Aun cuando las encuestas lo proyectan en un lejano tercer lugar en
las elecciones presidenciales del 1 de julio, ese PRI antidemocrático
pretende mantener los engranajes autoritarios que subsisten en el país.
Uno de ellos es la publicidad oficial, el mecanismo con el que sus
gobiernos han controlado a la prensa a través del uso discrecional del
gasto en esa materia; una partida que no ha dejado de crecer desde que
el PAN gobernó entre 2000 y 2012, hasta los 40 mil millones de pesos
erogados hasta ahora por el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Entre el presidente José López Portillo, quien gobernó entre 1970 y
1976, y el vicepresidente de facto, el secretario de Relaciones
Exteriores Luis Videgaray, no hay ninguna diferencia en el uso
patrimonialista de los recursos de la publicidad oficial.
Del “no pago para que me peguen” de López Portillo a las decisiones
caprichosas de Videgaray en su anterior despacho de la Secretaría de
Hacienda, para repartir los contratos publicitarios, hay sólo la
distancia del tiempo.
Tampoco hubo diferencia entre los gobiernos de Vicente Fox
(2000-2006) y el de Felipe Calderón, quienes también en su vena
antidemocrática manejaron la publicidad oficial a su antojo. El
principio ha sido el mismo: castigar o premiar, según se porten los
dueños de los medios.
Un grupo de organizaciones sociales y periodistas, aglutinado en el
colectivo #MediosLibres, se ha embarcado en quitarle al gobierno el
control absoluto de esos recursos para que sean gestionados y
supervisados por un ente autónomo.
Es una tarea cuesta arriba, porque en última instancia lo que está en
cuestión es uno de los ejes del control informativo y, en consecuencia,
la formación de una sociedad auténticamente libre.
Desde su lógica autoritaria, es entendible que el PRI se oponga. Aun
cuando todo apunta a que va a perder la Presidencia de la República,
seguirá siendo gobierno en un gran número de estados y municipios, donde
también se ejercen recursos de publicidad oficial.
La diputada Mercedes Sebastián Guillén, como presidenta de la
Comisión de Gobernación en la Cámara de Diputados, está aceitando ese
engranaje antidemocrático.
Como lo hizo con la impugnada Ley de Seguridad Interior, la
legisladora tamaulipeca se valió de la mayoría del PRI y de sus aliados
Partido Verde y Partido Nueva Alianza –con el voto del diputado de
Morena Alejandro Ojeda Anguiano–, para imponer un dictamen que busca
legalizar el actual estado de cosas a través de la Ley General de
Comunicación Social.
Sebastián Guillén procesó de manera ventajosa la iniciativa
presentada hace apenas unas semanas por el PRI y sus aliados,
desestimando propuestas de la oposición y del colectivo #MediosLibres,
encabezado por Fundar y Artículo 19, la organización no gubernamental
que desató esta batalla con el amparo que ganó en la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (SCJN).
La legisladora también desoyó a la SCJN, que fijó hasta el día 30
como plazo perentorio para que el Congreso legisle en la materia. La
Corte fijó principios internacionales para evitar que la publicidad
oficial tenga un “efecto silenciador”, a través de la asfixia
financiera, de los medios críticos al poder, o que granjee el apoyo de
la prensa temerosa a perder los recursos que le asigne el gobernante en
turno.
El PRI, sencillamente, mandó a volar también a la Corte en esta primera etapa legislativa.
@jorgecarrascoa
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