Pedro Echeverría V.
1. Más de medio centenar de estudiantes, vigilados por sus padres, se lanzaron a una huelga de hambre ayer lunes en la Plaza de Santo Domingo de la Ciudad de México, ubicada frente a la Secretaría de Educación Pública. Son, sin duda, los de conciencia más avanzada de los cerca de medio millón de estudiantes que fueron rechazados “por falta de cupo y presupuesto educativo”. No se sabe si esta determinación fue tomada por acuerdo de una gran asamblea de rechazados o sólo fue determinación de los 50 que fácilmente el gobierno puede reprimir o darles un lugar en alguna institución con el único objetivo de hacer desaparecer el movimiento.
2. Sin embargo, aunque esto último sucediera, el pueblo mexicano debe saber que los jóvenes de todo el país han comenzado a desesperarse porque, como en los años sesenta, se sienten relegados socialmente porque no tienen lugar en las escuelas ni en el trabajo. Les ponen un examen de admisión totalmente manipulado –de modo que sólo ingrese el número de estudiantes con lugar disponible- y también le cierran las puertas de plazas de trabajo porque “no hay vacantes”, al contrario, cada año cientos de miles de obreros se van a la calle por falta de inversiones y creación de plazas. “Pinche país –gritan los jóvenes desesperados- nos cierra las puertas de todo y nos empuja al abismo”.
3. ¿Qué otra cosa nos enseña la huelga? Que el movimiento estudiantil universitario y tecnológico está quebrado. Que de aquellas grandes batallas estudiantiles de 1968, 1986 y 1999, sólo quedan recuerdos. Que los diferentes gobiernos del PRI y del PAN se las ingeniaron para desmembrar las instituciones educativas con planes y programas derechistas para el control estudiantil. Ni comparación con aquella década de los sesenta y setenta –antes que surgiera la llamada democracia parlamentaria, la integración al poder de los partidos autocalificados de izquierda y el neoliberalismo privatizador- en las que los estudiantes acompañaban a obreros y campesinos en sus luchas.
4. La historia del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH/UNAM) –por lo menos en sus primeros ocho años- estuvo llena de grandes movilizaciones estudiantiles; acompañaron al CCH el cogobierno de Economía, de la ENA y el autogobierno de Arquitectura, además de las batallas de los chapingueros y el sindicalismo universitario. Los profesores más influyentes de los cinco planteles (con 15 mil estudiantes y con cuatro turnos cada uno) estuvimos comprometidos con el modelo Paulo Freire, con algunos trabajos de solidaridad a comunidades campesinas, pero sobre todo con las huelgas obreras de los años setenta, quienes siempre recibieron nuestro apoyo.
5. En algunas ocasiones se acusó al CCH de sólo preparar a activistas políticos huelguistas; pero cuando éstos comenzaron en 1974 a ingresar a las facultades de la UNAM demostraron (por declaración de las misma autoridades universitarias) estar mejor preparados y desarrollados en todos los campos, más que los que provenían de otras escuelas. Eran “muy irrespetuosos” en la Facultad porque en el CCH los profesores y los estudiantes buscaban ser muy críticos, se obligaba a la participación, pero sobre todo en el salón de clases y en las muchísimas asambleas profesores y alumnos confrontaban ideas. Por lo menos este igualitarismo funcionó hasta 1977.
6. A partir de los ochenta el modelo educativo nacional comenzó a privatizarse de dos maneras: a) imponiendo planes y programas tecnocráticos y privatizadores en la educación pública y recortándoles presupuesto, y b) apoyando la apertura de miles de escuelas privadas. Por otro lado, todos aquellos profesores que veníamos del movimiento de 1968 y antes, comenzaron a estabilizarse, a casarse, a envejecer, a enredarse con el consumo capitalista, a ingresar a partidos y a abandonar la rebeldía que vivieron cuando eran jóvenes. La UNAM los envolvió en la competencia por mayores categorías e ingresos y el CCH perdió dos turnos y la mitad de sus estudiantes.
7. En la década de los setenta nació en CCH con 75 mil estudiantes, pero también fueron fundados la Universidad Autónoma Metropolitana, el Colegio de Bachilleres y otras instituciones educativas. Se han publicado trabajos demostrando que después del Plan de Once años (1959/70), pero sobre todo para lavar la brutal represión estudiantil de 1968, fue en el gobierno de Echeverría Álvarez cuando mayor presupuesto público se destinó al renglón educativo de estos niveles. Al parecer por ese motivo el movimiento estudiantil era muy fuerte y combativo, sobre todo muy solidario con las luchas sociales. También por eso fue la década de la “guerra sucia” en la que cientos de jóvenes fueron asesinados y encarcelados.
8. Los estudiantes tienen la obligación de levantar la cabeza para analizar las causas de que sus movimientos estén moribundos, a pesar de que las instituciones educativas estén aplicando políticas privatizadoras y selectivas. Se sabe ampliamente que casi todos los altos funcionarios de los últimos sexenios priístas, pero sobre todo los panistas, vienen de colegios particulares o privados y de universidades extranjeras. Les importa un carajo la escuela pública donde la masa del pueblo mexicano se ha educado y sigue instruyéndose. Por ese motivo sus políticas se han dirigido a “descobijar” a los distintos niveles de las escuelas que sólo pueden subsistir con el dinero público. ¿Se podría esperar acaso otra política de los gobiernos empresariales últimos?
9. Los 50 huelguistas de hambre podrían convertirse en una pequeña chispa que ayude al despertar de sectores estudiantiles, pero también pueden ser reprimidos o atendidos. De todas maneras es significativo en estos momentos en que el descontento se manifiesta –aunque muy aislado- en varias partes del país. Los campesinos han comenzado romper su silencio, los mineros aún viven a pesar de que los gobiernos panistas han hecho todo por destruirlos, los electricistas del SME siguen atentos frente a los programas privatizadores, los profesores de la CNTE –que jamás descansan- siguen manifestándose contra la privatización educativa. El triunfo del PRI y la segura alianza con el gobierno panista es un fuerte golpe para las luchas sociales. Pero no hay que dejar de luchar.
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