Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La única posibilidad real que Marcelo Ebrard tenía de ganar a Andrés Manuel López Obrador, en lo referente a preferencias electorales, dentro de una encuesta entre todo el electorado, era incluir en el proceso de selección interna del Partido de la Revolución Democrática una serie de debates entre los aspirantes, pues requería de una mayor exposición pública, y junto a un aspirante más conocido que él (que le garantizara el acceso a una mayor audiencia), para lograr un mejor posicionamiento.
Sorpresivamente los dos principales aspirantes de la izquierda mexicana dieron a conocer que dos casas encuestadoras (Covarrubias y Asociados y Nodos Investigación + Estrategia) aplicarían 3 mil cuestionarios (cuyas preguntas precisas se desconocen) cada una, el primer fin de semana de noviembre, y que se auditarían entre sí para evitar la participación de una tercera casa encuestadora que no fuera de la plena confianza de uno de ellos.
Eso echó por tierra todas las informaciones anteriores (pues no eran rumores, sino declaraciones de los mismos aspirantes o miembros de la dirigencia perredista): que las encuestas se realizarían tras una serie de debates entre los dos principales aspirantes; que aquéllas serían tres (dos por encuestadoras seleccionadas por cada uno de los aspirantes y una tercera por la dirigencia partidaria); y que se aplicarían dentro del periodo establecido en la Constitución para los procesos de selección interna de las fuerzas políticas (del 18 de diciembre de 2011 al 18 de febrero de 2012).
Aunque no se conocen (ni se conocerán, porque el párrafo 1 del artículo 44 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales los considera parte de la información que no tiene por qué hacerse pública) detalles (la metodología, la muestra y las preguntas) sobre las encuestas, según el dirigente perredista Jesús Zambrano, porque así lo acordaron los dos aspirantes para evitar distorsiones en los resultados del ejercicio, es un hecho que –salvo que los aspirantes hubieran acordado que el candidato fuese quien presentara el menor porcentaje de opiniones negativas– el ganador será Andrés Manuel López Obrador.
En la mayoría de las encuestas, AMLO aventaja a Ebrard tanto entre la población abierta como entre los autodenominados simpatizantes perredistas. En cuanto a los perredistas, la relación de las preferencias es de alrededor de tres a uno a favor del tabasqueño, y en población abierta la diferencia también supera los márgenes de error.
De acuerdo con la encuesta de julio del Grupo Reforma, entre perredistas AMLO obtenía 66% de las preferencias, contra 27% de Ebrard; y en la de octubre de Consulta Mitofsky, que incorpora a los simpatizantes de los tres partidos integrantes de la coalición de izquierda, el tabasqueño alcanza 71%, y el jefe de Gobierno 18%. La segunda encuestadora también distingue a los autodenominados independientes (aquéllos que señalan que no tienen una preferencia definida por un determinado partido político), ámbito donde se mantienen prácticamente los mismos porcentajes que entre población abierta: de 31% para López Obrador y de 23% para Ebrard.
Reforma no da las cifras de preferencia electoral entre población abierta, pero sí son muy significativos los resultados de un ejercicio que hace suponiendo que la izquierda fuese dividida: López Obrador, postulado por PT y Convergencia, obtiene 19% de los votos, y Ebrard, como abanderado del PRD, únicamente 10%, es decir, nueve puntos porcentuales menos; en Consulta Mitofsky, los encuestados que prefieren a AMLO son 31%, contra el 24% de Ebrard.
La encuestadora que dirige Roy Campos da a conocer incluso lo que sucedería en contiendas entre las diferentes coaliciones y candidatos. Y aunque las diferencias no son estadísticamente significativas, en todos los casos (salvo en el escenario en el que el candidato tricolor fuese Manlio Fabio Beltrones, y el blanquiazul, Santiago Creel) AMLO obtiene mejores porcentajes. Llama la atención que en todos los casos ni López Obrador ni Ebrard logran incrementar sustancialmente el porcentaje de preferencia electoral que obtiene la izquierda sin candidato (que es de 16%), lo que sí consigue claramente el priista Enrique Peña Nieto, quien le agrega hasta ocho puntos porcentuales a 40% que obtiene su partido sin candidato.
Respecto al conocimiento de los candidatos y la opinión que se tiene de ellos, Reforma indica que 82% de los encuestados conocen a López Obrador (el más conocido de todos los aspirantes enlistados), mientras que 66% conocen a Ebrard. Entre quienes conocen a AMLO, 38% tiene una opinión favorable, y 34%, desfavorable –el resto presenta una opinión neutral–, lo que da un saldo favorable en opinión de apenas cuatro puntos porcentuales; en el caso de Ebrard, los números son 45% favorable, y 20% desfavorable, es decir, un saldo positivo de 25 puntos.
Por lo que se refiere a Consulta, el porcentaje de quienes los conocen es de 96% para AMLO (también el más conocido de todos los aspirantes) y de 76% para Ebrard. Aunque los porcentajes de conocimiento son aquí más altos, se mantiene relativamente la misma diferencia de alrededor de 20 puntos porcentuales. Sin embargo, la principal diferencia aparece en el saldo de las opiniones, pues mientras Ebrard tiene un saldo positivo de alrededor de cinco puntos porcentuales, AMLO muestra casi la misma diferencia, pero negativa.
Los expertos en mercadotecnia electoral afirman que los candidatos que tienen menor rechazo (es decir, menores porcentajes de opiniones desfavorables o negativas) son los que más pueden crecer y, por lo tanto, tienen mayores posibilidades de subir sus números de preferencia electoral. Pero resulta casi impensable que el acuerdo entre AMLO y Ebrard haya sido que el candidato fuese quien registrara el mejor saldo de opinión pública.
Así que, con la información disponible hasta el momento, todo indica que el próximo 15 de noviembre (de acuerdo con una declaración del dirigente perredista Jesús Zambrano), al darse a conocer el resultado de las encuestas que aplicaron las dos encuestadoras, se concretará la postulación de Andrés Manuel López Obrador como el candidato de la izquierda, aunque su designación oficial tenga que esperar la realización del Consejo Nacional Electivo (como señala el acuerdo del XIII Congreso Nacional y de la Comisión Política), la primera quincena de febrero, para dar lugar a la realización de una todavía más intensa y abierta precampaña, ya dentro de los tiempos establecidos en la Constitución y el Cofipe.
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