La
primera acción de dicho tribunal fue notificar al presidente José
Manuel Santos Calderón de la decisión tomada, para que asuma la defensa
de su política laboral.
El Tribunal Mundial de Libertad Sindical
(TMLS) dio entrada, el pasado 23 de mayo, a la denuncia presentada por
81 organizaciones sindicales de Colombia, por las graves violaciones al
principio de libertad sindical por parte del gobierno y organismos
empresariales. La primera acción de dicho tribunal fue notificar al
presidente José Manuel Santos Calderón de la decisión tomada, para que
asuma la defensa de su política laboral. En la demanda se indica que “en
un país en el que se verifican graves violaciones a las libertades
civiles, no puede existir libertad sindical”. Se puntualiza que el TMLS
“ha podido comprobar que en el Estado y sectores empresariales
colombianos existe una especia de cultura antisindical, que corre en
paralelo con una cultura de violencia como forma de resolver los
conflictos”.
Uno de los principales ejecutores de las acciones antisindicales del gobierno colombiano y responsable de la represión sistemática que caracteriza al gobierno colombiano desde hace más de cuatro décadas, fue nada menos que el general Óscar Naranjo, a quien Enrique Peña Nieto presentó en días pasados como su asesor en seguridad, en el muy remoto caso de que ganara limpiamente las elecciones del domingo primero de julio.
Es muy ilustrativa esta designación, pues revela con toda claridad las verdaderas intenciones del grupo oligárquico que patrocina al ex gobernador mexiquense: profundizar la explotación de los trabajadores privándolos de sus derechos básicos, como sucede en Colombia, donde la defensa de esos derechos ha significado una sistemática represión contra la clase obrera.
Afirma el TMLS que “en Colombia las relaciones laborales no son democráticas ni participativas. Son profundamente autoritarias”. Para “legitimar” tal realidad en México, la oligarquía reclama la aprobación de la reforma laboral, lo que sucediera después sería un problema a resolver por el general Naranjo, con la asesoría de especialistas estadounidenses, los mismos que lo estuvieron asesorando cuando fue funcionario policíaco.
He aquí un ejemplo de los “cambios” que promete Peña Nieto, aunque los disfrace con frases demagógicas de bienestar y progreso para las mayorías. La contratación del general Naranjo es una prueba contundente de las verdaderas intenciones del mexiquense, una vez en Los Pinos.
Por eso Vicente Fox insiste en que se vote por Peña Nieto, a sabiendas de que quien está detrás de él es el grupo oligárquico no sólo con más poder, sino con más capacidad para acelerar la instauración del modelo policíaco que demandarían las circunstancias, luego del fracaso del régimen panista, el cual, pese a más de 80 mil muertos y desaparecidos, no fue capaz de imponer la “paz porfiriana” que anhela la minoría que usufructúa en su provecho la riqueza nacional.
Vemos así que la ideología no cuenta para quienes se benefician de un estado de cosas injusto y antidemocrático, como lo patentiza con toda claridad el cinismo del guanajuatense. Fox sabe que Josefina Vázquez Mota no cuenta con el grupo que respalda a Peña Nieto, por eso no duda en descalificarla, como tampoco tiene empacho en insultar a Andrés Manuel López Obrador, aunque al hacerlo le está haciendo un gran favor. Dijo: “se ha negado a las reformas indispensables para el país, la de energía, la fiscal, la laboral, por tanto esa opción debe ser desechada por los mexicanos”.
A lo que López Obrador se ha negado sistemáticamente, es a que se pongan en marcha reformas lesivas a la sociedad, mismas que sólo contribuirían a empobrecer aún más a las clases mayoritarias, al favorecer una acumulación más radical de la riqueza en la minoría de arriba, motivo por el que la Unión Europea está en una crisis estructural imposible de solventar, a menos que se ponga fin a las políticas neoliberales.
Peña Nieto seguiría al pie de la letra los dictados del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, de la misma forma que lo han hecho los últimos cinco presidentes de México, quienes se han asumido más como empleados de dichos organismos globales que como jefes de las instituciones nacionales. Ellos sí que han mandado al diablo a las instituciones, sin ninguna contemplación, como lo sigue haciendo Calderón con más desparpajo.
