El Salón Rojo
Por I Diciembre 12, 2014 I 1:21 am
Mapa a las Estrellas (Dir. David Cronenberg)
Las revistas y los programas de televisión nos mienten, hay algo
podrido debajo de todo el oropel que supuestamente reviste a las
estrellas de Hollywood. Hay algo sucio, retorcido, sanguinolento tras
esos vestidos de diseñador, detrás de esos cuerpos perfectos, de las
sonrisas brillantes, el dinero y las mansiones. David Cronenberg lo
sabe, sabe que ahí se esconden la decadencia, la lujuria, la codicia,
la suciedad y la sangre. Cronenberg se frota las manos y sonríe; sabe
(sabemos) que esto será pura diversión.
Si en su pasada cinta, Cosmopolis (2012), Cronenberg hacía
una fría y calculada parodia a la posmodernidad financiera, ahora el
director canadiense apunta el bisturí hacia la vacuidad del star system hollywoodense con Maps to the Stars,
su más reciente filme. Para ello, cuenta no sólo con su ácida agudeza y
su proverbial falta de pudor, sino que además se nutre de las historias
de un insider, el novelista, actor y productor Bruce Wagner
(guionista de esta cinta) poseedor de una visión mordaz de Hollywood
provocada -dicen- a partir de su trabajo como chofer de limusina en
California.
Justo es el chofer de una limusina -con deseos de convertirse en
guionista y actor- y la joven turista que lo contrata (Robert Pattinson
y Mia Wasikowska respectivamente) los personajes que servirán de
entrada para conocer este mundo desquiciado y delirante: un niño actor
que con apenas trece años (excelente Evan Bird) ya es un taimado
ex-drogadicto, la aún atractiva pero ya entrada en edad actriz
(Julianne Moore con merecido premio en Cannes por esta actuación)
desesperada por obtener el papel que hiciera de su fallecida madre una
famosa estrella, los padres del niño actor que en realidad son hermanos
y que viven de la fama y el dinero de su hijo (John Cusak y Olivia
Williams) y hasta Carrie Fisher, haciéndola de ella misma en una
referencia cruel a “la película esa que está haciendo JJ”.
En esta cínica, ácida y cruel comedia de terror, nadie está a salvo.
El principal villano para estos personajes es el tiempo. Estamos en un
mundo donde a los 13 ya puedes entrar a rehabilitación por drogas, a
los 23 ya eres una actriz vieja, a los 50 eres un cadáver que camina
con ropa de diseñador. Si el futuro es el peor de los lugares para
estas estrellas, el pasado se les presentará en forma de fantasmas que
vienen a cobrar viejas facturas: la madre que tortura a su hija por
pretender hacer el remake de su película, una fan del niño actor que
murió de alguna enfermedad rara, la hija del incestuoso matrimonio que
aparece de la nada a tratar de reconciliarse y es recibida como un
fantasma más.
Cronenberg se regodea en la crueldad hacia esta pléyade de estrellas
en caída libre, nutre la historia con referencias a personajes reales
de la farándula, construye monstruos que viven en un universo
incestuoso, decadente, narcisista, que en su empeño por ser auto
referencial no hace sino volverse más plausible: mientras más excesos
se cometen (la actriz que en una tarde de flojera se gasta 18,000
dólares en las tiendas de ropa), más plausible o probable suena todo.
Se extraña un poco más de sangre, un poco más de desparpajo, pero
indudablemente resulta en un placer cuasi culposo ver a estos seres
-con sillones de 12,000 dólares, mansiones y autos de lujo- patalear
desesperados en el fango de su propia fama y el dinero.
Hay algo retorcido detrás de Hollywood, su oropel es tan falso como
las fantasías que nos venden todos los días. Cronenberg lo sabe. Esto
es pura diversión.
Maps to the Stars (Dir. David Cronenberg)
3.5 de 5 estrellas
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