Es
de tal magnitud su fracaso que hasta su programa fundamental, la
lucha contra el crimen organizado, terminará con cifras muy negativas
como lo acaban de constatar diversas organizaciones
Cada
fin de sexenio, particularmente desde que se instauró el
neoliberalismo, se caracteriza por concluir con tensiones sociales y
problemas económicos más graves de lo normal. Sin embargo, ninguno
anteriormente finalizó con escenarios de tanto dramatismo como éste que
habrá de terminar dentro de poco más de un mes, lapso que parece una
eternidad por las circunstancias que se viven cada día, demostrativas
de un fracaso espectacular del periodo de Felipe Calderón, sin parangón
en la historia moderna del país.
Es de tal magnitud su fracaso que hasta su “programa” fundamental, la lucha contra el crimen organizado, terminará con cifras muy negativas como lo acaban de constatar diversas organizaciones no gubernamentales que se habían mostrado muy dispuestas a cooperar con Calderón. En vez de reducirse el número de delitos se han estado acrecentando, tal como lo señaló la señora Morera, de manera que fue un rotundo fracaso todo el gran derroche de recursos y el descrédito de las fuerzas armadas que significó la “guerra” del aún inquilino de Los Pinos contra el crimen organizado.
Con todo, desde la perspectiva de la oligarquía no hay tal fracaso, pues la estrategia de Calderón permitió descabezar no sólo a cárteles del narcotráfico, sino también a organizaciones sociales que luchan con firmeza contra las políticas públicas reaccionarias y entreguistas. Así se ha debilitado a diversas organizaciones en muchas partes del territorio nacional, como acaba de suceder en Chihuahua, donde se dio muerte al dirigente de El Barzón, Ismael Solorio, y a su esposa, Manuela Solís Contreras, quienes se habían distinguido, desde la fundación de dicha organización, como firmes defensores de causas populares.
Trascendió que ya habían recibido amenazas, debido a su lucha en contra de la sobrexplotación de los mantos freáticos en el noroeste del estado, y contra la minera canadiense Mag Silver, que hace trabajos de exploración en el municipio de Buenaventura, con severos daños al medio ambiente y a las comunidades aledañas. Sin embargo, el gobierno del estado no hizo nada para brindarles protección, no obstante que el día 13 de este mes de octubre ya había sido agredido Ismael Solorio junto con uno de sus hijos, por empleados de dicha empresa extranjera.
Es muy claro que cien años después del inicio de la Revolución Mexicana estamos viviendo, corregidas y aumentadas, las condiciones sociales, políticas y económicas que dieron origen al trascendental movimiento revolucionario que acabó con el sistema feudal en México. Ahora, del feudalismo decimonónico brincamos al fascismo del siglo veinte, sin haber pasado por la democracia y sin haber sabido lo que es la justicia social, principios con los cuales surgió el PRI como partido del Estado corporativo.
El “triunfo” de este partido en los comicios del pasado mes de julio, vino a consolidar el régimen ultra conservador de la tecnocracia neoliberal, hecho que reditó la última victoria del porfiriato en 1910, que dio paso a la lucha armada al quedar demostrado que el dictador no estaba dispuesto a dejar el poder. El movimiento antireleccionista encabezado por Francisco I. Madero se tuvo que replegar, lo que los porfiristas consideraron un triunfo inobjetable que les permitiría seguir en el mando del Estado. Pronto se dieron cuenta de su equivocación.
En estos momentos, la oligarquía supone que puede seguir desgobernando al país como le venga en gana, de ahí su terquedad en seguirle apretando el cuello al pueblo. Poco les puede durar el gusto, a la elite empresarial y al grupo en el poder, si las fuerzas populares cierran filas en defensa de un proyecto nacional democrático, incluyente y progresista, posibilidad que puede acelerarse si las organizaciones de izquierda actúan de manera congruente y con un elemental sentido político.
Los priístas neoliberales habrán de llegar a Los Pinos con la soberbia que los caracteriza, convencidos de que no enfrentarán problemas irresolubles. De ahí su empeño en profundizar las contradicciones sociales, políticas y económicas, que los gobiernos tecnocráticos han estado agravando. Esto se pondrá en evidencia una vez que Enrique Peña Nieto se cruce en el pecho la banda presidencial y comience a poner en práctica políticas públicas abiertamente antidemocráticas, contrarias al interés de las clases mayoritarias, pues a medida que lo haga tendrá que escudarse en la fuerza represora con que cuenta el Estado reaccionario que encabezara nominalmente.
