38 Foro de la cineteca
Carlos Bonfil
▲ Fotograma de la cinta de Joao CanijoFoto
Devoción, martirio y
rebeldía. Once mujeres en peregrinación al santuario de Fátima. Nueve
largas jornadas y 400 kilómetros de recorrido desde el lugar de origen,
la población de Vinhais, en el norte de Portugal, hasta el célebre lugar
de culto, y un sinfín de anécdotas y peripecias en el camino hacen de Fátima (2017),
el largometraje más reciente del lusitano Joao Canijo, una experiencia
única en tanto híbrido de documental y ficción. Algunas de las
protagonistas figuraban ya como actrices recurrentes en cintas
anteriores del director, en Noche oscura (2004) o en Sangre de mi sangre (2011). En la preparación de Fátima
todas conviven con mujeres lugareñas en la ruta por recorrer, descubren
los imperativos de las reglas inamovibles del ritual: no cuestionar
jamás la fe, no tomar atajos que vuelvan más corto el trayecto, no
lamentarse en demasía por las llagas en los pies o por el cansancio
extremo o, peor aun, por el desánimo, actitudes muy contrarias a una
tradición que sólo admite el sacrificio como prueba máxima de la fe. Lo
que sigue en el proyecto fílmico, y a lo que el director convida a las
actrices, es a un ejercicio muy libre de la improvisación.
Y cada una de ellas deja aflorar así lo mejor de su temperamento, un
tanto autoritario en el caso de Ana María (Rita Blanco), defensora de la
tradición y el dogma; algo más que rebelde en Céu (Anabela
Moreira), partidaria del libre albedrío y espíritu inconforme. Las
rivalidades por el liderazgo inevitable, las pequeñas rencillas por
envidias o por agravios reales o inventados, transforman lo que habría
podido ser la crónica rutinaria de una peregrinación devota, en una
larga asamblea itinerante de mujeres que exhiben, sin rubor y con
deleite, todas las facetas del comportamiento humano, en ocasiones en
una algarabía cacofónica donde resulta imposible discernir quién dice
qué y por qué diablos lo dijo. Nada de eso importa. La cámara de Mário
Castanheira y Anabela Moreira registran de manera muy ágil las mudanzas
de ese caos, permitiéndose momentos de solaz recogimiento como la
espléndida escena en que las ninfas devotas toman juntas un baño
ignorando al parecer que alguien las observa. La duración del filme era
originalmente de dos horas y media, hubo después una versión más larga,
de tres horas 20 minutos (que ahora presenta el foro), y luego una
miniserie de cinco horas, Fátima, caminos del alma. Moraleja:
la larga duración de una cinta no siempre está reñida con el
entretenimiento, del mismo modo que la devoción llega a veces a admitir
una pequeña dosis de irreverencia.
Se exhibe en la sala 8 de la Cineteca Nacional a las 11 y 17 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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