Por: Alvaro Cepeda Neri
I.- Entramos ya al ojo del
huracán de la crisis general, puesto que han sido suspendidos los pagos
de los gobiernos, con la promesa de que dentro de seis meses empezarán a
cubrirlos, lo cual es otra mentira. No hay liquidez, o sea no hay
dinero para pagar. Los subsidios necesarios han sido cancelados. Las
empresas privadas que surten a Pemex de bienes y servicios no reciben
ningún pago y les dijeron que esperen. De no poder hacerlo, que
soliciten préstamos. O se declaren en quiebra técnica o en quiebra de
liquidación, ya que estando el precio de barril a menos de 35 dólares,
la empresa en vías de privatización (aunque ya nadie la quiere por el
desastre petrolero), prácticamente está en quiebra. Lo que le impide
distraer lo poco que le entra que no sea para pagar a sus empleados y
para la secretaria de Hacienda, en una rebatiña para apuntalar la
mentira de que la economía nacional, privada y pública, no está
decreciendo lentamente y nos tiene metidos en una devastadora recesión
que arrastrará el país a un desastre económico de más desempleo, mucho
más pobreza y una baja alarmante del consumo.
II.- La suspensión de pagos
que calla el gobierno federal, se debe a que nuestro capitalismo es
únicamente de los Slim, Bailleres, Azcárraga y los ricos, millonarios y
multimillonarios, que no han invertido en la planta industrial y la
tienen casi parada; la agricultura está disminuida, y los trabajadores
sólo producen lo mínimo en el contexto de la disminución de
exportaciones, y la compra masiva de granos en el exterior para sostener
un mercado a medias. Al suspenderse los pagos se generaliza y agudiza
la crisis de más de 100 millones de mexicanos que ya sufren las
consecuencias de los malos gobiernos. Hay una equivocada conducción de
las administraciones y una pésima gestión económica nacional. Navegamos a
la deriva. Y no hay alguna estrategia para enfrentar la crisis que como
un mar embravecido y una tormenta se abate sobre la nave estatal.
III.- Suspender los pagos es una medida
gravísima. Y más que no lo avisen abiertamente de cara a la Nación. Las
empresas están quebrando. Se despide a empleados públicos. Los bancos
continúan con su veracidad, preparándose para irse sobre los
cuentahabientes morosos. Y hay encarecimiento de los bienes de consumo
necesario. Estamos en medio de una crisis general que se administra con
puros buenos propósitos de que “vamos bien”, cuando la mayoría de los
mexicanos se da cuenta de que algo grave está pasando. Y no pocos de
ellos sufren las consecuencias de la suspensión de pagos municipales,
estatales y federal que anuncia que las cosas empeorarán. Ya era hora de
que estuviera constituyéndose un presidencialismo para enfrentar la
crisis. Pero nada hacen allá arriba, como si la crisis fuera algo
pasajero; pero todo parece apuntar a una catástrofe económica con
implicaciones políticas. Hay un profundo malestar social, porque
aumentan las desigualdades, la pobreza ya alcanzó a 60 millones; y el
desempleo rebasa los 40 millones que sobreviven en las actividades
informales
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