Diálogo |
Oaxaca
¿Quién inicio la
violencia en Oaxaca y provocó la tragedia de Nochixtlán? Las respuestas
simplistas se construyen con base en la ignorancia militante: sin
información, los unos responsabilizarán a los maestros de la Sección
XXII al tiempo que los otros hacen lo propio culpando a la Policía
Federal. En esta lógica dicotómica no hay espacio ni necesidad de
análisis y las noticas serán dignas de atención y credibilidad sólo en
la medida en que alimentan el prejuicio de lo que se cree saber.
Pero los testimonios y la evidencia están ahí.
1. No fueron los maestros
¿Qué
dicen estos testimonios? Los testimonios exculpan a los maestros, y
este parece ser el único punto de acuerdo entre la Sección XXII y el
alto mando de la Policía Federal.
Testimonios recogidos de entre
los simpatizantes del magisterio por un diario de izquierdas ofrecen lo
que en principio parecerían ser las versiones contradictorias
esperadas:
“Mandos policiacos aseguraron que profesores y padres de familia les estaban disparando con rifles de asalto AK-47.
Por su parte, los mentores y sus simpatizantes denunciaron la
existencia de un grupo de infiltrados quienes habrían disparado. Un
taxista que se sumó a la resistencia de los maestros aseguró: Si
nosotros les disparamos ¿creen que mantendrían formada a su gente con
simples escudos? ¿De verdad expondrían a sus elementos a que les
disparáramos y sólo se protegieran con escudos?” (Pérez A. Jorge A.
“Operativo deja seis muertos en Oaxaca”. La Jornada. Jun. 20, 2016).
Si
la revisión informativa se termina aquí, entonces no hay nada nuevo o
inusitado: los unos responsabilizan a los otros y viceversa. Pero el
apunte sobre “la existencia de un grupo de infiltrados quienes habrían
disparado” desde el grupo magisterial exige una exploración más
profunda.
La reseña de un diario -que
gradualmente se ha inclinado al oficialismo- de la entrevista radial
realizada por un periodista a Enrique Galindo Cevallos, Comisionado de
la Policía Federal, ofrece una versión diferente -de una voz
identificable y sin duda más autorizada- que la de los anónimos “Mandos
policiacos” en la crónica de La Jornada.
Dijo el Comisionado al periodista Ciro Gómez Leyva:
“Empezamos a ver que traen bombas molotov, cohetones de muy alto poder,
tengo muchos policías quemados de los pies y de las manos, que
perdieron dedos, se reagrupan de manera estratégica y empezamos a oír
detonaciones de arma de fuego, que indiscriminadamente disparan contra
la sociedad civil y que disparan contra los policías.”
¿Quiénes? Especifica la reseña:
“Sobre la gente detrás de los hechos, dijo que entiende que más bien se
trata de grupos radicales, no el movimiento magisterial, quienes
operaron de esta forma. Añadió que las autoridades ya están trabajando
para identificar a los agresores.” (“Vivimos una emboscada en
Nochixtlán.” El Universal. Jun. 20, 2016)
Es decir: lo que
el movimiento magisterial y sus simpatizantes identifican como “un grupo
de infiltrados que habrían disparado”, es lo que el alto mando de la
Policía Federal por voz de su Comisionado llama “grupos radicales, no el
movimiento magisterial, quienes operaron de esa forma.” Es decir: no
fueron los maestros. En otras palabras, haciendo eco de lo dicho por el
Comisionado Galindo en coincidencia con la Sección XXII: los maestros
son inocentes de la violencia por armas de fuego.
2. Evidencias
¿Qué
dicen las evidencias? Las evidencias –según la Comisión Nacional de
Seguridad (CNS)- también exculpan a los profesores de la violencia por
arma de fuego. En su boletín de prensa No. 376 (2016-06-19) consignaba:
“En este sentido, se tiene conocimiento que las agresiones por arma de
fuego registradas provinieron de personas ajenas a los bloqueos, quienes
realizaron disparos contra la población y los policías federales.”
