Jorge Zepeda Patterson
Ese curioso rasgo explica por qué en las redes sociales tiende a
viralizarse el discurso negativo, la descalificación y la ridiculización
parece despertar de manera irresistible la curiosidad del prójimo. Lo
que ya sucedía en los medios de comunicación desde hace siglos y en las
charlas de sobremesa desde tiempos inmemoriales (pocos placeres tan
disfrutables como hablar mal de los ausentes), en las redes sociales ha
adquirido proporciones astronómicas. Los expertos lo tienen
perfectamente medido y cuantificado, un comentario despectivo o un
insulto tiene diez veces más posibilidades de hacerse viral que una
palabra de encomio sobre una persona o un tema.
El impacto social de esta extrapolación del discurso negativo está
cambiando la conversación pública y el estado de ánimo de los pueblos.
Una cosa es asomarse en la carretera a ver un accidente, otra distinta
es no volver a hablar de otra cosa durante el resto del trayecto. Algo
así está pasando ahora.
Pareciera que a esta nueva opinión pública solo le importan los
adjetivos descalificativos, los argumentos intransigentes, la ley del
más ingenioso para ridiculizar al adversario. Recuerdo un programa de
televisión de debates que se ostentaba como periodístico, en el que el
presentador sentó a dos polemistas sobre el tema del aborto: por un lado
a una activista radical (y rabiosa) y por otro a un pro vida sacado de
la Santa Inquisición. El debate consistió en un largo intercambio de
insultos. El presentador despidió el programa presumiendo su
profesionalismo, pues había ofrecido imparcialmente, según él, los dos
puntos de vista contrarios sobre el tema. En realidad lo que ofreció fue
un circo sangriento que solo promovió el morbo que inspiran dos
personas dándose con la cubeta. Peor aún, al exhibir los dos enfoques
más extremos de los muchos que existen y mostrar una mutua
intransigencia llevaba a concluir que no existían opciones para explorar
un espacio de encuentro, mucho menos la posibilidad de entender los
argumentos y objeciones del otro. Bajo esa premisa solo quedaba la
posibilidad de atrincherarse en una de las posiciones y buscar la
destrucción de la otra.
Justo eso está sucediendo con el tema de Andrés Manuel López Obrador.
Primero se generalizó en redes sociales una toxicidad nacida de la
descalificación y el insulto de uno y otro lado. Luego este maniqueísmo
categórico contaminó todos los espacios de la conversación pública y
terminó desconociendo o ignorando la enorme gama de grises que surge
ante la propuesta de un nuevo régimen. En la confrontación categórica
entre blanco y negro, los matices no existen y si existen a nadie parece
importarle.
Hay muchas cosas que me gustan en lo que está proponiendo la 4T, y
eso me convierte en un chairo para todos aquellos que la odian. Pero
también hay actitudes y dichos de López Obrador con los que no coincido,
lo cual me convierte en traidor y en cómplice de los fifís ante los
ojos de sus incondicionales.
El mutuo linchamiento está cancelando la posibilidad de construir
puentes entre esos dos polos que ahora dominan el espacio público como
si no hubiese nada en medio. Tiene razón López Obrador cuando afirma que
durante varios sexenios el país se entregó a un modelo que tendió a
centrar su atención en la mitad de arriba. La otra mitad se empobreció,
emigró, se metió al crimen organizado y desorganizado o simplemente se
echó en brazos de la economía informal, esa que no existe para el
Estado. Pero sería absurdo contestar con la misma moneda ahora, con una
política que al mirar a la mitad de abajo pretenda ignorar los puntos de
vista de la mitad de arriba. Particularmente porque somos eso, dos
mitades inextricablemente unidas.
Súbitamente todos son expertos en construcción de refinerías, sea
para defenderlas con pasión maseosare o para descalificarlas como
quintaesencia de la estupidez. El presidente mismo parece hipnotizado
por este debate de circo, mientras que para sus adversarios todo lo que
hace o deje de hacer es una muestra de la inexorable “venezuelanización”
que nos espera.
El resto de los mexicanos simplemente quisiéramos que algunas cosas
importantes cambiaran, y que en el proceso de definir cuáles y cómo, al
que todos tenemos derecho a participar, los dos polos no nos lleven
entre las patas. @jorgezepedap
No hay comentarios.:
Publicar un comentario