Edgar Juárez / El Economista
Foto Archivo: EE
En
los últimos 16 años (1996 a marzo del 2012) el Comité Ejecutivo General
del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana
(STPRM), que desde entonces encabeza Carlos Romero Deschamps, ha
recibido por parte de Petróleos Mexicanos (Pemex) más de 2,200 millones
de pesos por concepto de “ayudas”.
Destaca que se han destinado 1,351 millones de pesos en el sexenio
que concluye, mientras que en los 12 años anteriores se dieron partidas
al sindicato petrolero por 880 millones de pesos.
En tales recursos, establecidos en el Contrato Colectivo de Trabajo
(CCT), se incluyen: gastos de viaje y apoyos económicos para la cúpula
del sindicato; el apoyo de la empresa es también para el fomento de
actividades culturales y deportivas; ayuda para festejar el aniversario
de la expropiación petrolera y para desfilar el 1 de mayo, así como
para gastos de contratación derivados de las revisiones anuales del CCT.
La información fue dada a conocer por Pemex, la cuarta petrolera más
grande del mundo, luego de una solicitud a través del sistema Infomex.
Mientras tanto, se discute en el Senado de la República, como parte
de la reforma laboral, la pertinencia de la transparencia sindical.
Además, apenas el fin de semana pasado, Romero Deschamps, fue reelegido
para un nuevo periodo como Secretario General del STPRM, por lo que su
gestión concluirá hasta el 2018, acumulando así 22 años al frente del
gremio. Pemex respondió que, bajo la dirección del también Senador
priísta, se le entregó a la cúpula sindical de los petroleros, un total
de 2,231 millones de pesos por las diferentes partidas antes
mencionadas.
Aunque algunos de estos conceptos existen desde esa época, otros
-como el apoyo económico a gastos de fomento de la cultura y
deportivas- aparecen en la lista a partir del 2009. Otros, como las
ayudas para gastos derivados de los festejos relacionados con el
aniversario de la expropiación petrolera y con el desfile del primero
de mayo, tienen lagunas de información entre el 2001 y el 2004.
Lo que sí es notable es el crecimiento de estas ayudas de Pemex al sindicato petrolero.
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Desnutrición, anemia y
obesidad se disparan en México por desigualdad económica: Conapred-CIDE
Por: Redacción / Sinembargo - octubre 24 de 2012 - 9:23
De revista, Destacadas, TIEMPO REAL, Último minuto - 5 comentarios
Foto: Cuartooscuro
Ciudad de México, 24 de oct (sinembargo.mx) – Las recientes políticas
públicas que han permitido una mayor concentración del ingreso han
fracasado frente al aumento de la pobreza y la desigualdad económica en
México, lo que ha impactado negativamente la alimentación de los
mexicanos, detonando anemia, desnutrición y obesidad.
De acuerdo con el “Reporte Sobre la Discriminación en México 2012.
Salud y Alimentación”, un estudio coordinado por Ricardo Raphael de la
Madrid, bajo los auspicios del Centro de Investigación y Docencia
Económicas (CIDE) y el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación
(Conapred), el nivel de ingreso de las personas es percibido como un
factor de desigualdad, división y discriminación entre la población,
por dos razones: la primera ess que la brecha entre ricos y pobres es
inusualmente profunda, y la segunda es que las personas más pobres
realmente no tienen acceso a los medios básicos de subsistencia.
El reporte, que será presentado a los medios este miércoles 24 de
octubre, destaca que la concentración económica en México es elevada y
de grandes contrastes.
Al citar información de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de
los Hogares (Inegi, 2010) sobre el ingreso corriente trimestral total
de los hogares en 2010, da cuenta que, medido en deciles, en un extremo
las y los mexicanos perciben ingresos promedio de 6 mil 163 pesos
(cifra que representa 17.6% del promedio nacional), mientras que en el
otro extremo obtienen un ingreso promedio de 118 428 pesos, esto es,
339 veces el ingreso promedio nacional.
