7/07/2013

El ideal maternal



Maria Bilbao repasa los mitos que garantizan que la ecuación mujer=madre siga inalterable, y los malestares psicológicos relacionados con ese mandato


Maria Bilbao*

Desde hace años las mujeres occidentales se han incorporado al mercado laboral y a la vida pública en general. Sin embargo, hay una representación de la mujer que permanece inalterable. La ecuación mujer=madre continua vigente hoy en día y cuando hay algún atisbo de olvido de nuestra función reproductora, una nueva ley que regula la interrupción del embarazo o una nueva moda en materia de crianza nos devuelve a las mujeres a nuestro lugar: la reproducción. Esto no significa que nuestro papel de trabajadoras se diluya, sino que es la combinación de ambas el equilibrio que las mujeres deben lograr a base de culpa y ansiedad. 

Por otra parte, la historia nos ha demostrado que cuando hay escasez de empleo las políticas ideologizadas van fraguando la sútil retirada de las mujeres al hogar.


Antonio Cortina Farinós [<font><font>Dominio público </font></font>], via Wikimedia Commons
Antonio Cortina Farinós.- Wikimedia Commons

Para realizar un análisis de la maternidad es necesario tener en cuenta que las mujeres enfrentan un juego de fuerzas sociales, psicológicas, ideológicas y culturales que operan mediante los mitos de la maternidad. Se ha santificado y mistificado como una consecuencia obligada de nuestra anatomía y el instinto maternal como una hecho natural. La maternidad es una opción de vida totalmente válida, el problema es cuando se plantea como la única opción valida, la plenitud de eso que se llama feminidad y la forma de vida mas completa, en este sentido la anatomía es el destino para una mujer.

La historia nos ha demostrado que cuando hay escasez de empleo las políticas ideologizadas van fraguando la sútil retirada de las mujeres al hogar
A las madres se les supone amor incondicional, entrega total, generosidad y sacrificio y en ella se descargan casi todas las culpas y responsabilidades si no cumple con las expectativas sociales. El desarrollo de muchas teorías del desarrollo psicológico infantil han contribuido a la culpabilización de la madre, teorías en muchos de los casos instrumentalizadas por el orden sociocultural. Los discursos sobre las mujeres y las madres se organizan en torno al mito del ideal maternal. El mito está inscrito en la intersubjetividad humana y organiza relaciones, prescribe las prácticas sociales a partir de las creencias e ideologias de una cultura, es decir opera a nivel inconsciente y es producido por el imaginario social. Según Ana María Fernandez (1982), el mito de la mujer=madre se articula con el orden simbólico y opera en el imaginario social a través de tres recursos: La ilusión de naturalidad, la ilusión de atemporalidad y la selección.


La ilusión de naturalidad

Según esta falacia, es natural que la mujer sea madre porque posee un aparato reproductor. En consecuencia ésta es dotada de un instinto maternal que inscribe la relación en un orden natural y no un hecho cultural, y que la guía en lo que es lo mejor para su hijo.



La ilusión de atemporalidad

Es la falacia según la cual la maternidad “siempre fue asi” y “siempre será asi” aunque los datos históricos la desmienten. La maternidad y la crianza infantil no han tenido la misma importancia a lo largo de la historia y en todas partes del mundo, sino que ha estado sujeta a las necesidades sociales y materiales. El interés por el bienestar del bebé ha dependido históricamente de determinantes económicos y demográficos, siendo muy frecuente el abandono infantil durante muchos periodos históricos. Comenzó a ser mas importante a partir el XVIII, enmarcado en el mito rousseauniano del ideal de mujer y se extendió a lo largo del XIX y XX. Se ha protegido especialmente en momentos históricos y países despoblados por guerras o por baja natalidad.


