María Caal Xol, maya q’eqchi’ de Guatemala, es la lideresa de la oposición pacífica contra la hidroeléctrica Oxec. “Las mujeres han sido la base fundamental en las resistencias”, dice.
No para de sonreír. La sirve para estar cerca y pendiente de sus compañeras y compañeros de lucha y resistencia, pero también para abrirse paso en terrenos desconocidos, allí donde no sabe si enfrente tiene una persona aliada o, todo lo contrario, alguien vinculado al megaproyecto que la pueda ocasionar problemas. Para cualquier situación, María Caal Xol saca a relucir su sonrisa, la acompaña con un par de chistes, que perfectamente pueden ser vaciles posados al aire con sutileza, y se calman los ánimos de quienes miran con desconfianza.
Aunque anda por su pueblo, Santa María Cahabón, en Guatemala, a veces es complicado conocer los entresijos de los caminos que unen al alrededor de 200 comunidades que conforman este municipio. Tampoco resulta sencillo poner cara a todas las personas que viven en esta zona maya q’eqchi’. La presencia de las hidroeléctricas Oxec I y Oxec II ha dividido a la población, por lo que los recelos están presentes hasta en las conversaciones más banales. María Caal siempre saluda sonriente.
“Hay que conocer bien el territorio del combate”.
Ir hasta las comunidades de Zepoc, Saqtá o Salac es enrevesado. Caminos imposibles, desfiladeros que obligan a mirar para otro lado, barro, lluvia inmisericorde, cuestas de susto, y una cantidad de baches que se miden en dolores musculares. Aquí hace falta una guía que no solo reconozca los cruces sin indicación alguna, sino que hable q’eqchi’, la lengua local. La postal es idílica, el contexto, complicado. María Caal conoce “el territorio del combate”.
“Ellos se han apoderado de todas estas tierras”.
“Ellos” son las empresas, tanto extranjeras como guatemaltecas, que están detrás de los complejos hidroeléctricos Oxec y Renace (compuesto por cinco represas), situado aguas arriba del río Cahabón. “Todas estas tierras” son un frondoso fotograma de montes verdes, verdísimos, en la que los pueblos indígenas viven de sus cultivos y que en parte han sido recuperadas tras estar décadas en manos forasteras.
“Nos vienen a despojar de la nada”.
Las conversaciones con María Caal van y vienen a ratos, entre baches, tomando un café, en la casa del guía espiritual Mario Chococ, o tumbada en una hamaca en casa del compañero de lucha José Bo. Con traje de corte, como se llama la indumentaria que a diario visten prácticamente todas las mujeres de la zona, su rol es el de lideresa, de sostén de la lucha, de costurera de retazos para fortalecer un tejido vital, algo debilitado con la pandemia y tras el encarcelamiento de Bernardo Caal Xol, su hermano mayor.
“Por lo que él hizo, investigar el saqueo, el robo de nuestro río, lo encarcelan”.
Bernardo Caal Xol, el líder de la resistencia pacífica, la cara visible, fue quien firmó los amparos contra los proyectos energéticos, los mismos que se saltaron la consulta previa, libre e informada que exige el artículo 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Poner la cara, y la firma, tuvo un precio: “Le marcan a uno y entonces se inventan cualquier delito”. Cuatro años estuvo en prisión y ahora enfrenta nuevos juicios.
“Las comunidades sí lo respetan y valoran su lucha, lo que él hace, porque no cualquier persona se atreve a hacer estas denuncias porque sabemos las tácticas que ellos utilizan: criminalizar a la persona”.
Zoila Pop y Olivia Reyes son de la comunidad Saqtá y cuentan que la resistencia pacífica sigue vive gracias a María Caal. A ella, con la humildad que acompaña su sonrisa, y con la seguridad y prudencia de quien sabe mucho más de lo que cuenta, le sorprende el comentario de sus compañeras.
“¡Ay, qué bueno escuchar eso!”, dice sonriendo. No podía ser de otra forma.
“A pesar de toda la represión, de toda la criminalización que hemos estado enfrentando, a pesar de que es mi hermano el que estuvo en la prisión, sabemos que el Estado de Guatemala es el responsable de toda la situación que tenemos que enfrentar como pueblos originarios; es por eso de que nos vemos en esa obligación de seguir en pie de la lucha y demostrar que como pueblos q’eqchi’, como pueblos mayas, sí podemos alzar nuestra voz frente a las grandes injusticias y los grandes delitos que han cometido en nuestro territorio”.
Y la cárcel ha sido apenas una parte del precio de la lucha, que también ha costado hostigamiento e incluso el intento de asesinato de algunas personas de la resistencia. Ahora la división comunitaria es el impacto más palpable. Se nota. Sin olvidar que las comunidades ya no pueden acceder al río, como habían hecho siempre, que han talado grandes áreas y que han destrozado sus cerros sagrados, como denuncian varias personas como traduce María, allá donde no llega la comunicación.
Entre las distancias imposibles y la conversación responde WhatsApp del cole de sus criaturas. “Es muy importante inculcar a la niñez en la lucha, para que vayan adaptándose a ese mensaje de que no vamos a permitir que nos sigan invadiendo y nos sigan saqueando, despojándonos de nuestro territorio”.
¿En qué momento está la lucha? Porque sí que hubo un momento más álgido, cuando la consulta y cuando estaban las obras, pero ahora el momento es otro.
