Nosotros ya no somos los mismos
Ortiz Tejeda
Imagen de 1969 de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, quien falleció a los 87 años el 8 de abril pasadoFoto Ap
Quedamos
en que esta semana empezaríamos la columneta con la buena noticia. Aquí
va: se han planteado en el Senado las reformas y adiciones a las leyes
de Protección al Consumidor y a la de Transparencia y Ordenamiento de
los Servicios Financieros, mismas que fueron aprobadas ya por las
comisiones unidas de Comercio y Fomento Industrial, de Hacienda y
Crédito Público y de Estudios Legislativos.
Es de justicia hacer notar la participación del senador Benjamín
Robles Montoya en la aprobación del dictamen correspondiente. No lo
conozco, no sé a qué partido pertenece, de qué entidad es originario,
de qué prepa viene o qué desodorante lo patrocina, pero no hay duda del empeño que le ha puesto al asunto:
Los abusos que cometen estas oficinas de cobranza extrajudicial podrán ser considerados como causales de denuncia ante las autoridades, ya que ocasionan daño civil al entorno del deudor, así como las maniobras de hostigamiento, acoso e intimidación en contra de deudores, avales y familiares, compañeros de trabajo o empresa que representa. El Senado aprobó, además, la prohibición del uso de documentos que aparenten ser escritos judiciales, u ostentarse como representantes de algún órgano jurisdiccional. La reforma aprobada prohíbe utilizar cartones, anuncios o cualquier medio impreso y realizar llamadas telefónicas agresivas e imprudentes.
Por otra parte, desde agosto de 2007 la Suprema Corte de Justicia de
la Nación resolvió que era inconstitucional que los bancos cedieran a
empresas especializadas en adquisición de deuda sus carteras vencidas,
es decir, a esos despachos de cobranza de los que millares de
ciudadanos somos víctimas. Violación que se inicia en las direcciones
de las instituciones bancarias que ilegalmente otorgan esa cesión de
derechos. Como bien dice un antiguo principio jurídico del derecho
romano, que muchos le adjudican al jurisconsulto Domicio Ulpiano (170
dC, aunque yo no avalo la referencia):
tanto delinque el que cede la cartera vencida como el que la transforma en un cuerno de chivo para extorsionar al deudor.
La conclusión evidente es que debemos divulgar a todo el mundo estas
reformas legales que, seguramente, serán aprobadas en la Cámara de
Diputados. Si hay posibilidad, habrá que ir a la sesión en la que se
discutan, y dar seguimiento y marcaje personal a los diputados sobre su
comportamiento y sentido de su voto. En cuanto a los bancos, o se
deslindan de estos atracadores y les retiran la patente de corso
otorgada, o los corresponsabilizamos por igual: chipote con sangre, sea
chico sea grande (ésta sí no es de Ulpiano): ¿o, es contrario a los
reglamentos del buen gobierno de la ciudad repartir algunos dossiers
(nótese que no dije volantear, propio de cualquier Noroña o Batres) a
las afueras de las sucursales? Los despachos de los atracadores piden
que los llamemos por teléfono para que nos den cita y logremos evitar
el ilegal embargo. Lo podemos hacer durante todo el día(s). Ojalá no se
bloqueen, ante nuestra pronta respuesta, sus teléfonos. Conclusión de
la conclusión: si nos organizamos, les partimos... las demandas.
He recibido cantidad de correos, quejas, solidaridades que me
sobrepasan y abruman. Me da pena estar remitiendo a todo el mundo con
don Enrique Galván Ochoa, pero les explico que me consta que sus
conocencias e influencias hacen milagros. Yo soy un pésimo litigante y
peor componedor: me embronco a las primeras y lo echo todo a perder.
Hay, sin embargo, unas historias tan increíblemente injustas y
absurdas, que me siento en la obligación de que esta columneta las dé a
conocer en su oportunidad.
Como habrán visto, ni los bancos mencionados ni las agencias o el
chifonier de crédito han desmentido nada de lo afirmado. Me ofrecen
solucionar un asunto personal (que además ya prescribió) como si ese
fuera el problema de fondo. Su preocupación es simplemente mediática.
De lo demás no entienden nada ni les interesa. El poder es el origen de
su importamadrismo e impunidad, pero pienso que en México les ha
fallado el cálculo en mesurar, calcular, calibrar, evaluar o
simplemente medir el agua a los boniatos, chacos, ipomeas o,
simplemente, camotes. Aquí, un mexicano desesperado (aunque no sea de
Guanajuato), que decidiera pasar a retirarse en definitiva, aplicaría
la misma costumbre que priva cuando decide interrumpir su partida de
dominó para ir a los
sanitarios(palabra muy de uso en nuestras cantinas): nunca se va solo.