Esta condición estructural de la concentración del ingreso no ha
cambiado sustancialmente: “Las políticas públicas que han incluido en
los tiempos recientes acciones de transferencias para mejorar el
ingreso corriente de las familias y personas, muestran variaciones en
el tiempo, pero al momento actual los resultados relativos a la
disminución de la desigualdad económica, y también a propósito de la
reducción de los niveles de pobreza, son magros. La crisis económica
mundial de 2009 amplió tales brechas y devolvió a un segmento
importante de la población a vivir en la pobreza extrema”, destaca el
documento coordinado por Ricardo Raphael.
En sus conclusiones informa que de una población total de 112 millones
336 mil 538 personas, más de 14 millones se encontraban en
circunstancia de pobreza alimentaria en e2010. De esa población, casi
cinco millones vive en zonas urbanas y 9 millones 800 mil en el campo.
“Si se asume que la población rural mexicana representa sólo 22% del
total de la población (casi 25 millones de personas), la cifra de
pobreza alimentaria fuera de las ciudades resulta alarmante”, expone.
Foto: Cuartooscuro
En la Cumbre del Milenio, celebrada en 2000, México refrendó su
compromiso para reducir el hambre y la desnutrición, y si bien el
porcentaje de personas con ingresos per cápita menores a un dólar en el
país disminuyó entre 1989 y 2005, al pasar de 10.9 a 3.5% de la
población, el Coneval señala que hubo un deterioro del poder de compra
de los hogares entre 2006 y 2008: mientras que en 2006 el 13.8% de la
población se encontraba en situación de pobreza alimentaria, en 2008 el
porcentaje fue de 18.2% (Coneval, 2010, p. 60). Esta brecha se amplió
después de la crisis financiera mundial de 2009.
De esta forma y según datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y
Gastos de los Hogares, realizada en 2010 por el Inegi, la población más
pobre destina más del doble de lo que otorga la población con mayores
recursos para la adquisición de alimentos, bebidas y tabaco.
“El hecho de que la población con menores ingresos distribuya un mayor
porcentaje del gasto total a su alimentación la hace más vulnerable
ante fenómenos como el aumento de precios en alimentos a nivel mundial,
las crisis económicas que afectan los precios de la canasta básica
o el aumento del Impuesto al Valor Agregado (IVA) en estos bienes”,
afirma el reporte.
Este análisis de la pobreza alimentaria no se limita a una valoración
sobre cuánto se gasta o no en alimentos pues, explica, también deben
valorarse los grupos de alimentos que se consumen con tales recursos.
En la medida en que la población se encuentra polarizada en términos de
sus niveles de ingreso, el tipo de mercado al que accede y su práctica
de consumo también son diferenciados, añade.
Esto, destaca, lleva a la identificación de distintas canastas de
consumo, como las utilizadas para la definición de las líneas de
bienestar, que distinguen el tipo de bien, la cantidad y la calidad del
consumo que realizan las familias. Lo mismo sucede si se analizan las
diferentes canastas de consumo con las que el Inegi (y antes el Banco
de México) realiza el seguimiento de precios.
“No es lo mismo la canasta de bienes a la que acceden las familias que
ganan hasta dos salarios mínimos en comparación con aquéllas a las que
acceden las familias que perciben ingresos equivalentes al rango que va
de más de dos salarios mínimos hasta cuatro o seis, y la de éstas con
las que ganan ocho, 10 o más veces el salario mínimo”.
DISCRIMINACIÓN ALIMENTARIA; INDÍGENAS, LOS MÁS VULNERABLES
EL “Reporte Sobre la Discriminación en México 2012. Salud y
Alimentación” afirma que el principal gasto de la población con menores
recursos se destina a carbohidratos. Las verduras y legumbres y la
proteína proveniente de aves ocupan el segundo y tercer lugar,
correspondientemente. “Esto puede ser por la disponibilidad más
inmediata, es decir, porque el resto de los grupos alimenticios no son
accesibles en sus localidades. Esta hipótesis ameritaría una
investigación más rigurosa”, establece.
Del otro lado, a medida que incrementan los ingresos, crece el gasto
destinado a carnes, leche y sus derivados, frutas, otros alimentos y,
aunque de manera más leve, bebidas alcohólicas y no alcohólicas, así
como pescados y mariscos. Del mismo modo, mientras mayor es el ingreso,
menor será la proporción del gasto destinado a cereales, verduras,
huevo, aceites y grasas, así como azúcar y mieles, esto de acuerdo con
información de 2010 del Incide Social.
Con datos de 2008 de la Encuesta Nacional de Abasto, Alimentación y
Estado Nutricio en el Medio Rural (Enaaen), el reporte plantea que los
hogares rurales, indígenas o no indígenas, consumen en promedio 8.89
grupos de alimentos de un total de 11 grupos, y presentan consumos
bajos en cantidad y frecuencia de los alimentos sugeridos por grupo
alimenticio. Este problema es más grave en la población indígena: sólo
3% consume uno o más alimentos del grupo de los cárnicos (3 o más días
de la semana).
De acuerdo con lo revelado por la Enaaen, dentro de los hogares
indígenas, menos de 16% presentan el consumo sugerido de frutas,
verduras, cereales y tubérculos; de lácteos y el huevo, sólo 20 y 24%,
respectivamente y de carnes, pescados y mariscos, el porcentaje es
menor a 8 por ciento. Respecto a las grasas, sólo 49% de los hogares
indígenas reportan el consumo adecuado (Coneval, 2010).
Esto es relevante “sobre todo en vista de los altos niveles de anemia
que alcanza la población indígena, según los resultados de la Encuesta
Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut, 2006)”.
Foto: Cuartooscuro
Al respecto, el estudio del CIDE-Conapred también cita al investigador
Ciro Murayama (2012) y su ponencia “Salud y discriminación en México”
en la que se plantea que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud
Pública (INSP), en 21 y 13% de las localidades rurales estudiadas se
encontró que en México existe una menor disponibilidad de frutas y
verduras, respectivamente, ya que no se comer- cian frutas o verduras
de forma regular. En cambio, grasas, azúcares, bebidas, cereales y
huevo se pueden conseguir en 100% de las localidades.
En comunidades indígenas el problema es grave, destaca el reporte: sólo
en 12.7% de los hogares estudiados existía disponibilidad de frutas y
verduras en la cantidad igual o superior al mínimo recomendado por el propio
INSP. En el caso de las verduras se reporta mayor disponibilidad que en
el de las frutas, pero se presenta una brecha importante entre hogares
indígenas y no indígenas (37.5 contra 64%, respectivamente). “La brecha
se reduce considerablemente en alimentos de pobre valor nutritivo y de
alta densidad energética, como la grasa y el azúcar. Poco más de 70% de
los hogares indígenas los tienen a su disposición (INSP, 2010).
DESNUTRICIÓN, ANEMIA Y OBESIDAD
La desnutrición tiene causas complejas que involucran determinantes
biológicas, socioeconómicas y culturales, afirma el reporte. Ésta
comienza desde el periodo de gestación y durante los primeros años de
vida y tiene efectos directos en el crecimiento, el desempeño
intelectual y el desarrollo de capacidades. En materia nutricional, los
primeros mil días de vida, contados a partir del momento de la
fecundación, son fundamentales para definir las oportunidades y
capacidades de desarrollo motriz e intelectual del ser humano. Es
también factor determinante para prevenir futuras enfermedades
crónicas.
“En 1988, la prevalencia de desnutrición crónica fue 2.2 veces superior
en la población indígena que en la no indígena. En 1999 la brecha
aumentó a 2.7 veces y en 2006 disminuyó ligeramente a 2.6. Las crisis
económicas de 1994 y 2009, así como la crisis alimentaria de 2008, han
tenido como consecuencia el incremento de la pobreza; con esto se ha
demostrado que las reducciones de pobreza que se habían logrado en años
anteriores eran frágiles y que se ha prolongado el riesgo de
desnutrición en los grupos más vulnerables”, destaca.
Sin embargo, la desnutrición y la anemia no son los únicos problemas
alimentarios de México.
“La epidemia de obesidad representa el otro lado de la moneda de la
mala nutrición. La pérdida de salud como consecuencia de la obesidad –y
su peor consecuencia, la muerte en etapa temprana de la vida–, puede
llevar a gastos dramáticos para la población no asegurada y a pérdidas
económicas incalculables, que terminan empobreciendo a las familias de
quienes padecen esta condición”, afirma el “Reporte Sobre la
Discriminación en México 2012. Salud y Alimentación”.
El problema de obesidad presenta incrementos en niñas y niños de 7
años. De este grupo, las niñas son las más afectadas; entre las
adolescentes de 18 años el pro blema se triplicó entre 1988 y 2006, y
también se duplicó en las mujeres de 18 a 49 años, añade.
El análisis de los incrementos de sobrepeso y obesidad entre estos
periodos indica también un mayor aumento entre la población más
marginada socialmente.
A partir de los resultados encontrados en este rubro, el reporte
concluye que el ingreso es un elemento que incide para que una parte
importante de la población no pueda ejercer el derecho a la
alimentación. Ciertamente, y a pesar de los programas de transferencias
económicas implementados por el Gobierno, aún existen familias en
México que tienen un acceso reducido a alimentos, en razón de su falta
de ingreso.
“El ingreso es determinante no sólo para la cantidad de alimentos, sino
también para el tipo a los que se tiene acceso. Mientras la población
con menores recursos eroga 40% de su gasto en alimentos altos en
calorías, carbohidratos y grasas, para la población de mayores recursos
este gasto sólo representa 25 por ciento”.
Foto: Cuartooscuro
En otro nivel del análisis, respecto de las prevalencias de
desnutrición, anemia y exceso de peso se identifica una distinción
entre hogares rurales y urbanos; y luego, dentro de los rurales, la
brecha se amplía aún más entre los indígenas y no indígenas. Al mismo
tiempo, la prevalencia de anemia afecta principalmente a niñas y niños,
a mujeres en edad fértil, a personas adultas mayores y a personas que
habitan en comunidades rurales.
De acuerdo con cifras de 2010, 18.2% de la población permanece en
pobreza alimentaria y 2.1% está por debajo del nivel mínimo de
proteínas (Coneval, 2010, pp. 13-14). Estos resultados apuntan a que
las comunidades rurales, y en particular las indígenas, siguen
presentando los mayores rezagos, pues otros factores se suman
a su nivel de ingreso, como el de la disponibilidad física de los
alimentos, expone el estudio.
CONCENTRACIÓN DE MERCADO, BARRERA PARA EL CONSUMO ALIMENTARIO
En el reporte también se destaca que diversas instancias
internacionales han señalado que la concentración de mercado y los
monopolios en México representan un problema serio. Algunos resultados
seleccionados del Informe del Foro Económico Mundial (WEF) sobre
competitividad establecen que si bien el mercado mexicano ocupa el
duodécimo lugar a nivel mundial, en términos de su tamaño, el país se
coloca casi al final de la lista (120 sobre 142 países) en materia de
efectividad de las políticas antimonopólicas.
“Este indicador refuerza la idea de que México, con todas sus ventajas,
sigue cargando con el lastre de la falta de competencia económica, con
un fuerte costo para la población”, plantea.
“Esta falta de competencia en el mercado genera precios excesivos de
productos y servicios que reducen el consumo y la capacidad de ahorro
de las familias, especialmente de las más vulnerables. En el mediano
plazo, influyen negativamente en la eficiencia del conjunto de la
economía y lastran el crecimiento económico. La falta de una
competencia intensa en los mercados nacionales acaba por inhibir la
eficiencia y la competitividad de la economía de México, contribuye a
ampliar las disparidades en los ingresos e inhibe la innovación (OCDE,
2012, p. 30)”.
El documento añade que las prácticas y regulaciones anticompetitivas
han debilitado la economía de las familias.
Foto: Cuartooscuro
Cita a la OCDE que señala que 30% del gasto familiar en México se lleva
a cabo en mercados con problemas de competencia, razón por la cual, las
y los consumidores gastan alrededor de 40% más en estos mercados de lo
que gastarían si hubiera competencia. El 10% de la población con menos
recursos es el más afectado, ya que gasta alrededor de 42% de sus
ingresos en los mercados altamente concentrados (OCDE, 2012, p. 30).
“De acuerdo con el investigador Moisés Naím, cada familia en México
transfiere 75 mil 000 pesos anuales en promedio a monopolios”, expone
Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección: http://www.sinembargo.mx/24-10-2012/408145. Si está pensando en usarlo, debe considerar que está protegido por la Ley. Si lo cita, diga la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. SINEMBARGO.MX
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