Guillermo Almeyra
De la Segunda Guerra
Mundial salieron muchas revoluciones pero de liberación nacional y el
capitalismo hundió al mundo en la barbarie. El internacionalismo agonizó
entonces y se transformó en nacionalismo
socialistacon la poderosa ayuda del estalinismo en la ex Unión Soviética (URSS), China, Europa oriental y en los partidos comunistas.
Al mismo tiempo, las clases trabajadoras se transformaron y el
capitalismo pasó a ser dominado por el capital financiero. Los obreros
de vanguardia, con conciencia de clase, así como los socialistas
revolucionarios se redujeron a una ínfima minoría. El mundo se
transformó pero no hubo un cambio en la visión del mismo. El lazo de los
orígenes étnicos, del color y de la lengua predominó sobre el enlace
que establece un derrotero y un objetivo comunes. El odio al otro,
considerado inferior o incluso subhumano es mayor que la ira contra un
sistema social que no se pretende suprimir sino modificar.
En la hora del planeta y de la civilización estamos por eso a las 12
menos cinco antes del colapso y los capitalistas ni siquiera creen ya en
el futuro de su clase y sueñan huir a la Luna o a Marte.
Las migraciones masivas serán cada día mayores al igual que los
cambios climáticos, que sumergirán las tierrascreando nuevas Atlántidas,
desertificarán continentes, provocarán tornados y tifones sin
precedentes, terribles inundaciones devastadoras, destrucción de
glaciares y cuencas hídricas y una espantosa pérdida de bosques y
fuentes de producción de alimentos terrestres y acuáticos. El retroceso
cultural podría ser proporcional al desastre social como entre el siglo
III y el VI dC cuando en el imperio romano despoblado y en ruinas
desaparecieron, la alfabetización de masas, el comercio internacional,
las monedas, las carreteras, los cultivos.
La mortandad por pestes, conflictos sociales, daños ecológicos,
podría reducir a un tercio la población mundial como durante las pestes
negras. Siglos después, la naturaleza podría cerrar algunas de sus
heridas y de este ecocidio semejante por sus efectos a una guerra
nuclear mundial surgirían quizás nuevas ideas y un aumento de la
productividad del trabajo. Con eso contaba Mao cuando declaró que, en el
caso de guerra atómica, siempre sobrarían 300 de los mil 400 millones
de chinos. ¿Pero en cuáles condiciones y qué serían capaces de
construir?
Las cualidades que se requieren para dirigir una lucha o un proceso
de liberación nacional no son las mismas que se necesitan para edificar
un mundo sobre la base de la autogestión social generalizada, la
destrucción del Estado y de su remplazo por una federación de libres
comunas democráticas, una sociedad de iguales.
En la miseria material y moral no se construye sino un capitalismo de
Estado regido por la escasez permanente y la carencia de cultura de
gobernantes y gobernados. Una relación entre iguales que desarrolle a la
vez la comunidad y los individuos requiere ciudadanos libres, dignos e
informados a todos los niveles…
¿Cuál es, en cambio, la situación actual? China en 70 años pasó de
colonia a primera potencia comercial mundial y encabeza la carrera por
la inteligencia artificial y por la quinta generación electrónica para
la cual posee la gran mayoría de las indispensables materias primas
(como el litio y las tierras raras). Pero el suyo es un capitalismo de
Estado confuciano, ultraconservador, dirigido como nuevo déspota
asiático por un partido de mandarines militar-burocrático que ha
remplazado al antiguo emperador y sus funcionarios preservadores,
conservadores y distribuidores de los recursos y por eso acatados sin
discusión. Es un sistema de súbditos austeros llamados a obedecer al
poder central y familiar y disciplinado durante milenios, que aprovecha
su homogeneidad étnico-cultural –la inmensa mayoría de los chinos son
Han– para afirmar un nacionalismo agresivo.
Está también India, con un proceso agudo de nacionalismo y racismo
hinduista que amenaza el laicismo estatal y la convivencia con otras
minorías religiosas. En otros países asiáticos hay regímenes
totalitarios y oscurantistas similares y en América gobierna Trump,
votado y apoyado por una mayoría de ignorantes racistas que creen a pie
juntillas en el Creacionismo, rechazan a Darwin y la selección de las
especies y apoyan todas las aventuras imperialistas. En Brasil una gran
mayoría eligió un presidente racista y xenófobo y en Argentina la opción
electoral consiste en relegir al neoliberal Macri y su sumisión al FMI o
la neoliberal Cristina.
El capitalismo –si el planeta sobrevive– aparentemente tiende a ser
remplazado por un periodo secular de sistemas militares
burocráticos-totalitarios como los que intuían Jack London en su Talón de Hierro o Michel Raptis en La guerra que viene...
hasta que los pueblos se reorganicen y se unan frente a sus nuevos
dominadores. Nada de lo que fue desaparece por completo y el hilo rojo
de las luchas y de la memoria colectiva pasará nuevamente a un primer
plano si la resistencia mantiene la crítica y la esperanza y lo que es
hoy germen de alternativa logra desarrollarse.
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