Una vez más: no fueron los maestros.
Pero
pueden estar equivocados. Después de todo, en ese mismo comunicado la
CNS afirma que “Los elementos de la Policía Federal que participan en el
operativo no se encuentran armados ni portan tolete.” O puede ser que
el comunicado consigne verdades y mentiras de forma simultánea.
Si seguimos lo dicho por la Sección XXII, por el Comisionado de la
Policía Federal y por la propia Comisión Nacional de Seguridad, el
magisterio es inocente en los hechos de armas de fuego. Se trata de tres
fuentes diferentes que coinciden en un mismo punto, por ello, su rango
de certeza es alto. Hay que repetirlo: si nos atenemos a estos hechos,
los profesores son inocentes de este cargo.
¿Y qué hay sobre la
afirmación de que los elementos policiacos acudieron desarmados? El
comunicado afirma que fue así; pero fue entonces que aparecieron las
evidencias fotográficas; las autoridades las descalificaron como falsas:
“La CNS informa que esas imágenes son totalmente falsas, y no
corresponden a los hechos que se están generando en la entidad. El
personal de la Policía Federal se encuentra desarmado y sin toletes, por
lo que es mentira el uso de armas de fuego por parte de los elementos
federales” (“Fotografías con policías armados en Oaxaca, son falsas:
CNS” Vela, David. El Financiero. Jun. 19, 2016); y en respuestas los autores –la agencia de noticias Xinhua y Associated Press
dieron a conocer los metadatos de las placas fotográficas para
demostrar su autenticidad. Al fin, un día después, el titular: “Fue
necesario usar armas en Oaxaca: Policía Federal” (Martínez, Alejandro. La Jornada.
Jun. 20, 2016). Confesión de parte; a las autoridades no les quedó más
que reconocer que efectivamente habían mentido y que la evidencia
presentada –esa que habían descalificado con desdén- era verdadera.
3. ¿Entonces quiénes fueron?
La pregunta no tiene respuesta en firme. Pero la acción necesariamente exige dos elementos: organización –pues el origen de la violencia armada no fue aislado sino colectivo según todos los testimonios- y capacidad de acción, es decir, conocimiento y pericia técnica –preparación, práctica y apoyo operativo. No es poco.
El Reglamento de la Ley de la Policía Federal especifica en su Art. 5
(Cap. II.) la estructura orgánica de la misma. Explica que esa
corporación tiene 6 divisiones –dos ellas interesantes para el caso que
se analiza: División de Inteligencia y División de Seguridad Regional-, 19 coordinaciones –entre ellas la Coordinación de Operaciones Encubiertas y la Coordinación de Operaciones Especiales- y 63 Direcciones Generales –una particularmente elocuente: Dirección General de Operaciones e Infiltración.
Por sí misma, la arquitectura organizacional de la Policía Federal ya
sugiere una teoría del caso convincente -y una revisión de los mandatos
de cada una de estas oficinas ofrece todavía más sustancia. La necesidad
de su existencia no está en tela de juicio: sin duda todas estas
oficinas y sus tareas son fundamentales para ejecutar la política de
seguridad pública. Pero cuando las tareas de seguridad pública se
confunden con tareas de control político y cuando la reacción a la
delincuencia se confunde con represión a la disidencia, entonces es
claro que con el régimen que volvió no sólo regresó un partido, sino
también un esbirro: con otro nombre y otros hombres: más armados, más
equipados, más entrenados, más organizados, más letales. La Dirección
Federal de Seguridad.
4. “Vivimos una emboscada”
Fue esta la cita que llegó a titular en la reseña de El Universal.
Son palabras del Comisionado de la Policía Federal, pero si pensamos en
la estructura orgánica de la corporación -en sus funciones, sus tareas y
su capacitación- y si la ponemos en el contexto del régimen –que no al
pueblo- al que sirve, ajustan mejor al magisterio.
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