1/05/2010



Ninis

José Blanco
Pronto entrará el vocablo al Diccionario de la Real Academia; los académicos decidirán si lo escriben ninís o ninis. El término abarca a tal proporción de la población joven en tantos países que tiene asegurado su uso sociológico, periodístico, antropológico y también en el lenguaje cotidiano.

Se le usa ya, por supuesto, en otros lares. En España es ya de uso conocido, aunque quizá aún no tan generalizado, pero tiene una connotación diferente a la que tiene en México, debido a sus muy diferentes orígenes y diversas consecuencias.

Un reportaje del Diario de Mallorca encontró y publicó el pasado 15 de diciembre que “la palabra nini, se la autoaplican con guasa esos jóvenes que abandonaron sus estudios prematuramente, seducidos por el dinero fácil que les proporcionaba un boom económico, ávido de mano de obra poco cualificada. Ayudar a su familia o independizarse económicamente de ella, comprar ropa de marca, pagar copas, tener una cajetilla de tabaco americano mostrando poderío en los vaqueros de última moda, pasear a las chicas en vehículo de dos o cuatro ruedas les confería el poder de deslumbrar, de seducir y seducirse a golpe de consumismo, y ya no era cuestión de esperar cinco años lo que se podía conseguir en cinco minutos. Cinco minutos, sólo cinco minutos era el tiempo que tardaban los tutores en extender la autorización necesaria para poder trabajar legalmente a partir de los 16 años. Cinco minutos, para convertir a un adolescente en hombre, para incrementar el fracaso escolar hasta 30 por ciento y subir la tasa de empleo a límites casi europeos, a caballo del boom de la construcción.

“… un día la confianza se quebró y se paró la economía, de forma tan violenta como grande fue el exceso. El joven cayó en la gran trampa que la sociedad había urdido a su alrededor y, como siempre ocurre, el más débil fue la gran víctima; ahora ya ni estudia ni trabaja, ahora se autodefine como un nini, que engrosará las listas del paro hasta que vuelva a crearse empleo, pero mucho empleo, para que sea capaz de absorber la mano de obra tan extensa y poco cualificada como la que él representa. El nini cree que esto será dentro de unos meses, quizás un año, como le cuentan los socialistas que mandan, y espera sin rebelarse, aunque haya agotado su paro. Ya ni tan siquiera busca empleo, ahora vive de sus padres como aconsejó el propio gobierno por boca de un secretario (que para eso tienen unas pensiones), duerme mucho, merodea por parques a cualquier hora y corteja sin mayor pretensión.”

En México las cosas son muy distintas. En enero de 2007, un funcionario del gabinete de Felipe Calderón reveló a periodistas que tenían informes de que más de 100 municipios del país eran gobernados por alcaldes de quienes se sospechaba que habían recibido dinero del narcotráfico para sus campañas.

Por esas fechas el propio Calderón alertó sobre el riesgo de que el narco estuviera financiando campañas, principalmente las locales, porque decenas de municipios en todo el país habían cambiado de mandos en dos años. ¿Cómo va esa cuenta?

En junio de 2009, La Jornada reportó que entre 50 y 60 por ciento de los gobiernos municipales en México han sido capturados o feudalizados por el narcotráfico; las mafias mexicanas operan en 38 naciones, y como país, México se ubica en el sexto lugar con más delincuencia organizada en el mundo; era una afirmación de Edgardo Buscaglia, asesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En ese contexto de vasto destrozo de las relaciones sociales en México, nacieron, crecieron y superviven, nadie sabe bien a bien cómo, 7 millones de ninis mexicanos. Es acaso el más atroz de los abundantes atolladeros de la República.

A principios de diciembre, el rector de la UNAM dio una alarma sonora: según el Instituto Mexicano de la Juventud, la cifra mencionada de jóvenes que no estudian –desertaron de la escuela, no fueron seleccionados en los sorteos de colocación o no tienen interés en asistir a un colegio– ni trabajan –ninguna empresa les ha dado una primera oportunidad, o fueron despedidos y no han podido colocarse de nuevo en el mercado laboral– es esa: 7 millones de ninis mexicanos, siete.

¿Nos puede extrañar este espantoso suceso?: “Pasajeros de un autobús de la línea México-Tacuba-Huixquilucan atraparon a cinco asaltantes que poco antes los habían despojado de sus pertenencias a punta de cuchillo y, apoyados por pobladores de San Martín de las Rajas, los amarraron a árboles y los golpearon hasta que policías municipales de Lerma los rescataron. Fue el quinto intento de linchamiento en 50 días en el estado de México. A las 22:30 horas del martes los cinco presuntos delincuentes, entre ellos cuatro menores de edad, abordaron el autobús 888 en Chimalpa, municipio de Naucalpan. Media horas antes esta unidad había salido del paradero del Toreo de Cuatro Caminos con destino a Huixquilucan… Los pobladores de San Martín de las Rajas y usuarios del servicio público del transporte en esa zona aseguraron que este año se han cometido por lo menos 30 asaltos similares y que algunos de los jóvenes que iban a linchar ya habían participado en varios” (La jornada 31/12/09). Este 2010 leeremos muchas más horrores sobre nuestros desamparados ninis, delinquiendo.

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