La Jornada
Editorial
Luego de varios días
caracterizados por incendios industriales, agrícolas, forestales y de
pastizales en diversas alcaldías de la Ciudad de México (CDMX), entre
ellas Cuajimalpa, Xochimilco y Magdalena Contreras, y del estado de
México (Tultepec y Atizapán de Zaragoza), y frente a un evidente
incremento de la contaminación atmosférica en el valle de México, la
Comisión Ambiental de la Megalópolis (Came) emitió una alerta, debido a
la presencia de partículas finas (PM2.5) suspendidas en el aire e hizo
recomendaciones a la población; sin embargo, hasta ahora no se ha
declarado una contingencia ambiental que implique restricciones en la
circulación de vehículos.
La jefa de gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum, informó que la
Came no cuenta con un protocolo para declarar la contingencia por ese
contaminante, por lo que esa comisión, integrada por los gobiernos de la
CDMX, estado de México, Hidalgo, Morelos, Puebla, Tlaxcala y Querétaro,
trabaja en la elaboración de un programa para ha-cer frente a
situaciones como las que están ocurriendo.
La mala calidad del aire ha creado una justificada preocupación entre la población, no sólo porque la otrora llamada
región más transparenteluce como la más opaca y turbia en muchos años, sino también por las molestias respiratorias y oculares que ya afectan a muchas personas.
También ha generado consternación y enojo que las autoridades no
hayan anunciado hasta ahora medidas específicas para hacer frente a la
circunstancia y que ni siquiera la tengan prevista. Los planes de
contingencia ambiental, en efecto, están diseñados para activarse ante
el exceso de otros contaminantes, pero no para ser aplicados en casos de
que haya exceso de humo y hollín en el aire. Y aunque es cierto que en
la actual temporada de seca los incendios forestales y agrícolas han
coincidido con los industriales en forma excepcional, resulta desoladora
la ausencia de un programa para hacer frente a sus consecuencias
ambientales.
Lo anterior obliga a preguntarse si no es tiempo de reconfigurar la
Came para convertirla en una entidad capaz de dar respuestas más ágiles
y, por supuesto, si no es oportuno revisar los criterios con los cuales
se declaran las contingencias ambientales; porque es difícil negar que
la presente lo es, aunque no haya sido declarada oficialmente.
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