Enrique Calderón Alzati*
Días atrás tuve la
oportunidad de observar el debate en la Cámara de Senadores sobre la
posible aprobación de la nueva reforma educativa propuesta por el
gobierno del presidente López Obrador, donde legisladores del PAN que de
manera abierta rechazaban esta reforma y defendían los falaces avances
de la reforma impuesta por Peña Nieto y Aurelio Nuño, y negando de
manera tramposa el carácter punitivo de esa reforma, plantearon que ella
no tenía dicho carácter en tanto que ningún profesor había perdido su
puesto por no contestar correctamente las preguntas de la prueba,
pasando por alto el hecho de que ello se debió a recurrentes protestas
de los maestros, y desconociendo el hecho de que las evaluaciones a las
que eran obligados a presentar eran punitivas en cuanto su intención de
presentar a los maestros como únicos responsables de una supuesta crisis
educativa –recuérdese la película De panzazo– ignorando el hecho de que
esa crisis, de ser cierta, se debía más a la corrupción de los
gobiernos estatales y a fallas del propio sistema educativo durante los
gobiernos recientes, que poco habían hecho por mejorar las estrategias
de enseñanza y la preparación de los maestros formados en las escuelas
normales. Los obstáculos para aprobar la nueva reforma propuesta por
López Obrador han impedido hasta ahora que ello se logre, imponiendo al
gobierno el mandato de trabajar con el mismo esquema educativo que ha
constituido un retroceso de años en los avances logrados por los
maestros de la mayor parte del país antes de Peña Nieto.
Por su parte, la CNTE pareciera ignorar los esfuerzos realizados por
el actual gobierno, en su lucha por echar abajo la reforma, exigiendo al
Presidente un cambio absoluto en todos los aspectos relacionados con
ella, ignorando que los procesos de cambio
del todo o nadadifícilmente llegan a triunfar, sobre todo cuando esto se intenta lograr de manera pacífica. Para quienes votamos por el triunfo de AMLO, hoy hace falta nuestro apoyo para darle la oportunidad de enfrentar la corrupción y el neoliberalismo económico; no hacerlo lo debilitará y eventualmente a regresar a situaciones que decidimos erradicar en 2018. Por ello, es necesario recordar que los grandes cambios logrados por el presidente Lázaro Cárdenas tardaron en realizarse, y ello fue posible en la medida que pudo contar con el respaldo del pueblo. López Obrador está respaldado por la mayoría, pero muchos son los poderosos que ven afectados sus planes e intereses por sus políticas de gobierno y que cuentan con recursos para obstaculizarlas, por todo esto pareciera que hoy el Presidente se vea luchando a dos fuegos.
En una nación con tradición democrática, lo que hoy estamos viviendo
sería un proceso enteramente natural, pero este no es nuestro caso,
luego de años en que las elecciones eran un mero ritual sin importancia
–recuérdese el caso de Fox imponiendo a un mandatario incapaz e
inaceptable hasta para él– que dio como resultado la polarización, la
acumulación desmedida de la riqueza y la injusticia social. Es
entendible, desde luego, que después de más de tres décadas de
empobrecimiento de las mayorías, de engaños, demagogia e injusticia
social creciente, la sociedad esté hastiada de los políticos que
enquistados en el poder no tuvieron mayor propósito que acumular
fortunas, mientras que los maestros, que en su gran mayoría han
entregado sus vidas a construir este país, se sientan humillados por el
trato recibido por el gobierno anterior. Sin embargo, con hechos, el
Presidente muestra una y otra vez que su objetivo es cambiar
radicalmente la realidad en la que hemos estado inmersos.
En días pasados apareció publicada una nota en uno de los tantos
diarios dedicados a criticar las acciones del Presidente, en la que se
hacía referencia a la consultas sobre el nuevo aeropuerto que se
pretendía construir en Texcoco, así como sobre el Tren Maya y otros
proyectos que se habrán de realizar en el sureste de nuestro país. La
nota hacía referencia a la Fundación Arturo Rosenblueth, –organización
que yo inicié y dirigí por años–, presentándola como una organización
fantasma, no obstante que con cualquier navegador de Internet es posible
corroborar que a lo largo de su existencia realizamos una larga serie
de consultas y encuestas tanto para el EZLN como para otras
organizaciones de la sociedad civil, incluyendo el plebiscito del
Distrito Federal en el que se preguntó a los ciudadanos si deseaban que
el jefe de Gobierno capitalino fuese electo por la ciudadanía, tal como
sucede en el resto de las entidades o nombradopor el Presidente como se
venía haciendo. Como hoy, ese plebiscito fue duramente criticado por los
medios afines al gobierno. Sin embargo, unos meses después el Congreso
cambió las leyes existentes, y desde 1997 el jefe de Gobierno es electo
democráticamente.
El costo de esas consultas fue muy alto para la Fundación
Rosenblueth: todas sus fuentes de ingresos relacionadas con actividades
realizadas para el gobierno nos fueron canceladas, obligándonos a cerrar
la organización en espera de tiempos mejores. Fue en estas condiciones
que recibimos la invitación de quien ahora es nuestro Presidente para
llevar a cabo el cómputo de las respuestas para las consultas realizadas
en octubre y noviembre de 2018.
Lamento que acciones de mala fe orientadas a buscar el desprestigio
del gobierno pretendan convencer a la población que esas consultas son
ilegales.
*Director del Instituto Latinoamericanode Comunicación Educativa
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