A las madres se les supone amor incondicional, entrega total, generosidad y sacrificio

La selección


El tiempo dedicado a la crianza de los hijos e hijas es similar al que dedicaban las mujeres de épocas anteriores cuando parían decenas de hijos debido al alargamiento de la crianza. Siendo la reproducción su función en la sociedad se va estructurando el orden social de manera que cuando se desenmascara el mito de la naturalidad, se reordene el mandato mediante otros factores. Un ejemplo de esto serían algunas de las prescripciones de la crianza natural.

Sin ánimo de perseguir ni señalar a quienes eligen este método de crianza, podríamos observar en algunas recomendaciones una vuelta a modelos altamente responsabilizadores para las madres. Las vuelta a una lactancia materna extendida durante años, por ejemplo, conjugaría todas las falacias del mito maternal: es madre quien da de mamar, solo la mujer puede hacerlo, desterrando otras muchas formas de maternaje no biológico o femenino, es una vuelta a lo tradicional y hace que las mujeres vivan la relación maternal, como la demanda de leche, impostergable.
Con esto no negamos los valores de la lactancia ni mucho menos, es la culpabilización de las mujeres que no quieren o no pueden dar de mamar, la exclusión de otras formas de maternaje las que nos hacen sospechar cuando ésta se convierte en imposición más o menos sútil.



La maternidad acarrea una serie de prescripciones y valores que nos dice cómo debe ser una madre: entregada, generosa, sacrificada, paciente, cariñosa. Y cómo no debe ser: ansiosa, agresiva, erótica. Este mandato configura una subjetividad que variará con características personales, pero que compartirá unos comunes sobre lo que es ser madre: un ser para el otro que contrapone las necesidades del niño o de la niña con los deseos y necesidades de la madre. Una particular organización de los vínculos afectivos fruto de siglos de prácticas culturales que permitirán a la madre detectar las necesidades de sus hijos e hijas, pero que no es determinada biológicamente y que hacen extensible una predisposición culturalmente impuesta e interiorizada por las mujeres como parte de su ideal. Una vinculación dependiente que irán desplazando a las mujeres del lugar de sujeto deseante.

Aunque es cierto que el maternaje no es exclusivamente femenino, sino que se puede considerar como la función cuidadora ejercida por la figura significativa más cercana al niño o niña, y que actualmente hay muchos varones que ya ejercen una paternidad igualitaria y responsable. Los mensajes culturales, los mandatos sociales y los siglos de patriarcado aún pesan demasiado sobre la constitución subjetiva de las mujeres y es un proceso que se modifica muy lentamente.


La depresión postparto, el síndrome del nido vacio o la depresión del ama de casa son malestares asociados a la sobrecarga que representa el ejercicio de la maternidad

Esta subjetividad derivada del ideal maternal constituyente de la feminidad en nuestro orden cultural acarrea una serie de patologías especialmente asociadas al rol femenino además de la culpabilización y penalización a veces sutil de aquellas mujeres que no anteponen la maternidad a otras ocupaciones, aquellas que delegan en el padre, aquellas que migran dejando a sus hijos a cargo de otra mujer. La amenaza y patologización son el reverso de la idealización de la maternidad que busca la institucionalización del mito. El síndrome de la madre maliciosa, el síndrome de Munchausen, y actualmente el tan escuchado SAP son ejemplos de culpabilización e hiperresponsabilización de la figura materna del bienestar de los hijos: se convierte a la madre principalmente en depositaria de la salud del niño. La depresión postparto, el síndrome del nido vacio o la depresión del ama de casa son malestares asociados a la sobrecarga que representa el ejercicio de la maternidad y más concretamente a la fuente de satisfacción narcisista que ésta representa, pero que cuando se convierte en demasiado idealizada o absorbente se transforma en una trampa que corta todos los otros suministros de satisfacción y valoración para muchas mujeres, especialmente aquellas que han sido educadas de manera más tradicional.

La maternidad es una opción tan válida como otra cualquiera, una opción que hace feliz a muchas mujeres, que es elegida y que es vivida con plenitud, es la imposición de la misma y la mistificación la que daña y patologiza a las mujeres.

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