El pueblo q’eqchi’ respondió “no” a al despojo o al saqueo de nuestro río, un rotundo de 26.536 [personas] dijo “no” a las empresas hidroeléctricas en nuestro territorio, pero el Estado de Guatemala aún sigue permitiendo que ellos sigan trabajando en nuestro territorio. Eso significa que no se ha respetado esa decisión que tomó el pueblo q’eqchi’, que hizo la consulta a pesar de que nos costó. Porque la Corte [de Constitucionalidad] dio la razón de que sí hubo violación de derecho, le da la razón a Bernardo como amparista, porque él es el que denunció a las empresas hidroeléctricas.
¿Cómo viviste primero el encarcelamiento y luego la libertad de tu hermano?
Como hermanos sabemos que es difícil, pero nada sacamos de que nos pongamos a llorar, que nos pongamos tristes; entonces, lo único que hicimos fue hacer las denuncias, alzar la voz, dar a conocer al pueblo, a los países lo que está ocurriendo en nuestro en nuestro territorio.
Dices que no todo el mundo hace lo que ha hecho tu hermano, pero tú también estás dando un paso adelante, poniendo el cuerpo, la cara, la vida. ¿Es un aprendizaje o un compromiso familiar?
[risas] Incomoda que te vengan a despojar desde tu territorio. Es como si alguien llega a robar a tu casa, tampoco vas a permitir eso. Nos vienen a despojar de la nada. Yo soy madre de familia y, como mujer, digo que sí hay que entrarle a la lucha. También he aprendido mucho de las compañeras mujeres del área rural, yo también soy del área rural, he visto las compañeras que están al tanto a pesar de que ellas a veces no se expresan en el idioma español, pero ellas sí tienen esa fuerza, esa valentía de estar en las calles, en diferentes actividades, en las manifestaciones pacíficas que se han realizado. Ha costado, la verdad es que ha acostado, pero creo que ya el caso ya se conoce internacionalmente y eso es lo que nos fortalece, que siga llegando información, que sigamos pronunciándonos y diciendo quiénes son en realidad los que nos despojan del territorio.
«Hay que estar sonriente porque si los enemigos ven nuestra debilidad, ahí es donde nos atacan» Clic para tuitear
A pesar de la dureza de la lucha, siempre mantienes esa sonrisa y la esperanza en que las cosas puedan cambiar realmente. ¿No tienes miedo de que todo se quede igual?
[risas] No hay que demostrarle al enemigo la debilidad de uno. Hay que conocer bien el territorio del combate. Eso lo he aprendido: hay que estar sonriente porque si los enemigos ven nuestra debilidad, ahí es donde nos atacan.
Has sido criminalizada, amenazada. ¿Ahora mismo estás más tranquila y te mueves con más de libertad?
No, siempre hay represalias, porque las empresas o los que son sus aliados hacen que tengas enemigos entre vecinos, entre familia, o sea, buscan la manera de cómo te meten problemas. Pero una sabe que no son ciertas las situaciones y más o menos trata de vivir más tranquilamente. También nos han servido las visitas de las Brigadas [Internacionales de Paz] y de otras personas compañeras de lucha; nos alivia cada vez que tenemos comunicación.
Hablas de las mujeres, de la importancia que tenéis en la lucha.
El Estado a veces nos discrimina mucho, sufrimos mucho de discriminación, nos roban, nos saquean de nuestro territorio, entonces, la lucha de las mujeres en las resistencias de las comunidades es muy importante porque somos nosotras las que vemos la necesidad cuando no tenemos el acceso al agua en la familia, también a los hijos, que tenemos que velarnos por ellos. Las mujeres del área rural sí saben organizar sus agendas porque ellas se tienen que dedicar a sus hijos, a la familia, también dedican sus tiempos para ir a las manifestaciones, para ir a las reuniones, para ir a ciertas actividades; y no cualquier mujer lo hace, pero ellas sí lo hacen, están al frente y no solo en el área de Cahabón, en el área q’eqchi’, sino en los pueblos mayas. Las admiro también, yo he visto varias mujeres en las diferentes calles alzando la voz, respondiendo a esas represalias, a esa criminalización, a ese saqueo que tenemos que enfrentar; yo he visto mujeres y eso me fortalece. Las mujeres han sido la base fundamental en las resistencias.
¿Siempre ha sido así o ha ido la participación de las mujeres cada vez ha ido a más?
Antes solo las del área rural se involucraban en la lucha, pero en la actualidad ya se han involucrado algunas del área urbana porque ellas mismas se han concientizado de que el agua no viene del grifo, sino que viene de la Madre Tierra, viene de la naturaleza, viene de la montaña; y qué bueno que sean conscientes de dónde viene el agua. Las mujeres del área rural no permiten que se sigan saqueando o desviando nuestros ríos, que están aquí, en nuestra área del territorio q’eqchi’.
¿Cómo sueñas el futuro?
[risas] Va a ser un proceso largo. Es lo que al menos yo he platicado con compañeras mujeres, que son de amistades de mucha confidencia, les he dicho que ojalá que las niñas y los niños sean conscientes. Como mujeres mayas q’eqchi’ lo ideal o nuestro sueño sería visitar los diferentes escuelas y establecimientos para inculcar a los niños. El sistema educativo les implementa otros idiomas, que aprendan el inglés… ¿y nuestro idioma materno qué? Y no le interesa tampoco enseñar cuántos ríos tenemos en el territorio, cómo debemos respetarlos y cuidarlos, les interesa qué pasó con Sócrates, con ciertos filósofos y también el sistema de la religión; que les enseñen que debemos cuidar y respetar el medio ambiente, porque de la Iglesia te hablan de cuándo nació Jesucristo, de cuándo murió, de qué le sucedió… ni siquiera sé en qué país fue… tampoco va a venir otra vez Dios o Jesús a decir “mirá, voy a revivir el agua nuevamente”. Nosotros, como seres humanos, debemos actuar para cuidar nuestro medio ambiente.
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