 10 y 14 años, en todo Morelos. El estado integra 33 municipios; Cuentepec pertenece al de Temixco.

Los casos de Elvia y los otros dos estudiantes provocaron que en 2007 las autoridades de Temixco solicitaran a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) una encuesta para conocer la realidad de 1,273 menores de 16 años, 55% mujeres, estudiantes de los 16 planteles de educación secundaria y preparatoria de la municipalidad.

En la lista figuró la Telesecundaria a la que asistía Elvia y el Colegio de Bachilleres de Cuentepec. Si bien el estudio no arrojó resultados por género, ni especificó sobre la condición indígena, sí mostró que la mitad del estudiantado padecía desintegración familiar; ansiedad, depresión e impulsividad; conductas agresivas y problemas con el abuso del alcohol y las drogas.

En el caso de Cuentepec, el psicólogo Octavio Saldaña, coordinador de la encuesta por parte de la administración de Temixco, observó además que adolescentes eran discriminados y renegaban de su raíz indígena, y casos de abusos sexuales a niñas y violencia contra éstas y mujeres adultas.

En su opinión, el suicidio de los tres estudiantes de Cuentepec fue la expresión extrema de “chicos y chicas muy dolidos y violentados, en condiciones de pobreza y marginación”.

Saldaña es partidario de la tesis que antepone las condiciones sociales adversas a la sintomatología psiquiátrica como factor de suicidio, y cuestiona las políticas oficiales para atender a la niñez en riesgo: “Se tienen muchos programas realizados desde el escritorio y no tienen nada que ver con la investigación de campo”.

Desde la Secretaría de Salud, Pereira reconoce que la tasa a de suicidios en la niñez y la adolescencia está lejos de ser revertida. “Existen pocos programas preventivos en general en psiquiatría y en particular en suicidio, por lo que veo difícil que las cifras bajen”, dice.

Explica que 25% de menores de edad de la población en general tienen un padecimiento psiquiátrico, y sólo 6% pueden acudir con un especialista psiquiatra, llamado paidopsiquiatra.

Una sesión privada con un paidopsiquiatra varía de 500 a mil 500 pesos. Pereira dice que el tratamiento farmacológico que estos brindan ayuda a enfrentar padecimientos psiquiátricos como la conducta impulsiva o el consumo de drogas.

En México sólo hay 887 paidosiquiatras concentrados especialmente en las tres principales urbes: la capital mexicana, Guadalajara y Monterrey, mientras en estados como Nayarit y Colima no se cuenta con uno de ellos, dice Granados.

La doctora del Psiquiátrico Infantil dice que su centro médico es el único especializado en el país con hospitalización para menores. Sólo cuenta con 120 camas, 11 paidopsiquiatras para consulta externa y 6 más que atienden los casos de hospitalización.

Para Granados el trabajo del sector salud es insuficiente. “A nivel nacional no hay un esfuerzo articulado, eso sí lo puedo decir abiertamente, los recursos que hay para atender a la población son muy pocos”, opina.

Sin embargo, destaca algunos esfuerzos en programas de salud mental para menores de edad. “Hay un modelo de atención en red en Guanajuato bastante bueno, y problemas de salud mental –el de déficit de atención– se incluyeron en el Seguro Popular”.

Saldaña asegura que los programas de salud mental y los tratamientos farmacológicos son ineficaces si no se cambia la realidad socioeconómica del país, particularmente la desigualdad entre hombres y mujeres. Como prueba, pone el caso del pueblo de Elvia, donde en los últimos años hubo además dos suicidios de señoras, uno de una muchacha de 18 años e intentos por quitarse la vida de otras dos muchachas de la misma edad.

El último suicidio fue el de la señora Avelina Nava, de 54 años. En diciembre de 2010 ella también ingirió la pastilla plaguicida. Según el INEGI, después de las niñas, las mujeres de entre 50 y 54 años representan el segundo lugar de tasa de crecimiento anual de suicidios (9.7%) en la población en general.

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