6/27/2010

Paso del norte, tierra de levantones

Ana Lilia Pérez
27 Junio 2010

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En Sinaloa, los levantones de jornaleros se dan de forma individual y en masa. En Tamaulipas, además del fuego cruzado y los asesinatos a manos del Ejército, en su mayoría son civiles las víctimas. En Coahuila y Durango, a punta de levantones, el crimen impone su ley. Y en todos impera la impunidad bajo la omisión o el manto protector de las autoridades


Ana Lilia Pérez / Segunda parte y última

Los levantones de jornaleros son cada vez más frecuentes en los campos agrícolas de Sinaloa, donde cada año llegan de distintos puntos del país a cultivar hortalizas, cortar tomate, pizcar algodón, aunque pocos casos se denuncian. Si el campesino tiene suerte, después de sembrar o cosechar enervantes, el narcotráfico lo devolverá sano y salvo.

El 11 de noviembre de 2008, un comando armado a bordo de 20 camionetas Hummer y Cheyenne cercó los galerones donde dormían los acasillados (originarios de Oaxaca) en el campo La Guajira, sobre la carretera Culiacán-El Dorado, municipio de Navolato. Mientras subían a 27 hombres, las mujeres fueron sometidas en las barracas y advertidas de no llamar a nadie. Tres días después, 16 de ellos fueron liberados.

El 9 de mayo de 2009, un comando se llevó a 50 jornaleros de la empacadora agrícola Nazario, en Mocorito. Una semana después, fueron liberados algunos. Ante la Procuraduría de Justicia del estado (averiguación previa 69/2009), varios narraron cómo fueron obligados a sembrar enervantes en algún punto de la sierra por sujetos encapuchados y armados.

?¿Piensan regresar? –se les pregunta a algunos de estos campesinos. La respuesta es generalizada: para todos, vale más el hambre que el miedo.

Apenas en enero, en el Campo Santa Fe de la agrícola Beltrán, ubicado en el kilómetro 2.5 de la carretera La Palma-Vitaruta, en Navolato, “se perdió” José Crescencio Ildefonso, un joven de 30 años de edad, según reportó su familia.

Hay también reporte de 26 hombres “desaparecidos” en Villa Unión, Culiacán, Guamuchil, Navolato y la carretera Sinaloa-Torreón, algunos levantados por hombres armados, según acreditan los testigos. De otros, nadie vio nada.

La mayoría se registró entre agosto y septiembre de 2008. Con un lapso de siete meses de diferencia, los hermanos Jesús Alberto y Gorgonio Rendón Yáñez, de 44 y 41 años de edad, fueron “sustraídos” de su domicilio de Altata y El Tetuán, Navolato, por sujetos armados que se los llevaron a bordo de camionetas.

Está también Francisco Manuel López Escobar, mecánico de 24 años de edad. El 26 de octubre de 2009, a su taller llegaron unas personas a pedirle revisar su vehículo varado en la maxipista. En el camino, se les atravesaron unos carros de los que descendieron hombres encapuchados y se los llevaron.

El 25 de agosto de 2009, mientras transitaba por la autopista Mazatlán-Sinaloa a la altura del municipio de Elota, el autobús número 4256 de la línea Tap, proveniente de Sonorita, Sonora, con destino a Morelia, fue detenido en un retén de supuestos agentes de la Procuraduría General de la República (PGR). Subieron a la unidad y bajaron a Noé López Rivera, de 29 años. Se lo llevaron con destino desconocido.

En las inmediaciones de un autobús, también “desapareció” Macario Urizar Quiñonez, quien regresaba a su natal Guatemala. A su paso por Sinaloa, cuando se bajó a cenar con Ludwing Zacarías, fue a un baño y no regresó al camión. Infructuosamente lo buscaron en la zona.

Tamaulipas, el yugo Z

Apenas en marzo, cuando Calderón cacareaba los “alcances” de su “lucha contra el narcotráfico”, la Agencia Antidrogas de Estados Unidos otorgó a Los Zetas la categoría de cártel, ubicándolo como el grupo más violento que opera en México. De brazo armado del cártel del Golfo, entre el foxismo y el calderonismo rápidamente se internacionalizó a Estados Unidos y Europa.

Lo que ocurre en Tamaulipas es una muestra del fracaso en la “batalla” calderonista contra el narcotráfico y en la que los civiles llevan la peor parte. Además del fuego cruzado o los asesinatos a manos del Ejército, junto con Coahuila, es la entidad que registra una vertiginosa incidencia de levantones de civiles.

Hay más de 500 casos denunciados por familiares ante la PGR, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), Procuraduría Estatal y el Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes (CAPEA), particularmente en Nuevo Laredo, Matamoros y Reynosa. Aunque según consideraciones de Rebeca Rodríguez, del Centro de Estudios Fronterizos y de Promoción de Derechos Humanos, AC, con sede en Reynosa, aquí tampoco se denuncian todos los casos.

Los varones “sustraídos”, mientras visitan a la novia, en el súper de la esquina, afuera del trabajo, a bordo del un auto o de la casa, son levantados también a plena luz del día. Familias diversas que viven el drama de tener más de un “desaparecido”, como los hermanos Loera Morales: Alejandro, Ricardo, Rodrigo, Cuauhtémoc, “sustraídos” en Nuevo Laredo el 6 de noviembre de 2008.

Conmueve el caso de los hermanos Gómez Gaona: Roberto, Álvaro y Noé. Jóvenes, impetuosos, llenos de ilusiones. En su trabajo como mecánicos, ahorraron por años para comprarse carros chocolate. En abril, viajaron de Apatzingán a Nuevo Laredo y de aquí a Ciudad Victoria, donde recogerían los vehículos. El día 16 llamaron a su casa para avisar que “todo iba bien”, que recogerían los autos y se regresarían. No volvieron a comunicarse. Su familia indagó los pagos de sus tarjetas de crédito, registraron movimientos en Ciudad Victoria. Los días sin noticia alguna son para sus padres una lenta agonía. Su plegaria duele: “Estamos muy espantados de lo que pudo haberles pasado. Le suplicamos que nos ayuden a encontrarlos. Somos muy pobres y jamás le hemos hecho daño a nadie”.

Los siguientes casos descritos son ilustrativos de la impunidad con que la gente es “sustraída”:

Mayo 25. Día del Maestro. Pasaban de las cinco de la tarde cuando Julio César Monroy Heredia, prefecto del Instituto Tecnológico de Capacitación para el Empleo, salió del plantel y abordó su auto. Terminado el festejo que organizó la escuela, los maestros se reunirían para ver el futbol. Subió a su Lumina blanco 1993, avanzó apenas dos calles cuando en el libramiento a Monterrey, a la altura de la carnicería El Ranchero, lo interceptó una camioneta de la que descendieron los sujetos que se lo llevaron.

Infructuosamente, sus hermanas y su madre, casi todos docentes, iniciaron la búsqueda, colocaron anuncios panorámicos en las principales avenidas y ofrecieron recompensa a quien ayudara a ubicar su paradero. Nada.

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