Esa inmensa deuda externa de la petrolera, que asciende a
más de 100 mil millones de dólares, no fue consecuencia de necesidades
reales de la empresa, sino de una forma de financiamiento del gasto
público improductivo, la cual, por tanto, fue inconstitucional.
Fobaproa-IPAB llegó a alcanzar 100 mil millones de dólares de deuda
(un millón de millones de pesos de entonces), por lo que se puede decir
que la “quiebra” de Pemex es una nueva versión, sólo que este
endeudamiento público no ha sido para cubrir deudas y quebrantos de
empresarios y bancos privados, sino para sufragar el gasto de operación
del gobierno federal durante los cuatro sexenios anteriores. Sin
embargo, ambos fraudes también tienen en común que el pueblo tendrá que
pagar.
Como se sabe, el débito gubernamental debe ser destinado a
inversiones que produzcan directamente un incremento en los ingresos
públicos, excepto reestructuraciones o regulaciones monetarias. Esto
señala la Constitución. Para eludir fácilmente este mandato, las
sucesivas administraciones mantuvieron muy pesada la “carga fiscal” de
Pemex, obligándolo a contratar deuda soberana. Es decir, el dinero que
Pemex invertía no venía de sus propios ingresos, lo que hubiera sido
natural y nada oneroso, sino de los préstamos.
Si los impuestos de Pemex hubieran sido fijados según el exacto nivel
de sus necesidades de operación, mantenimiento e inversión, la empresa
no hubiera tenido que contratar deuda, pero el gobierno tampoco hubiera
podido financiar sus gastos de operación, los cuales fueron aumentando
con enorme velocidad a partir del gobierno de Vicente Fox. En el fondo,
se trataba de gasto político.
Se pasaba el dinero de una caja a otra para poder elevar el gasto no
productivo mientras la inversión de Pemex se tenía que financiar con
créditos en el extranjero, después de saquear todos los días a Pemex. La
Ley de Ingresos disponía una cantidad fija diaria que Pemex debía
entregar como anticipo del pago de sus contribuciones.
México cometió el mismo error que otros países pobres del mundo:
dilapidó sus excedentes petroleros en gastos de mantenimiento político,
meramente operativos, de una burocracia costosa y parasitaria, así como
en subsidios, muchos de los cuales eran innecesarios. A esto hay que
agregar la inmensa corrupción que llevaba ríos de dinero hacia las
cuentas de gobernantes, funcionarios y contratistas.
Los sucesivos gobiernos decían que el dinero procedente del petróleo
debía ser destinado a cubrir las necesidades de gasto de “todos los
mexicanos…”. Pero esa afirmación era una mentira. Gran parte del dinero
procedente del petróleo se estaba usando en sufragar el gasto
administrativo del gobierno, en lugar de usarlo en inversiones
productivas, petroleras también. La tolerancia hacia la elusión y la
evasión fiscal era menos problemática porque más de un tercio del
presupuesto se cubría con los excedentes petroleros. En síntesis, todo
fue un esquema parasitario hecho por parásitos.
En los últimos años, ante la crisis de la deuda pública y bajo la
política de extinción de la empresa por quiebra total, Pemex tuvo que
reducir drásticamente sus inversiones. Cayó la producción y la petrolera
fue presentada como el fracaso más grande, aunque corrupción y
huachicol seguían hacia arriba.
El nuevo gobierno está ahora entregando recursos frescos a
Pemex, ha rebajado parte del pago de sus derechos fiscales y autorizó
una reconversión de deuda. Se ha evitado más del 90% del robo de
combustibles. Si Pemex continúa invirtiendo para producir más, el fisco
podrá ir poco a poco regresándole lo que le debe con el fin de hacer de
esa empresa una plataforma de crecimiento y desarrollo.
Al mismo tiempo, la producción de refinados es una tarea de Pemex por
una razón: México no debe depender (al menos no casi totalmente como
ahora ocurre), de las importaciones de gasolinas y gas porque en el
momento en que hubiera problemas en el suministro, la economía del país
podría paralizarse. Nadie, en serio, podría sostener que México deba
seguir trayendo de fuera el 90% de las gasolinas.
El esquema elaborado por la convergencia política PRI-PAN en la
“reforma energética” incluyó el plan para que compañías extranjeras
trajeran las gasolinas. Pero eso no cambiaría en nada la situación.
Quizá la complicara.
No existe energético más caro que el que no se tiene. Así han pensado
los estadunidenses desde hace años en su política de alcanzar la
autosuficiencia en hidrocarburos. Ya casi lo logran, aunque deban
producir petróleo y gas más caros. ¿Y México? ¿En qué es distinto en ese
aspecto? Estados Unidos tiene el más poderoso ejército para ir a buscar
el petróleo a donde sea, pero eso ni por asomo lo podría intentar
México.
Moody´s afirma que Dos Bocas costará más de 10 mil
millones de dólares y no los ocho mil calculados por el gobierno, lo
cual ha de generar, dice, un boquete fiscal. Se basa en la falta de
experiencia nacional en la construcción de refinerías, pero no explica
dónde está la experiencia propia de esa “calificadora” de riesgos en la
presupuestación de complejos petroleros. Sean ocho mil, 10 mil o más, el
gobierno de México tiene que hacer lo que sea necesario, para lo cual
no se requieren empresas calificadoras porque no es un asunto meramente
financiero sino estratégico, un problema de Estado.
Eso nos lleva a un tema mucho más complejo: más allá de los viejos
conflictos regionales históricos, la globalización no está evitando del
todo nuevas contradicciones internacionales. Los desbalances del
comercio han vuelto al escenario, como lo indica la “guerra” arancelaria
de Estados Unidos contra China, así como otras medidas tomadas en
contra de diversos países, incluido México.
Al mismo tiempo, Estados Unidos ha recrudecido su capacidad de
bloqueo comercial y financiero contra aquellos países considerados como
amenazas o sencillamente de gobiernos “indeseables”.
Pasar de la “guerra arancelaria” a los bloqueos comerciales y
financieros requiere tan sólo un paso. ¿Hasta dónde podrían llegar los
conflictos dentro de la modernísima globalización? ¿De qué manera y
hasta qué punto se podría descomponer la libertad mundial de comercio y
circulación de capitales? En verdad no lo podemos saber, sino sólo
sospechar. Por lo pronto, Dos Bocas debe ir adelante y luego averiguamos. Así se trabajan estos temas.
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