Arte y tiempo
Raúl Díaz
Clásico del teatro estadunidense de la segunda mitad del siglo XX, ¿Quién le teme a Virginia Woolf?,
de Edward Albee, fue un éxito desde su estreno, en 1962, tanto, que tan
sólo cuatro años después se hizo una memorable versión cinematográfica
con, nada menos que, Elizabeth Taylor y Richard Burton. A México también
llegó pronto y, si la memoria no me falla, la primera Martha mexicana
(aunque nacida en Cuba); fue la formidable Carmen Montejo.
Otras versiones se han hecho y ahora, como buen clásico, vuelve a
escena de la mano de dos conocidos y prestigiosos actores, Daniel
Giménez Cacho y Laura Almela, acompañados de dos más jóvenes, Pedro de
Tavira Egurrola (quien en sus apellidos lleva la responsabilidad), y Ana
Clara Castañón. Ellos son también los productores y directores, es
decir, se dirigen a sí mismos. Como no hay créditos en los programas, es
de suponer que también se encargaron de la escenografía, vestuario,
ambientación (muy buenas) y demás parafernalia. La estupenda traducción
es de Víctor Weistock y la iluminación, de alguien que mucho sabe de
esto, Gabriel Pascal.
Este abarcar todo llevó al cuarteto a cometer un error que permea
todo el desarrollo de la obra, no entender, en tanto dirección de
actores y situaciones, el estado de embriaguez en que los personajes se
encuentran aun antes de aparecer en escena. Esto hace perder la verdad
escénica que es fundamental para entender en toda su desgarradora
profundidad el texto sangriento de Albee.
Martha (Laura Almela) y Georges (Giménez Cacho), regresan a su casa
después de una fiesta pasada la medianoche. Han estado bebiendo y nomás
llegar a casa siguen haciéndolo. Igual procede la pareja joven a la que
han invitado. Nick (De Tavira) y Honey (Ana Clara Castañón). Todos,
pues, están medio briagos y ese estado se va profundizando. Por tanto,
su conducta, forma de hablar y accionar físico no pueden ser las de
personas sobrias. Su alerta mental y emocional tampoco puede ser la
misma que la de alguien no bebido. Esta situación debe verse, sentirse y
creerse a todo lo largo de la obra y, desafortunadamente, no sucede
así.
El exterminio anímico que expone magistralmente Albee, plantea
personajes que en una sola noche deben mostrar mil matices de acuerdo
con lo que dicen y les dicen, así como las acciones que van
desarrollándose. Esas fluctuaciones para nada aparecen en Tavira.
Giménez Cacho comienza muy frío y así permanece largo tiempo. Hasta muy
avanzada la obra otorga a su personaje el calor, color y dolor que
posee. Extraño en él, porque le hemos visto muy buenos trabajos. Bien,
en su histérica
grisésAna Clara Castañón y, la joya de la corona, Laura Almela haciendo el mejor trabajo de los cuatro pero enmarcada por la falla de dirección ya señalada lo que impide un trabajo redondo, acabado en su totalidad.
En contraposición y como algo realmente positivo hay que decir que
esta versión es la completa, sin cortes, lo que da oportunidad para
conocer la regia estructura de la obra y entender porque su autor es uno
de los pilares del teatro de Estados Unidos. La ambientación lograda en
un solo espacio abierto al público, el vestuario, maquillaje y
vestuario son también dignos de aplauso.
Así, no obstante la observación dada, que para muchos pasará inadvertida, ¿Quién le teme a Virginia Woolf?
es una obra estupenda, muy bien montada que vale la pena ver y que
cumple temporada en el teatro El Milagro, ubicado en la calle Milán 24,
en la colonia Juárez.
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