Tal realidad la vislumbran correctamente Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps, por eso no tuvieron empacho en relegirse en sus respectivos gremios, sin temor a represalias. Incluso la señora Gordillo se dio el lujo de retar a Peña Nieto y ponerlo a hacer la tarea, como si fuera un alumno flojo. Nunca antes se había visto que un presidente de la República tuviera que presentarle a la dirigente sindical su programa de trabajo, a ver si se le aprueba o no. Esto demuestra el verdadero tamaño del exgobernador mexiquense.
Es de tal magnitud su fracaso que hasta su “programa” fundamental, la lucha contra el crimen organizado, terminará con cifras muy negativas como lo acaban de constatar diversas organizaciones no gubernamentales que se habían mostrado muy dispuestas a cooperar con Calderón. En vez de reducirse el número de delitos se han estado acrecentando, tal como lo señaló la señora Morera, de manera que fue un rotundo fracaso todo el gran derroche de recursos y el descrédito de las fuerzas armadas que significó la “guerra” del aún inquilino de Los Pinos contra el crimen organizado.
Con todo, desde la perspectiva de la oligarquía no hay tal fracaso, pues la estrategia de Calderón permitió descabezar no sólo a cárteles del narcotráfico, sino también a organizaciones sociales que luchan con firmeza contra las políticas públicas reaccionarias y entreguistas. Así se ha debilitado a diversas organizaciones en muchas partes del territorio nacional, como acaba de suceder en Chihuahua, donde se dio muerte al dirigente de El Barzón, Ismael Solorio, y a su esposa, Manuela Solís Contreras, quienes se habían distinguido, desde la fundación de dicha organización, como firmes defensores de causas populares.
Trascendió que ya habían recibido amenazas, debido a su lucha en contra de la sobrexplotación de los mantos freáticos en el noroeste del estado, y contra la minera canadiense Mag Silver, que hace trabajos de exploración en el municipio de Buenaventura, con severos daños al medio ambiente y a las comunidades aledañas. Sin embargo, el gobierno del estado no hizo nada para brindarles protección, no obstante que el día 13 de este mes de octubre ya había sido agredido Ismael Solorio junto con uno de sus hijos, por empleados de dicha empresa extranjera.
Es muy claro que cien años después del inicio de la Revolución Mexicana estamos viviendo, corregidas y aumentadas, las condiciones sociales, políticas y económicas que dieron origen al trascendental movimiento revolucionario que acabó con el sistema feudal en México. Ahora, del feudalismo decimonónico brincamos al fascismo del siglo veinte, sin haber pasado por la democracia y sin haber sabido lo que es la justicia social, principios con los cuales surgió el PRI como partido del Estado corporativo.
El “triunfo” de este partido en los comicios del pasado mes de julio, vino a consolidar el régimen ultra conservador de la tecnocracia neoliberal, hecho que reditó la última victoria del porfiriato en 1910, que dio paso a la lucha armada al quedar demostrado que el dictador no estaba dispuesto a dejar el poder. El movimiento antireleccionista encabezado por Francisco I. Madero se tuvo que replegar, lo que los porfiristas consideraron un triunfo inobjetable que les permitiría seguir en el mando del Estado. Pronto se dieron cuenta de su equivocación.
En estos momentos, la oligarquía supone que puede seguir desgobernando al país como le venga en gana, de ahí su terquedad en seguirle apretando el cuello al pueblo. Poco les puede durar el gusto, a la elite empresarial y al grupo en el poder, si las fuerzas populares cierran filas en defensa de un proyecto nacional democrático, incluyente y progresista, posibilidad que puede acelerarse si las organizaciones de izquierda actúan de manera congruente y con un elemental sentido político.
Los priístas neoliberales habrán de llegar a Los Pinos con la soberbia que los caracteriza, convencidos de que no enfrentarán problemas irresolubles. De ahí su empeño en profundizar las contradicciones sociales, políticas y económicas, que los gobiernos tecnocráticos han estado agravando. Esto se pondrá en evidencia una vez que Enrique Peña Nieto se cruce en el pecho la banda presidencial y comience a poner en práctica políticas públicas abiertamente antidemocráticas, contrarias al interés de las clases mayoritarias, pues a medida que lo haga tendrá que escudarse en la fuerza represora con que cuenta el Estado reaccionario que encabezara nominalmente.
Tal realidad la vislumbran correctamente Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps, por eso no tuvieron empacho en relegirse en sus respectivos gremios, sin temor a represalias. Incluso la señora Gordillo se dio el lujo de retar a Peña Nieto y ponerlo a hacer la tarea, como si fuera un alumno flojo. Nunca antes se había visto que un presidente de la República tuviera que presentarle a la dirigente sindical su programa de trabajo, a ver si se le aprueba o no. Esto demuestra el verdadero tamaño del exgobernador mexiquense.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
No hay comentarios.:
Publicar un comentario