Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Resulta
significativo que la sexta cumbre de los BRICS en Fortaleza (Brasil)
suceda en un escenario de fractura geoestratégica entre las tres
superpotencias vigentes: Estados Unidos, Rusia y China, tripolaridad que acepta el general Martin Dempsey, jefe de las fuerzas armadas conjuntas de Estados Unidos.
La cumbre de Fortaleza sería la más importante de todas por su
localización en el continente americano y sus históricos alcances que
sepultan la caduca doctrina Monroe en un ambiente de nueva
multipolaridad.
La cartografía geoestratégica ha cambiado dramáticamente en los recientes meses en el
mundo post Crimea, que ha acentuado las tendencias esbozadas en 2008 durante la guerra de Rusia contra Georgia y que tuvo como epílogo la secesión de Osetia del Sur y Abjasia.
A partir de la guerra entre Georgia y Rusia se trazó la primera
línea rojadel Kremlin en la etapa de su restauración relativa por el presidente Vlady Putin, quien ha jugado a las mil maravillas la carta de los hidrocarburos y los oleo/gasoductos como arma disuasiva para impedir el desmembramiento de lo que quedó de Rusia después de la disolución de la URSS y también con el propósito de frenar el irredentismo de la tripleta Estados Unidos/OTAN/Unión Europea (UE) en la
periferia inmediatade Moscú.
El
mundo post Georgia, desde el punto de vista del posicionamiento militar, representó las tendencias que se iniciaron en la primavera de 2004 cuando Estados Unidos y sus aliados no pudieron controlar el petróleo de Irak, lo cual dio lugar al nuevo barómetro de la geoeconomía planetaria con el inicio irreversible del alza del crudo, que se ha quintuplicado desde entonces a más de 100 dólares el barril y que llegó a un notable pico de 150 dólares.
No se puede entender el
mundo post Georgiade 2008 sin el inicio ascendente e irreversible de la cotización del oro negro a partir de 2004, considerando que Rusia es la máxima potencia gasera del planeta, seguida por Irán, luego por Qatar y en cuarto lugar por Turkmenistán.
Se deduce así que el
arma petrolerano va sola y que necesita de la cobertura de 4 mil 300 bombas nucleares hoy en manos de Rusia.
Mucho más que China, Rusia ha vuelto a mostrar su dentadura militar,
lo cual empuja al incipiente orden multipolar y, en paralelo, a la
irresistible expansión del bloque de los BRICS que apunta a incorporar
como nuevos miembros a Irán y Argentina.
La secuencia crono-geopolítica es pasmosa: irresistible alza
petrolera a partir de la primavera de 2004; nacimiento de los BRICS
(oficiosa en 2006 y oficial en 2009), que de un bloque cuatripartita
pasó a uno pentapartita; y el
mundo post Georgiaen 2008.
Tal es la inicial plataforma multipolar que luego se concatenó con el reciente
mundo post Crimeade 2014.
Se pudiera argumentar que el Grupo de Shanghai, como contrapunto a
la expansión oriental de la OTAN en la década de los 90 del siglo
pasado, epitomizó el mínimo vital del poder y la geografía de Rusia que
restañaba sus heridas después de la
catástrofe geopolítica(Putin dixit) cuando Moscú solamente esperaba la oportunidad propicia para detener la ofensiva en sus fronteras por la tripleta de Estados Unidos/OTAN/UE.
La oportunidad para detener la vertiginosa caída vertical de Rusia
se la brindó la doble debacle militar de Estados Unidos en Afganistán
y, sobre todo, en Irak, cuando Bush hijo no pudo controlar el pletórico
petróleo de ese país en la primavera de 2004.
El
mundo post Crimeaha acentuado la recuperación relativa del vital espacio geopolítico de Rusia en su
periferia inmediata, lo cual ha llevado a la reincorporación de la superestratégica península de Crimea y a su preponderancia militar en el Mar Negro, los cuales desencadenaron tanto el acuerdo gasero histórico de Rusia con China como la eclosión de la Unión Euroasiática con Bielorrusia y Kazajstán.
Hoy la
batalla mercantil cunde ferozmente en los dos océanos que bañan las
costas de Estados Unidos, quien busca controlar las dos terceras partes
del comercio mundial mediante sus dos polémicos tratados: 1) la
Asociación Transpacifica (TPP, por sus siglas en inglés), destinado a
cercar, si no a
contener, a China y, de paso, a Brasil y al Mercosur y, desde luego, a toda el ALBA; y 2) la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés), mediante la cual Estados Unidos busca atraer en su trampa a la UE, hoy fracturada económica y políticamente, mediante el espejismo de la burbuja del fracking y su shale gas para que rompa sus relevantes lazos energéticos con Rusia.
No todos los proyectos mercantilistas de Estados Unidos han sido
exitosos, como lo demuestran sus mayúsculos fracasos recientes: a
escala local el fenecido Plan Puebla-Panamá y a escala regional la
sepultada ALCA.
Hoy asistamos a
neorregionalismosmediante la formación de bloques regionales con sus respectivos liderazgos: Estados Unidos (con la absorción de Canadá y México); Brasil (con el Mercosur y en lucha por controlar a Unasur y al ALBA); Alemania (atormentada con su dilema ontológico: controlando lo que quede de Europa o quizá creando la anhelada
ruta de la sedacon China y Rusia; China (con el ASEAN-10, si es que no lo descarrila antes Estados Unidos atizando el fuego en los mares del Sur y Este de China) y Rusia (Unión Euroasiática).
Las fortalezas y vulnerabilidades de cada uno de los cinco miembros de los BRICS afectan al todo.
Aun dentro de los BRICS existen niveles y gradientes de poder que no
son equiparables entre todos sus miembros, como es el rubro nuclear,
donde exhibe en su seno a una superpotencia atómica de la talla de
Rusia (a la par de Estados Unidos) y a potencias medianas como China (con 250 bombas) e India (de 80 a 100).
Notablemente, Sudáfrica poseía seis bombas nucleares antes de que los gobiernos post apartheid las
desmantelaran en forma unilateral y voluntaria, mientras Brasil tiene
prohibido en su Constitución adoptar las bombas atómicas pese a que
posee el know-how para fabricarlas.
Dada la anárquica coyuntura presente del desmantelamiento unipolar estadunidense –a partir de la confrontación entre el G-7 y los BRICS: desde Ucrania hasta el nuevo califato del siglo XXI–,
la sexta reunión cupular de los BRICS en Fortaleza simboliza la
aceleración propicia para encaminar el nuevo orden multipolar que
asienta como nunca el singular momento histórico de Sudamérica como
nuevo gran actor geopolítico.
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