Cd. de México, 26 jul. 18. AmecoPress/sin embargo.- Si
la migración legal temporal de personas trabajadoras mexicanas que se
van a Estados Unidos está plagada de actos que desembocan en un maltrato
permanente hacia las personas, las mujeres que se emplean de esta
manera son aún más susceptibles a la violación de sus derechos.
Empleadores en Estados Unidos ofrecen trabajos específicos
porque se trata de labores que suponen “son para mujeres”. A ellas no
les pagan por hora, sino por destajo. Un hombre puede aspirar a subir de
cargo, ellas no. Y como marco de esas prácticas, están el acoso y abuso
sexual de parte de sus empleadores o sus compañeros de trabajo.
En la mayoría de los casos, los maltratos gozan de impunidad. Las
trabajadoras, por conservar el trabajo, por pagar deudas, por ganar en
dólares y por estar atadas al empleador, optan por el silencio. Trabajar
y aguantar.
La migración “legal”, supervisada y autorizada por gobiernos de EU y México, es también un infierno
En el programa de visas temporales de trabajo que expide el Gobierno
de Estados Unidos hay empleos que están dirigidos específicamente a
mujeres en los que se tienen documentados abusos y violaciones a sus
derechos, tanto en el proceso de contratación y reclutamiento aquí en
México, como en los lugares de trabajo en Estados Unidos.
De acuerdo con el Centro de los Derechos del Migrante (CDM) estos
patrones se observan en casi todos los tipos de visa –H2B, H2A, H1B, TN,
J1 y otras–. Independientemente del tipo y del lugar al que las mujeres
llegan a trabajar, se observan las mismas violaciones.
Julia Coburn, Coordinadora del Proyecto de Mujeres Migrantes
(Promumi) de CDM, explicó que la causa de esas violaciones y la raíz de
los abusos, es la discriminación hacia las mujeres en Estados Unidos y
México.
“Ellas no tienen las mismas oportunidades y enfrentan retos para
tener las mismas oportunidades laborales que tienen los hombres. Con las
visas de trabajo, no reciben las mismas ofertas de trabajo. Ellas son
canalizadas a cierta clase de visa y ciertos tipos de trabajo que son
considerados para mujeres, como las labores domésticas”, señaló.
Las mujeres migrantes son sometidas a estigmas y abusos aunque tengan
documentos que les permiten trabajar de manera regularizada en EU.
Por ejemplo, la visa J1 es prácticamente exclusiva para mujeres para
emplearlas como niñeras. Esa visa les permite trabajar en casas
particulares durante uno o dos años, cuidando niños y aprendiendo de la
cultura de Estados Unidos, según lo estipula la visa.
En promedio se les paga 4 dólares la hora, cantidad que está muy por debajo del salario mínimo.
Hay agencias que se encargan de manejar esa visa y argumentan que lo
que hacen las mujeres no es trabajo, sino que van a una experiencia de
“intercambio cultural”.
“Así es como esa sociedad valora la condición histórica social de la
mujer en el hogar. Vemos cómo eso se traduce en un pago menor, por
debajo de los mínimos establecidos por la ley, como un pago simbólico”,
agregó Coburn.
En otros trabajos las mujeres son canalizadas a trabajos que son
considerados para personas con “manos delicadas”. La visa H2B es para
personas que trabajan en industrias, y no requiere personal con estudios
o una experiencia profesional, es decir, cualquier persona puede
acceder a ella, pero aun así, a las mujeres se les coloca en industrias y
fábricas, en puestos de muy baja responsabilidad y tienen muy bajos
salarios comparados con sus compañeros masculinos en el mismo lugar de
trabajo.
El reto para una trabajadora
Uno de los puntos donde más se recurre a trabajadoras temporales es
Merry Land, para el procesamiento de mariscos. Las mujeres le han
reportado a CDM que en esas fábricas, por tener las manos delicadas,
están a cargo de quitar la carne de la jaiba. Ahí reciben un pago por
libra, no por hora. Los hombres sí reciben, en la misma industria, pago
por hora. Ellos cargan jaiba o la cocinan y tienen la oportunidad de ser
mayordomos o supervisores en los lugares de trabajo.
También han reportado que hacen trabajo no remunerado. Por ejemplo,
los trabajadores con visa H2B que trabajan en el procesamiento de
mariscos, habitan en un hogar provisto por la empresa porque están en
zonas muy rurales. Los hombres tienen la oportunidad de trabajar más
horas y no tienen suficiente tiempo para limpiar la vivienda, entonces
lo terminan haciendo las mujeres sin ningún pago de por medio.
Cuando las mujeres trabajan en el hogar o son niñeras, son totalmente
dependientes de los empleadores para comer, para transportarse, para la
comunicación, para todo contacto con el mundo externo, lo que limita
sus posibilidades para buscar o conseguir ayuda en el caso de sufrir una
violación de sus derechos o para resolver alguna duda sobre lo que está
viviendo.
Lo mismo sucede en con las trabajadoras H2B, que son colocadas en
fábricas ubicadas en zonas rurales y que dependen de sus empresas para
todo: transporte, vivienda, comida, acceso a información y comunicación,
lo que las expone a situaciones de vulnerabilidad.
Luego están los casos de abuso sexual en los lugares de trabajo, de
parte de los mismos compañeros o de supervisores. Y por cuidar el empleo
y el estatus migratorio, muchos de estos abusos no se denuncian.
“Las mujeres que tienen visas de trabajo dependen de su empleo para
estar legalmente en EU. Dependen sobre todo de la empresa; son atadas a
sus empresas, porque no tienen permiso para trabajar con nadie más, sólo
con la empresa que está indicada en su visa. Si la empresa llega a
despedirlas o no requiere más de sus labores, deben regresar su país de
origen. Las mujeres son más propensas a sufrir represalias y muchas no
llegan a hacer una denuncia o a buscar ayuda por el hecho de no querer
perder ese trabajo y perder la oportunidad […] Por la misma dinámica de
discriminación, esta puede ser la única oportunidad laboral que han
tenido en su vida y que va a tener”, explicó Coburn.
Si un hombre pierde su trabajo, no le resultará tan difícil conseguir
otro empleo porque tiene más oportunidades en diversas industrias, pero
las mujeres son canalizadas a tareas específicas.
Los abusos no son solo en Estados Unidos
Con base en los registros de Promumi, en México también se registran
abusos contra mujeres de parte de los contratistas y los reclutadores,
que son las puertas a las oportunidades en Estados Unidos.
Si un reclutador decide no anotar a alguien en una lista, puede
acabar con las oportunidades de una mujer, “escuchamos las historias de
mujeres que tienen miedo de las represalias por parte de los
reclutadores porque es el primer paso llegar a EU.
Deben encontrar un reclutador que quiera anotarla en una lista. ¿Qué
opción tienes si llega un reclutador ofreciendo visas, una oportunidad
que jamás vas a volver a tener en la vida y pide mil dólares? Las
mujeres se ven obligadas a pagar esas cuotas que también las pone en una
situación vulnerable porque llegan con deuda que tienen que pagar a
fuerza, a pesar de encontrarse en una situación abusiva”, sostuvo
Coburn.
Esas empresas reclutadores contratan mujeres mexicanas de entre 18 y 36 años de cualquier estado de la República.
Hay algunas comunidades con cierta tradición de trabajo temporal,
como el ejido Palomas en San Luis Potosí, que manda mucha gente, mujeres
sobre todo a Merry Land, para trabajar en la industria de mariscos.
También de Hidalgo, Nayarit y Tabasco van mujeres que van a fábricas en
Luisiana, Carolina del Norte y en Misisipi.
Son migrantes que van a EU para trabajar en industrias de salarios bajos. Ganan el salario mínimo o menos.
Indicios de Trata
“Por el miedo de represalias y ser despedidas, muchas no quieren
tener contacto con autoridades del gobierno de Estados Unidos, como el
Departamento del Trabajo y sobre todo de Migración. No quieren perder la
oportunidad de migrar por haberse quejado de un problema. Ese miedo es
algo que vemos que muchas empresas también explotan, la visa es algo muy
valioso para todas”, señaló la investigadora.
De los casos más complicados son los que tienen elementos de trata.
El hecho de que las mujeres sean canalizadas a lugares de trabajo con
mucho aislamiento, con un estatus legal por completo vinculado a una
empresa, y por miedo a represalias, algunos casos terminan situaciones
de trata y explotación.
Coburn contó el caso de una mujer que trabajó en una casa hasta 18
horas al día, siete días a la semana haciendo todo. Ella entendió que su
trabajo era cuidar niños, pero terminó cocinando, manejando –sin
licencia, en un país desconocido– la monitoreaban 24 horas al día, si
llegaba a salir tenía que avisar en dónde estaba, no le pagaban el
salario que le prometieron y eso le generó problemas económicos, le
prohibían hablar con vecinos, hubo manipulación psicológica y le decían
que ella no tenía derechos y que podía ser deportada.
CDM ha trabajado casos parecidos con aislamiento, deudas, violaciones de salario, intimidación y amenazas en otras industrias.
Foto: SinbEmbargo/Crisanto Rodríguez. Julia Coburn, Coordinadora del Proyecto de Mujeres Migrantes.
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