38 Foro de la cineteca
Carlos Bonfil
▲ Fotograma de la cinta de Sharunas Bartas
Tierras baldías. Cuando Rokas (Mantas Janciauskas) e Inga (Lyja Maknaviciute), la pareja de jóvenes amantes protagonistas de La helada (2017) del lituano Sharunas Bartas, abandonan la ciudad de Vilnius, en Lituania, para dirigirse a Ucrania en una misión de ayuda humanitaria al ejército nacionalista en lucha contra los separatistas pro rusos, no sospechan los terribles efectos que la guerra civil habrá de tener sobre su estabilidad emocional como pareja ni sobre sus certidumbres acerca del compromiso político y la condición humana. Luego de su drama familiar Paz para nosotros en nuestros sueños (2015), Bartas explora ahora una historia más compleja. El largo viaje que emprende la pareja (el joven Rokas, vagamente convencido de actuar por motivaciones nobles; su compañera Inga, acompañándolo por una empatía confusa) los alejará muy pronto de la zona de confort de su apacible vida conyugal para precipitarlos, en una sola noche y en un hotel frecuentado por periodistas extranjeros, en una doble infidelidad mutuamente consentida. Esta crisis sentimental en pequeña escala será el primer signo ominoso de la confrontación final que ambos tendrán con los horrores de una guerra en apariencia ajena que los hará conscientes de las amenazas que se ciernen sobre la paz en su país y sobre sus propias vidas.
Lo que se inicia como drama intimista, el director lo transforma paulatinamente en una exploración de la trágica situación política que atraviesa la Europa actual. No hay nada en realidad explícito en su manera de abordar el conflicto civil en Ucrania (algo que sí propone el ucraniano Sergey Loznitsa en su documental Maidan, 2014). La contextualización es aquí muy fragmentaria, pero eso apenas importa. La guerra se percibe y la pareja la resiente como un desastre global provocado por los fundamentalismos políticos y la intolerancia. Tan enorme será el trauma del joven Rokas, quien con su cámara intenta capturar de modo imprudente el espectáculo de la contienda, enfrentándose luego al espanto de la carnicería humana, como profundo el desencanto moral de Inga, quien se ve rebasada por una situación no elegida y también traicionada por la pareja sentimental en la que había depositado su confianza. Lo notable es la manera en que Sharunas Bartas construye su narración, llevándola de la crónica intimista de ritmo lento, diálogos escasos y dramatismo un tanto trivial, hasta un punto culminante de suspenso (los retenes militares que atraviesa la pareja) donde lo absurdo de la guerra, la indefensión del individuo, las flaquezas de la solidaridad y la incomunicación sentimental tiñen el relato de un profundo pesimismo. Este road movie existencial, con su inmenso y monótono paisaje helado, logra fundir en un solo relato melancólico los desastres de una guerra y las inclemencias no menos dolorosas de un irreversible distanciamiento amoroso. La propuesta más cautivadora de este foro.
Se exhibe en la sala 8 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 18:15 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1
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