4/16/2013

Tiempo de Blues ; El regreso a los orígenes



Raúl de la Rosa
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Durante las labores de remodelación del recintoFoto Raúl de la Rosa

La arquitectura fue el espejo de la armonía eterna mientras que la música fue su eco1

Primera llamada

Recientemente los directivos de la Universidad del Claustro de Sor Juana, con sede en el ex convento de las monjas jerónimas, crearon un novedoso escenario, que técnica y funcionalmente permitirá recuperar las cualidades acústicas del templo del recinto, que abrirá sus puertas este 17 de abril, para compartir el espíritu de la música.

La nave principal estará destinada especialmente a la música antigua, barroca, coral, de piano (su tiempo de reverberación es muy alto), pero también a espectáculos teatrales y de danza. Tiene una capacidad de 276 espectadores; en el sotocoro o coro bajo se ofrecerán conciertos de cámara (su tiempo de reverberación es más bajo) y en lo que se conoce como coro alto habrá una sala de cine para 90 espectadores.

Lo sorprendente es que en este breve espacio se pueden tener simultáneamente tres actividades (teatro, concierto de cámara y cine) sin que interfieran entre sí, gracias a los elementos y cámaras de aire que crean perfecto aislamiento.

En entrevista, el arquitecto Jorge Galaviz (autor del proyecto de remodelación) dio datos fascinantes, imposible de reproducir debido a la complejidad técnica de los mismos; sin embargo, son entendibles algunas soluciones cuando vemos el plafón y los paneles laterales del recinto, que tienen la cualidad de ser receptores del sonido, son transparentes para que la gente siga admirando la belleza del edificio original. El aire (que transmite el sonido) pegará en ellos y distribuir el sonido.

Desde hace siglos, los constructores de iglesias, templos y catedrales góticas sabían de la acústica de estos recintos, ya que el culto y la palabra van de la mano y, si ésta es cantada, la importancia de la reverberación era calculada, los maestros constructores lo sabían, porque existía complicidad entre el compositor y la sala, en que se juega con la acústica.

Segunda llamada

El Claustro de Sor Juana simboliza la luz y sombra del Centro Histórico de la ciudad de México. En cinco siglos han coexistido lo excelso y lo más pueril de nuestra historia urbana. En este recinto se fundó el primer convento mexicano para monjas jerónimas durante el Virreinato (1585).

En el México independiente no son pocos los hechos que se recorren: las leyes de Reforma, el periodo revolucionario con su impronta en el siglo XX; una marcha de 428 años para ser exactos hasta este 2013 del siglo XXI.

Transitar por este claustro, henchido de mil historias, rodeado de los más horripilantes edificios que invadieron la mayoría de las calles del Centro de esta capital, es recordar la más terrible destrucción que ciudad alguna haya padecido.

Guillermo Tovar de Teresa reveló: El siglo XVI devastó a la ciudad indígena; el XVII la de los conquistadores, y el XIX, la urbe barroca de los siglos XVII y XVIII. El siglo XX, el más responsable por ser el más consciente, ha sido el más avasallador y el que la ha convertido en un monstruo apocalíptico2.

Lo concerniente de la Corte Virreinal, los conflictos religiosos, los intereses políticos, los militares, la especulación mobiliaria y la corrupción (en todas las épocas) se combinaron para que este recinto tuviera los más diversos y, a veces, los más irracionales usos.

Aquí se construyó el Convento de San Jerónimo, al que en 1668 ingresó la novicia Juana de Asbaje, quien habría de convertirse en el Fénix de México: Sor Juana Inés de la Cruz, quien permaneció 27 años en el recinto, hasta su muerte acaecida el 17 de abril de 1695.

Hace 318 años exactamente que el tifus acabó con la existencia de esa sorprendente y fascinante mujer, que tuvo que hacerse monja para poder pensar, Octavio Paz dixit.

Tercera llamada

Tras la amortización de los bienes del clero, el convento fue abandonado y saqueado; fue utilizado de hospital militar y caballerizas, vendido en partes; comercios y vecindades lo invadieron. El gobierno de Manuel González pagó con el inmueble deudas de obras al arquitecto Antonio Rivas Mercado, quien a su vez lo regaló a sus hijas: Alicia y Antonieta, esta última abrió los teatros Ulises y El Pirata, que habría de convertirse en el célebre Smyrna Dancing Club, popularmente conocido como el Esmeril.

En 1964 se inició la restauración del ex templo, que se hallaba en total abandono. Debajo del sotocoro se descubrieron osamentas de monjas ahí enterradas, entre las que presumiblemente están las de Sor Juana. El doctor Arturo Romano Pacheco hizo un importante estudio con los objetos de uso cotidiano encontrados. La mayoría de las monjas eran criollas, pues la norma era que en los conventos sólo ingresaban peninsulares o criollas.

En el Convento de San Jerónimo vivían más de 80 monjas y 200 esclavas y sirvientas, viudas y algunas niñas para atender a las monjas, que vivían en celdas, las cuales eran departamentos completos, con cocina privada.

Posdata:

Hace más de 2 mil 400 años que el arquitecto y escultor Policleto el Joven (es real este nombre) construyó el teatro de Epidauro que es el único teatro en el mundo en el que las últimas filas, situadas a 70 metros, escuchan perfectamente a los actores del escenario.

1 Otto von Simson / Prof. De Historia del Arte de la Universidad de Berlín.

2 Guillermo Tovar de Teresa/ La Ciudad de los Palacios: Crónica de un patrimonio perdido; 1ª edición, México 1990.

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