Fuente: Cimac Foto.-Ciudad de México.- En el informe Avances en los objetivos de desarrollo sostenible 2024(Progress on the sustainable development goals 2024),
se evidencian los escuetos esfuerzos que ha hecho América Latina y El
Caribe para garantizar la igualdad regional, por lo que la Organización
de las Naciones Unidas advierte que si no se comienzan a trabajar en las
recomendaciones y compromisos de la declaración Beijing+30, tomará más de 100 años que las mujeres, niñas y adolescentes accedan a los mismos privilegios que sus congéneres.
De
acuerdo con las proyecciones de la organizaciones, terminar con la
pobreza extrema de las mujeres y niñas tomaría 137 años si esta
tendencia se mantiene.
La Organización de las Naciones Unidas en conjunto con UN Women, han presentado el informe final «Progress on the sustainable development goals 2024″,
esto de camino a consolidar la Agenda 2030 y reconocer que las brechas
para el desarrollo de las niñas, adolescentes y mujeres se mantiene como
un compromiso internacional sin cumplir.
La pobreza, la
inequidad, la inseguridad social y la nula perspectiva de género a nivel
global continúa pasando factura; la sustentabilidad de la vida y el
goce de esta, aún no es una realidad para las mujeres y niñas,
especialmente, para aquellas que habitan en países en vías de
desarrollo.
Uno de los indicadores más preocupantes de Naciones
Unidas, es la pobreza y es que son las mujeres quienes ocupan la mayoría
de la «extrema pobreza«, representando el 9.8% de la población
global, esto quiere decir, que hay 24. 3 millones más de mujeres en
esta situación que hombres.
¿Cuáles serían unas primeras
alternativas para combatir este fenómeno? Entre las primeras
indicaciones, se encuentra la atención y seguridad brindada por el
Estado, esto a través de pensiones para madres y apoyos sociales para
las familias más precarizadas.
El eje donde Naciones Unidas pone
el acento es en las madres y es que, sólo 3 de cada 10 mujeres y sus
recién nacidos tienen acceso a beneficios de maternidad que se traducen
en tranquilidad, alimentación de calidad para ella y su bebé, soltura
para realizar los cuidados y acceso a servicios de salud.
Al consultar el International Labour OrganizationsEstimates,
se encuentra que América Latina y el Caribe mantiene una brecha en los
programas de protección del Estado, pues mientras el 63.3% de los
beneficiarios son hombres, el 59% son mujeres.
Alimentación y feminización de la pobreza
«Ellas sostienen la seguridad alimentaria de su hogar», advierte UN Women,
pero también, juegan un rol fundamental en los sistemas alimentarios a
nivel global como trabajadoras al producir 1 de cada 3 alimentos, como
distribuidoras del producto, comerciantes y consumidoras, sin embargo, a
nivel global las brechas de inseguridad alimentaria continúan vigentes.
Según
el órgano, las mujeres tienden a realizar trabajos sin recibir un pago a
cambio o bien, acceden con mayor incidencia a salarios muy
precarizados. En un mapeo general, se encontró que las mujeres perciben
un 24% menos de ganancias en sus tierras agrícolas a diferencia de los
hombres que pueden trabajar exactamente los mismos productos en la misma
extensión de tierra y recibir mayor retribución.
Asimismo, se
advierte que a nivel internacional, las trabajadoras agrícolas ganan
18.4% menos que sus congéneres. Si tan sólo se pusiera un esfuerzo por
parte de los Estados de todo el mundo para que las mujeres recibieran un
pago justo y la brecha de género agrícola se cerrara, entonces, se
traerían consigo beneficios importantes, como terminar con la
inseguridad alimentaria de 45 millones de personas y el ingreso de 58
millones de mujeres aumentaría, permitiéndoles seguir trabajando,
cosechando y produciendo alimentos; arma fundamental en el combate del
hambre mundial.
Sin embargo, antes de que se comience a trabajar por
mejorar el empoderamiento de las mujeres y sus salarios, esencialmente,
se les debe garantizar el acceso a la tierra. De acuerdo con la ONU, en
40 de 46 países, ser dueñas de la tierra resulta «difícil» o «casi
imposible» para las mujeres.
Sobre
la línea de la inseguridad alimentaria, la realidad no es muy
diferente. Tras la pandemia de COVID-19, este fenómeno se recrudeció
particularmente entre las mujeres e impacta al 26.7% de las adultas y un
25% a los hombres; una diferencia de 1.7 puntos porcentuales que, de
hecho, resulta abismal -considerando la población global- y que se
traduce en una brecha total de 47.8 millones de mujeres, esto es más que
la población de Perú, Chile, Bolivia e incluso, que Argentina.
En América Latina y el Caribe, 3 de cada 10 mujeres se encuentran en «moderada»
inseguridad alimentaria, mientras que en situación de «severa
inseguridad», lo están el 9.2% de las mujeres. La única región en el
mundo que se asemeja a estas cifras, es la de África del Norte y Asia
Occidental.
Acceso y recolección de agua: Fomento de la feminización de la pobreza
A
nivel global 1.8 billones de personas viven en hogares donde se tiene
que recolectar agua potable, en el 70% de estas casas, quienes son
responsables de esta ardua tarea son las mujeres y las niñas quienes
dedican buena parte del día a desempeñar esta tarea contenida en su
trabajo de cuidados; recorren grandes distancias y en algunos casos, les
toma horas completar esta labor de acarreo de agua.
De acuerdo con
Naciones Unidas, esta situación termina por repercutir en la vida de las
adolescentes y niñas, pues les obstaculiza acceder a oportunidades de
escuela, dedicarse a otras actividades de estudio e incluso, de
descanso, En añadidura, también las coloca en situación de
vulnerabilidad ante la probabilidad de un accidente, de lastimarse e
incluso, de ser víctimas de acoso / abuso sexual.
De
acuerdo con la organización, a nivel global, las mujeres, adolescentes y
niñas dedican 250 millones de horas por día; 3 veces más que lo que
dedican los hombres y niños a esta misma actividad. Lo más preocupante
es que son ellas quienes tienen menor facultad para discutir otros
sistemas de acarreo o tomar decisiones sobre el manejo de este recurso.
Por
parte de los Estados tampoco existen soluciones concretas que permitan a
las niñas y mujeres acceder a este recurso de una manera más rápida,
eficiente y sobre todo, segura. Como se advertía, no se trata sólo del
recurso -que si bien fundamental-, la tirada va más allá y está
estrechamente relacionada con la pobreza del tiempo, el acceso a la
educación, al autocuidado y a la libertad de este trabajo que ha sido
amalgamado a las mujeres y niñas del mundo.
De hecho, sólo el 15% de
los países a nivel global ha implementado sistemas y planes de acceso al
agua con perspectiva de género e interseccionalidad, donde se
contemplen los riesgos, peligros y cuidados de las mujeres
pertenecientes de comunidades indígenas, sector donde se recrudece este
trabajo de acarreo y recolección de agua.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario