Por
Mauro González Luna (apro).- He aquí una reflexión sobre puntos
esenciales para en su momento, determinar la conducta a seguir en la
próxima elección presidencial. Es una reflexión que parte de
convicciones de raigambre trascendental. Valores, pensamiento sereno y
sentido común, deben ser pautas en la toma de decisiones políticas. Son
cuatro los puntos que destacaré.
Los partidos a los que aludiré son el PAN, PRI y Morena; los demás
son tangenciales y no tienen un ascendiente definitorio en las políticas
públicas a instrumentarse por el triunfador en buena lid: son meros
cabuses. Las alianzas son coyunturales y seguramente se disolverán al
menor soplo de los vientos políticos. Los llamados independientes, no lo
son, sirven al oficialismo; le son útiles.
I
Uno de los puntos más acuciantes es la llamada “ideología de género”,
promovida por el sistema globalizador para eliminar las resistencias a
la injusticia neoliberal; es un señuelo distractor, una trampa en que
han caído las izquierdas. Ella es una moda que promete bienestar y
libertad. Tal ideología sostiene que el sexo es una creación cultural
que depende fundamentalmente de cómo se perciba el sujeto a sí mismo,
hombre o mujer. Desvincula el sexo de la biología y de la procreación.
En la realidad, esa promesa es mero espejismo al atentar contra la vida
de inocentes y denigrar la maternidad, postulando entre otros puntos, el
“privilegio” del aborto, el “derecho” de los menores a decidir sobre el
sexo de su elección al margen de los padres, mediante la ingesta de
hormonas o incluso de mutilaciones ordenadas por el Estado. Ideología
que hace del deseo sin límite, el criterio y palanca de la conducta. Te
hace creer que eres libre, pero en verdad te esclaviza, te somete a una
vida inauténtica de fatal consumismo, desnuda de espíritu y de
responsabilidad frente a la comunidad, usando palabras de Chul Han.
El único partido que no aprueba dicha ideología, es el PAN. El PRI y
Morena la defienden acaloradamente como sustituto de la lucha real por
un sistema distinto al neoliberal. Este punto es clave para normar el
criterio político y definir el voto en su caso.
II
La pobreza y la desigualdad económica y social, frutos del modelo
neoliberal contrario al bien de la comunidad, son otras patologías
sociales que claman al cielo. Dicho modelo violenta sin miramientos el
principio de solidaridad tan central para una vida auténticamente
humana. Desde 1982 en que se implantó formalmente el neoliberalismo con
sus políticas públicas hasta la fecha, el resultado de tal modelo ha
sido patético en términos económicos, sociales y políticos; equivale a
un fracaso. Crecimiento del PIB raquítico; política fiscal y de
monopolios provocadora de una inaudita concentración de riqueza en unas
cuantas manos; endeudamiento endemoniado con el Fobaproa como emblema de
la desvergüenza. Ese Fobaproa nos endeudó para siempre a los mexicanos,
para regocijo de la banca parasitaria y para ruina de las generaciones
futuras.
El neoliberalismo al servicio de la finanza improductiva, todo lo
reduce a mercancía: la vida misma, el trabajo, la política, el arte bajo
el impulso perturbador de la eficiencia. Su lema: “consumir la vida en
vanidades”. Para el neoliberal, es válido todo lo que resulta eficaz con
independencia de la licitud de fines y medios -es decir, el fin
justifica los medios-. En este punto, las diferencias reales -no
retóricas- entre los tres partidos son de matiz, cuantitativas y no
cualitativas.
Morena en la práctica, no se aleja del modelo depredador. Dicho
partido ahora equilibrista, paradójicamente, está liderado en materia
económica, tanto por empresarios que se beneficiaron del Fobaproa y que
defienden la reforma energética, como por zedillistas de cepa, ultra
neoliberales. Y evidencias adicionales de ello sobran, a la luz de las
políticas instrumentadas en la ciudad capital por su hoy candidato: la
urbana que pobló de edificios amplias zonas de la ciudad capital de
manera irracional, en beneficio de los pulpos inmobiliarios, preludiando
el paroxismo edificador de este sexenio; la política de alianzas con
grandes empresarios en las obras del centro y de los segundos pisos,
cuya información quedó reservada por lustros; la política laboral,
contraria a los derechos de los trabajadores del entonces gobierno del
DF al privarlos de prestaciones que compensaban sus precarios salarios,
en aras de la eficiencia , con excepción de su chofer. Su
antineoliberalismo es pura retórica para encandilar a ingenuos.
El PAN anayista, sin el lastre calderonista-priista, en teoría,
podría levantarse del polvo y volver a la senda de sus principios de
doctrina originales, del humanismo solidario antiliberal, basado en los
valores sociales del cristianismo que subordinan el capital al trabajo.
El PRI endiosa al neoliberalismo sin rubor alguno a pesar de su fracaso
estrepitoso. Por otro lado, para dorar la píldora, los tres partidos
aplican paliativos asistenciales, aspirinas, azucarando un poco la
amargura neoliberal.
