Carlos Bonfil
La Jornada
Un nado sincronizado hacia la vejez. Hombres al agua (Le grand bain, 2018), segundo largometraje del actor y realizador francés Gilles Lellouch (Narco...léptico, 2004 y segmento Las Vegas en la comedia colectiva Los infieles, 2012),
es una empresa humorística de entretenimiento muy ligero diseñada para
obtener un éxito absoluto en taquilla. Al menos en Francia, donde sólo
en el cuarto trimestre de 2018 logró alcanzar 4 millones de
espectadores. Su modelo declarado fue la notable comedia británica Todo o nada (The Full Monty, Peter Cattaneo, 1997), al grado de que la revista Variety pudo asestarle, como irónico título alternativo, The Pool Monty.
De nueva cuenta, en efecto, los protagonistas son casi todos masculinos
y poseen, con variantes muy ligeras, el mismo grado de fracaso en sus
empresas profesionales y/o afectivas. En la cinta de Lellouch la
estrategia para superar las diversas frustraciones (de un divorcio mal
asimilado, de una vocación laboral mal asumida, de un alcoholismo tenaz o
del temor a la vejez, aguijoneado por la crisis de los 40 años) es
lanzarse, con los ojos cerrados y el ánimo muy en alto, a una aventura
supuestamente temeraria.
El grupo de amigos de Hombres al agua –todos ellos algo ya
maduros, todavía muy voluntariosos, en buena forma, pese al abultado
bajo vientre por años de sedentarismo obligado–, deciden tomar clases
intensivas de natación, especializarse en el nado sincronizado,
atreverse a acrobracias acuáticas, al emblemático estilo de Esther
Williams, desafiando en el intento todos los obstáculos a la vista; en
primer término, los primeros achaques físicos, la insinuación del
sobrepeso o la talla grande declarada, la rigidez muscular y la
impericia, y de modo general una autoestima con altibajos muy
pronunciados.
El tema es oportuno para el diseño de una comedia ligera, plagada de
clichés y situaciones previsibles, también para afortunadas ocurrencias
cómicas (como la confusión generalizada a raíz del robo de unos trajes
de baño), pero, sobre todo, para el lucimiento de figuras estelares del
cine francés: Mathieu Amalric, Jean Hughes Anglade, Guillaume Cantet, y
el estupendo cómico belga Benoît Poelvoorde. El primer y mayor acierto
de la cinta fue reunir a este conjunto de actores, sacudiendo la zona de
confort de los dos primeros, especializados en papeles más dramáticos, y
sincronizando sus actuaciones con más credibilidad que las improvisadas
proezas acuáticas de sus personajes.
Probablemente el equipo de guionistas de Hombres al agua,
integrado por Ahmed Hamidi, Julien Lambroschini y el propio Lellouch,
también se propuso ofrecer una variante eficaz y rentable de Normandía al desnudo (Normandie nue,
Philippe Le Guay, 2018), ese filme donde un grupo de agricultores de
edades ya maduras y físicos entre robustos y endebles, apenas agraciados
o francamente ingratos, deciden desafiar al gobierno para defenderse de
una modernización voraz del campo, a través de una gran visibilidad
mediática, y aceptan posar desnudos (al estilo Spencer Tunick) para un
fotógrafo británico.
Esa idea atractiva (con un resultado a la postre bastante
convencional), se transforma en la cinta de Lellouch en un comentario
jocoso, no sólo relativo a la crisis de la madurez sino a la tiranía de
lo físicamente correcto en la sociedad contemporánea. El ideal de un
rápido aprendizaje de nado sincronizado con miras a participar y
triunfar en un inverosímil concurso internacional de natación acrobática
es también una metáfora de las desigualdades y falta de sincronización
que tienen todas las personas en su arribo común a la edad madura.
Si el énfasis se coloca aquí en el tema de una masculinidad en
crisis, bien cabe imaginar lo que sucede en el campo femenino (y de eso
algo sabe la comedia inglesa, tipo Las chicas del calendario, Nigel
Cole, 2003), o en la desaforada competencia por obtener la excelencia
por una saludable condición física. Es evidente que una película como Hombres al agua,
tan definida por sus fórmulas narrativas y su convencionalismo de
superación personal (aquí colectiva), no le depara al espectador grandes
sorpresas, pero como toda cinta que tiene como punto de partida un tema
interesante (y un reparto muy solvente para sustentarlo), deja la
puerta muy abierta para un debate pertinente, a cargo naturalmente de un
público que sepa dar un paso adelante y ver más allá de las gastadas
rutinas de entretenimiento.
Twitter: Carlos.Bonfil1
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