Pero así como en los países europeos, la mayoría de las sociedades ya no soportan más las cargas que les han impuesto los pocos privilegiados, así habrá de suceder en nuestro país, aunque con más violencia porque son más quienes no tienen nada que perder. De ahí que los miembros de la burocracia dorada, como Peña Nieto, empiecen a dar pasos consecuentes con su modo de pensar, y para que el enojo de las clases mayoritarias no los tome desprevenidos. A ello obedece la presentación del represor general colombiano, pues se quiere dar un golpe doble: quedar bien con la Casa Blanca y demostrar a la oligarquía que no le temblará la mano para reprimir a los descontentos. Como sucedió en Atenco.
Uno de los principales ejecutores de las acciones antisindicales del gobierno colombiano y responsable de la represión sistemática que caracteriza al gobierno colombiano desde hace más de cuatro décadas, fue nada menos que el general Óscar Naranjo, a quien Enrique Peña Nieto presentó en días pasados como su asesor en seguridad, en el muy remoto caso de que ganara limpiamente las elecciones del domingo primero de julio.
Es muy ilustrativa esta designación, pues revela con toda claridad las verdaderas intenciones del grupo oligárquico que patrocina al ex gobernador mexiquense: profundizar la explotación de los trabajadores privándolos de sus derechos básicos, como sucede en Colombia, donde la defensa de esos derechos ha significado una sistemática represión contra la clase obrera.
Afirma el TMLS que “en Colombia las relaciones laborales no son democráticas ni participativas. Son profundamente autoritarias”. Para “legitimar” tal realidad en México, la oligarquía reclama la aprobación de la reforma laboral, lo que sucediera después sería un problema a resolver por el general Naranjo, con la asesoría de especialistas estadounidenses, los mismos que lo estuvieron asesorando cuando fue funcionario policíaco.
He aquí un ejemplo de los “cambios” que promete Peña Nieto, aunque los disfrace con frases demagógicas de bienestar y progreso para las mayorías. La contratación del general Naranjo es una prueba contundente de las verdaderas intenciones del mexiquense, una vez en Los Pinos.
Por eso Vicente Fox insiste en que se vote por Peña Nieto, a sabiendas de que quien está detrás de él es el grupo oligárquico no sólo con más poder, sino con más capacidad para acelerar la instauración del modelo policíaco que demandarían las circunstancias, luego del fracaso del régimen panista, el cual, pese a más de 80 mil muertos y desaparecidos, no fue capaz de imponer la “paz porfiriana” que anhela la minoría que usufructúa en su provecho la riqueza nacional.
Vemos así que la ideología no cuenta para quienes se benefician de un estado de cosas injusto y antidemocrático, como lo patentiza con toda claridad el cinismo del guanajuatense. Fox sabe que Josefina Vázquez Mota no cuenta con el grupo que respalda a Peña Nieto, por eso no duda en descalificarla, como tampoco tiene empacho en insultar a Andrés Manuel López Obrador, aunque al hacerlo le está haciendo un gran favor. Dijo: “se ha negado a las reformas indispensables para el país, la de energía, la fiscal, la laboral, por tanto esa opción debe ser desechada por los mexicanos”.
A lo que López Obrador se ha negado sistemáticamente, es a que se pongan en marcha reformas lesivas a la sociedad, mismas que sólo contribuirían a empobrecer aún más a las clases mayoritarias, al favorecer una acumulación más radical de la riqueza en la minoría de arriba, motivo por el que la Unión Europea está en una crisis estructural imposible de solventar, a menos que se ponga fin a las políticas neoliberales.
Peña Nieto seguiría al pie de la letra los dictados del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, de la misma forma que lo han hecho los últimos cinco presidentes de México, quienes se han asumido más como empleados de dichos organismos globales que como jefes de las instituciones nacionales. Ellos sí que han mandado al diablo a las instituciones, sin ninguna contemplación, como lo sigue haciendo Calderón con más desparpajo.
Pero así como en los países europeos, la mayoría de las sociedades ya no soportan más las cargas que les han impuesto los pocos privilegiados, así habrá de suceder en nuestro país, aunque con más violencia porque son más quienes no tienen nada que perder. De ahí que los miembros de la burocracia dorada, como Peña Nieto, empiecen a dar pasos consecuentes con su modo de pensar, y para que el enojo de las clases mayoritarias no los tome desprevenidos. A ello obedece la presentación del represor general colombiano, pues se quiere dar un golpe doble: quedar bien con la Casa Blanca y demostrar a la oligarquía que no le temblará la mano para reprimir a los descontentos. Como sucedió en Atenco.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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