III
El siguiente problema es el de la inseguridad galopante, surgida con
motivo de la violencia desatada desde el 2006 con el inicio de la
“guerra” contra la delincuencia organizada. Tal remedio ha resultado
peor que la enfermedad; se fragmentaron los cárteles y se multiplicó la
violencia y sus métodos sanguinarios. El resultado: decenas de miles de
muertos, ejecutados, desaparecidos, es decir, una tragedia nacional, una
crisis humanitaria sin precedentes a la que por desgracia el país se ha
acostumbrado sin compenetrarse del dolor ajeno.
La culminación de dicha política de “seguridad” es la ya aprobada Ley
de Seguridad Interior de fuerte tufo autoritario, que legitima
jurídicamente la militarización del país comenzada de facto en 2006. Esa
ley sacrifica las libertades básicas en aras de una supuesta seguridad,
la de los establos. Tal ley ha sido objeto de una crítica demoledora
por parte de los organismos de derechos humanos de todo el mundo por
considerarla de claro cuño autoritario. Representantes populares del PAN
anayista la han cuestionado ante la Suprema Corte. Morena y el PRI la
defienden y la incorporan en sus programas de gobierno. Otro punto
decisivo para ponderar el voto en su caso.
IV
Y el último punto se refiere a la corrupción. Se nos ha hecho pensar
que ese es el problema central. Pienso que no. La corrupción es el
efecto de esa ideología nihilista de género -distinta a la legítima
lucha de la mujer por la igualdad de oportunidades- que conduce
irremediablemente al desenfreno, al que todo se valga, a violentar la
vida de inocentes y la integridad de menores; resultado es también la
corrupción de tal sistema económico injusto, el neoliberal que lleva a
la desesperación, al rencor de clase, al uso de la política y de la
empresa para fines de enriquecimiento fácil, a la pobreza; y asimismo,
es ella fruto de un sistema de seguridad que produce miedo, delación,
desconfianza, brutalidad, encono. La ausencia de valores, de principios,
de convicciones, de vida social auténtica deja un vacío que pronto es
llenado por las variadas caras de la corrupción.
Ningún partido, en esta materia, puede arrojar la primera piedra.
Todos están manchados de una o de otra manera, en proporción directa al
tiempo que han gobernado y a sus tesis y prácticas políticas. Eso ha
propiciado que el virus de la corrupción haya penetrado las raíces
culturales del país. Son las élites las que tienen la mayor
responsabilidad de ello por ser las que debieran dirigir, “ir delante”
con una visión de bien común. Mientras no se ataquen las causas que
engendran tal virus, a través de una nueva conciencia, de un nuevo
comenzar a través de un largo camino, la corrupción seguirá inoculándose
impunemente.
El cambio, el nuevo comienzo que se requiere es de índole cultural:
tarea de muy largo plazo sin duda como lo señaló con claridad y
honestidad Marichuy Patricio. Empresa que exige generosidad, esfuerzo,
sacrificio cotidiano y reflexión crítica. Tarea que deberá ser
encabezada por personas con vocación y sentido de heroísmo, éste tan
ajeno a los tiempos digitales ineptos para la resistencia organizada y
eficaz (Chul Han), de puro consumismo, frivolidad e inconciencia.
Solamente se irá dando el cambio de paradigma económico, social y
político, en la medida en que la familia y la escuela, las de siempre,
puedan asumir en libertad, su misión de formar la personalidad de los
futuros ciudadanos. Por ahora, dadas las circunstancia y patologías de
la sociedad mexicana antes descritas, no hay condiciones de posibilidad
para el pacto que propone Javier Sicilia, a quien admiro y respeto, en
la brillante entrevista del periodista Brito de la revista Proceso. La
paz y la reconciliación son fruto siempre de la justicia y la libertad;
los buenos deseos no las generan sin hondas transformaciones culturales.
Mientras tanto, conscientes de la precaria realidad y sin grandes
expectativas, pienso que habrá que optar entre no votar o elegir
mediante el voto del mal menor en la próxima contienda electoral. El no
votar le es útil al oficialismo; votar por el mal menor en esta ocasión y
tiempo políticos, parece ser la opción más razonable.
La política anayista a favor de la vida de inocentes, de que no se
violente la integridad y porvenir de menores en materia de sexualidad, y
su política de seguridad, contraria a la Ley de Seguridad Interior
legitimadora de la militarización del país, junto con el asedio
implacable contra el PAN anayista por parte del oficialismo -con motivo
de la salida de despechados calderonistas y foxistas uncidos hoy al
priismo- son indicativos de gran calibre, electoralmente hablando. El
desconcertante y ambiguo equilibrismo de Morena en el campo económico y
su inclinación por la Ley de Seguridad Interior, son también indicativos
elocuentes para normar el criterio. El caso del PRI es patético, está
desahuciado, no tiene remedio alguno, pero recurrirá a todo en su afán
de imponerse.
El bombardeo insubstancial de la propaganda no debe ser el criterio
para emitir el voto. Dicho bombardeo aturde y transforma al votante en
consumidor irresponsable frente a sí mismo y la comunidad. Una
democracia plena, demanda del ciudadano antes de emitir el sufragio, una
deliberación prudente que pondere serenamente todos los factores. Que
cada joven, que cada persona sencilla hagan estallar la novedad de la
esperanza reflexiva y entusiasta.
Dedico este texto con admiración, a Marichuy Patricio.
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