4/04/2010

Niños en situación de calle o provenientes de familias violentas, los más vulnerables, señala

Explotación sexual infantil, asunto cotidiano en México, afirma el IIS

En el DF, Guadalajara, Tijuana, Acapulco, Puerto Vallarta, Cancún y Cuernavaca es donde proliferan abusos, según estudio

Se ofrecen paquetes turísticos que incluyen relaciones con uno o dos menores, añade

Emir Olivares Alonso
Periódico La Jornada
Domingo 4 de abril de 2010, p. 25

La explotación sexual infantil se ha vuelto un asunto cotidiano en México. Muchas víctimas de este delito aceptan que es un trabajo, la única manera de obtener dinero. Se trata de niños, niñas y adolescentes olvidados, con baja autoestima, sin formación académica ni expectativas para el futuro. La mayoría proviene de familias violentas y de bajos recursos, y muchos son consumidores habituales de drogas. La edad de su inicio sexual ha disminuido: se reportan casos de menores de hasta ocho y nueve años.

Desde 2006, un grupo multidisciplinario del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realiza un estudio sobre el tema. Han entrevistado a niños víctimas de explotación sexual en una decena de ciudades del país. Muchos fueron violados en su hogar, raptados por desconocidos u orillados a prostituirse por necesidad

Un día estaba en la calle y llegó un señor, me invitó a comer y acepté porque tenía mucha hambre. Después me dijo que si quería trabajar con él y dije que sí, es muy difícil encontrar trabajo a mi edad. Me llevó a una casa y ya no pude salir, me tenía raptada, no podía ni asomarme a la calle porque nos castigaba. No quiero recordarlo, narra una de las adolescentes entrevistadas en la investigación.

La forma en que se recluta a estos jóvenes, según datos del estudio, es similar en diferentes ciudades del país. Se aprovechan de los que huyeron de sus hogares por la violencia intrafamiliar, les prometen trabajo con buena paga; otros son secuestrados –sin importar su clase social– y se les envía lejos de su lugar de origen, sobre todo al extranjero.

Personas de ambos sexos, conocidas como enganchadores, se encargan de ubicar a jóvenes vulnerables, como los que viven en situación de calle. Pero la vulnerabilidad se da también dentro del núcleo familiar. En ciudades como Tijuana, Ensenada y el Distrito Federal encontramos niñas explotadas o violadas por integrantes de su propia familia, asegura René Jiménez Ornelas, coordinador de la Unidad de Análisis sobre Violencia Social del IIS de la UNAM y líder del equipo de investigación.

Amenazas, golpes, castigos, encierro y mantenerlos constantemente drogados son los métodos usados por los explotadores para evitar que los niños intenten huir. Algunas mujeres, de no más de 17 años, que han tenido hijos producto de los abusos, reportaron que quienes las explotan les arrebatan a sus bebés como una medida de presión para obligarlas a entregar una cuota diaria, de no cumplir con el monto, los pequeños pagan las consecuencias.

La primera parte de la investigación (que comprende Tijuana y Ensenada) fue publicada por la Organización Internacional del Trabajo en 2007. Pero debido a la experiencia, el equipo amplió el estudio. Actualmente trabajan en algunas ciudades del centro del país.

El Distrito Federal; Guadalajara; urbes de la frontera norte, como Tijuana, Ensenada o Mexicali; centros turísticos, como Acapulco, Puerto Vallarta, Cancún y Cuernavaca, son algunos de los sitios donde prolifera este delito.

Los niños enfrentan abusos de violencia, forzamiento y amenazas, son privados de su libertad, algunos fueron abandonados por sus padres, otros engañados o tienen necesidad de obtener dinero.

El equipo de investigación documentó que los menores que han vivido en esta circunstancia necesitan una atención integral, debido al alto consumo de diferentes sustancias y a la violencia física y emocional a la que son sometidos.

“Cuando me salí de casa me fui a caminar por la carretera, me senté y un señor llegó, me dijo que si íbamos a jugar debajo de un árbol, lo seguí porque no sabía qué hacer… Después él me amenazó, me agarró muy fuerte y me dijo que si gritaba me iba a matar. No grité y por más que quería soltarme no pude. Me violó”, cuenta otro niño entrevistado para el estudio.

De 50 a mil dólares, la tarifa

Los universitarios hallaron que el mercado en México para los pederastas es muy amplio: un servicio antes de cruzar hacia Estados Unidos cerca de alguna garita, en un hotel para viajeros o de paso, en alguna casa de aparentes masajes, en algún bar o mediante paquetes turísticos que incluyen agradables estancias con hospedaje, alimentos, bebidas, drogas y sexo con niñas o niños.

Las prácticas de explotación sexual infantil en el país cada vez son más violentas, los investigadores conocieron casos en los que se obliga a los niños a tener más de 40 relaciones diarias. Además, encontraron que las mujeres también buscan estos servicios y que no sólo niñas y niños mexicanos son explotados, otro sector vulnerable es el de los menores centroamericanos.

En México y otros países el delito y los propios niños están a la vista de las autoridades. Es tal la complacencia que en algunos sitios, como en Ensenada, se venden paquetes turísticos por Internet que incluyen la relación sexual con uno o dos menores.

Con base en la investigación, Jiménez Ornelas estima que en el país entre 20 mil y 25 mil niños y adolescentes son víctimas de explotación sexual. El servicio no es barato. El costo va desde los 50 hasta los mil dólares.

Se trata de un negocio con grandes ganancias, equiparable al narcotráfico o a la venta ilegal de armas, por lo que las redes de corrupción son amplias. Datos del Instituto Nacional de Migración reportan que el tráfico para fines sexuales es la tercera actividad ilícita mundial más lucrativa, con ganancias de alrededor de 10 mil millones de dólares anuales.

No existe en México una política de seguridad integral que atienda el problema de la trata de personas con fines de explotación sexual, refiere el investigador. La detención de bandas dedicadas a este delito ocurre no por un complejo trabajo de investigación e inteligencia, sino por denuncias.

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