Margaret
Thatcher. Seguramente porque venía yo de uno de los círculos más
terribles y tenebrosos del averno dantesco, que representaba haber
trabajado cerca de Margarita López Portillo, llegué con un aceptable training a mi plática con la señora Margaret Thatcher.
No sé cuántas veces los embajadores mexicanos: Manuel Tello, Héctor
Cárdenas y Juan José de Olloqui, o nuestro canciller Jorge Castañeda
hayan podido platicar con la señora y por cuánto tiempo, cara a cara.
Yo lo hice y lo relato de memoria, a reserva de corregir o agregar tan
pronto logre transferir los casetes de esa época antediluviana al dvd,
formato que espero esté vigente unos meses más.
Eran finales de 1981. El presidente López Portillo estaba por cuajar
el acto más importante de su gobierno en el ámbito internacional: la
llamada Cumbre Norte-Sur o Reunión Internacional de Cooperación y
Desarrollo, a celebrarse en Cancún. A ella asistieron 22 naciones,
representadas por 17 jefes de Estado o de Gobierno y cinco ministros de
Relaciones Internacionales.
Con el apoyo invaluable de algunos de los damnificados por el
tsunami Margarita L.P. (si hubiera podido reunir a todos los afectados
habría superado a MGM), elaboré un proyecto para dar a conocer a escala
de estudiantes de enseñanza media (y también de El Colegio de México)
la trascendencia de esa reunión: la historia y actualidad de los países
participantes, sus regímenes políticos y la biografía de sus
gobernantes. Como nuestros presupuestos eran de subsistencia y para la
televisión privada el acto no resultaba de mayor interés (se concretó a
cubrir el aspecto noticioso), la Presidencia contrató nuestros
servicios. No es lo mismo estudiar, investigar, recopilar material,
filmar, editar y realizar un producto capaz de ilustrar sin aburrir que
publicar o trasmitir sólo
color: escenografía, vestuario, chismes, anécdotas. Además, los patrocinadores están en los partidos del Super Bowl y no en las discusiones sobre el hambre, la economía racional, el comercio equitativo, las fuentes de energía.
Concebimos, entonces, una serie a la que le dimos el nombre de una
producción inglesa que en esos momentos era muy conocida y reconocida: Los de arriba y los de abajo. O séase los países del norte y los del sur que se reunían en Cancún.
El trabajo, obviamente, no fue nada fácil; no representábamos a
ningún medio importante y, sin embargo, en la primera ronda de la
reunión, en la que se encontraron los altos funcionarios de cada país
–que son quienes lo discuten y aprueban todo, para que luego los jefes
vengan, se echen un discurso, firmen y se tomen la foto–, conseguimos
entrevistas con el general Alexander Haig, secretario de Estado de
Ronald Reagan y, ¡quién lo creyera!, con Peter Alexander Rupirt, o sea,
el sexto barón de Carrington. Lord Carrington, quien había
sido secretario general de la OTAN y era ahora el secretario de
Relaciones Exteriores del gobierno de la señora Thatcher. Sería
aventurado decir quién fue el autor de la seducción diplomática a lord
Carrigton: ¿Lilia Rossbach o yo? Pero después de una conversación en la
que brilló el humor británico, nos aseguró una entrevista con la
llamada dama de hierro. Cuando me estrechó la mano le dije: es la primera vez que saludo a un noble.
¿Y se siente usted excitado?,me contestó con una etérea cuasi sonrisa, plena de ironía y complicidad. Había, por supuesto, condiciones y limitaciones sobre los temas de la conversación. Estos serían los asuntos de la reunión, sobre ellos bordaríamos y no habría referencias a cuestiones de política interna de la Gran Bretaña.
No estábamos en posición de regatear. Aceptamos emocionados y nos
comprometimos a respetar el acuerdo. Más allá del innegable ‘diez’ que
nos íbamos a anotar profesionalmente, la posibilidad de estar frente a
la mujer cuyo carácter, más que cualquier otro elemento de su
personalidad, fue factor definidor del apocalipsis en que se convirtió
el mundo en el vetusto siglo XX, representaba para nosotros un reto
irrenunciable. Este era un incentivo de tal magnitud que ni todo el
poder de la bruja, no del Este, sino de los cuatro puntos cardinales,
logró evitar. En el tintero electrónico quedan la entrevista con la
señora Thatcher y la única versión mexicana del funeral de Pablo Neruda
(recién exhumado), o las ventajas de la senectud.
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